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Cada
vez más estrechos
los lazos de México y Cuba
Luis Magaña Cuéllar
(2 de 2) |
Observé
que les apasiona saber de las grandes gestas del pueblo mexicano;
de mi parte, aproveché el tiempo para conocer pasajes de las
luchas por la independencia de Cuba y detalles de los eventos en que
ellos se involucraron directamente y que, no pocas veces, han sido
plasmados faltando a la verdad en algunas publicaciones; como el hecho
de que, habiendo desembarcado en Playa Colorada el 2 de diciembre
de 1956, y después de combates en los días subsiguientes
con las tropas de Batista, sólo 12 insurgentes alcanzaron la
Sierra Maestra.
“Es un error -aclaró Arsenio-; fuimos 21”. Cenamos
y dormimos en Tuxpan. Al día siguiente, Ramón Rodríguez,
director de Educación y Cultura de la ciudad, nos dio la bienvenida
junto con otros colaboradores del Ayuntamiento; después de
desayunar, nos guió hasta el despacho del presidente municipal,
Jerónimo Folgueras, que ya nos esperaba.
El calor reinante también era amigable. El presidente nos recibió
con mucha amabilidad y abrazó efusivamente al comandante García,
a quien había conocido en diciembre de 2006 en la capital cubana,
en ocasión de los festejos del 50 aniversario del desembarco
del Granma.
Luego de breve plática, pues el alcalde daría audiencias,
éste dio obsequios a los ilustres extranjeros y nos despedimos.
Pasamos luego a la sala de cabildos, llena de jóvenes estudiantes
y de algunos adultos expectantes. El director de Educación
nos presentó y me pidió hacer una introducción.
En pocas palabras, pues mi intervención era circunstancial,
dije que estimaba relevante para los tuxpeños la presencia
allí de Pedro Trigo y Arsenio García; hice mención
de las tres grandes revoluciones sociales en el siglo XX, la mexicana,
la rusa y la cubana y del impacto de las dos últimas en la
configuración del mundo actual.
Tocó el turno a los huéspedes. Pedro Trigo, emocionado,
confió lo que significaba para él estar en Tuxpan y
cedió la palabra al comandante García quien rememoró
la segunda vez que vino al puerto en 1981; habló de la réplica
del Granma donada por el gobierno cubano (que la desidia destruyó
años después); de los resultados de la revolución
–tan hostigada por la principal potencia hegemónica–
en educación, salud, deporte, ciencia y solidaridad internacional;
recordó con gratitud a Fernando Gutiérrez Barrios, a
Lázaro Cárdenas del Río y a los mexicanos más
humildes que los ayudaron en aquellos días de preparativos
en nuestro país; llamó la atención sobre el hecho
de que México y Veracruz, aunque están en el corazón
de los cubanos, Tuxpan lo está todavía más.
“No hay cubano que ignore el significado de Tuxpan”, remató.
De allí nos llevaron a la casa que da al río y que,
junto con el Granma, compró Fidel en Santiago de la Peña,
a la margen derecha del río Pantepec. Yo había conocido
la casa, que ya era museo, hace unos 12 años. Recuerdo unas
fotos de los revolucionarios cubanos en un inmueble medio abandonado.
Sin embargo, me hallaba ahora en el Museo de la Amistad México-Cuba,
totalmente remozado y dignificado, con personal que lo atiende de
manera regular. “Todo mejoró sustancialmente con el actual
presidente municipal” –me dijo Dalia Cuervo, la encargada
del museo–; recibimos muchos visitantes extranjeros y nacionales
y llevamos a cabo actividades regularmente donde jóvenes y
adultos dan curso a sus inquietudes culturales y artísticas“.
Antes de iniciar el recorrido y las explicaciones por el recinto,
Dalia informó que era la primera vez que daría la explicación
a un grupo donde estaba uno de los protagonistas del Granma. “En
cualquier caso, usted me corrige”, le pidió a Arsenio.
Y así sucedió. El comandante García identificó
a muchos combatientes que aparecen en las diversas fotografías;
corrigió, ante una maqueta que ilustra la ruta que siguieron
ellos luego del desembarco en Playa Colorada, que el contingente no
se dividió desde el comienzo en dos columnas, como aparece
en la maqueta, sino que se mantuvieron juntos hasta trabar los primeros
combates, salvo ocho que se extraviaron y fueron sorprendidos y muertos
algunos días después por el ejército de Batista.
Al pasar a otra pequeña sala donde se muestran las fotografías
de los rostros de la mayoría de los 82 expedicionarios, Arsenio,
señalando una con el dedo, exclamó: “ese soy yo”.
Al término de la visita nos esperaba muy cerca una lancha con
motor fuera de borda, techada y sin paredes, de esas que dan servicio
a diario a la población que necesita ir y venir de Tuxpan a
Santiago o viceversa. El paseo río abajo duró media
hora, quedando aún muy distantes de la desembocadura. “Está
a cinco kilómetros todavía”, me dijo el lanchero,
luego de apagar brevemente el motor para hacerse oír.
A las 7 de la noche, volvimos nuevamente al Museo de la Amistad, pues
la Dirección de Cultura había preparado una velada artística
en honor de los ilustres visitantes. Al fondo de un estradillo de
madera, una mampara azul marino rezaba en letras blancas: “Museo
de la Amistad México-Cuba, 20 de septiembre de 2007. Bienvenidos
Pedro Trigo y Arsenio García, héroes de la lucha de
independencia de los pueblos de Latinoamérica”.
No olvidaré este viaje; no olvidaré que estando en el
patio del Museo de la Amistad, en un punto próximo a la calle
que desciende suavemente al río, cerca del lugar donde hace
51 años esperaba el Granma a sus valerosos viajeros, Pedro
Trigo, la mañana del 20 de septiembre de 2007, me reiteró:
“Luis: se ha realizado uno de mis grandes anhelos: estar aquí,
en el mismo lugar donde Fidel y los compañeros se embarcaron;
ya puedo morir contento”. |
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