Año 7 • No. 287 • Octubre 29 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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Zhang Yimou
Roberto Ortiz Escobar

Con Héroe (2002), La casa de los cuchillos (2004) y La maldición de la flor dorada (2006), Zhang Yimou se dejó seducir por el cine de las artes marciales. No es casual que empezara estas cintas poco después del éxito mundial de El tigre y el dragón (2000), la cual en buena medida revitalizó en el mercado mundial una temática y un estilo que las cinematografías orientales han cultivado desde hace varias décadas con un alto grado de perfección en el manejo de las acrobacias, las persecuciones y los duelos violentos.

La crítica ha extrañado de este director sus anteriores dramas conmovedores, las narraciones sutiles y los personajes robustos en medio de contextos históricos bien definidos. Perteneciente a la denominada Quinta Generación de cineastas chinos, Yimou debutó con Sorgo rojo (1987), vigoroso andamiaje plástico ubicado en los años 30 durante la guerra con Japón y que obtuvo el Oso de Oro del Festival de Berlín; Ju Du (1990) fue una crónica pasional donde los espacios cerrados identificaban el sometimiento de una joven por parte de un hombre mayor; La linterna roja (1991) resultó una crónica realista de concubinas maniatadas a una sociedad patriarcal; Ni uno menos (1999) se inscribía en la época contemporánea y reflexionaba sobre la educación en el ámbito rural; Camino a casa (2000) apostaba por la mirada nostálgica de una anciana amorosa que décadas atrás se casara con un profesor.

Hasta el momento, el anterior legado quedó atrás al ganar terreno las producciones costosas que apelan a un mercado competido. Pero si bien Héroe y La casa de los cuchillos tenían escasa profundidad y sus historias eran esquemáticas, la última cinta de Yimou titulada en México La maldición de la flor dorada tiene su miga dramática e integra a la hermosa Gong Li como la desafortunada emperatriz Fénix y al recio Chow Yun-Fat como el malvado emperador Ping.

Basada en una obra teatral de Cao Yu, la adaptación fílmica se ubica en la época de la dinastía Tang (618-907) y fue filmada en la Ciudad Perdida con un costo de 35 millones de euros, inversión más que recuperada al convertirse en la película más exitosa en la historia del cine chino.

Dos elementos se amalgaman en esta superproducción. Por un lado la galería de personajes anómalos de una familia imperial que desdeña la conciliación fraterna e incuba odios, celos, incesto y una crueldad desquiciante. Por otra parte una dirección de arte que abandona la representación realista para inundar la pantalla de luz, color, texturas y movimientos corporales manejados a capricho. Una suerte de festín trágico donde los cuerpos y las cabezas ruedan al por mayor en medio de seductores charcos de sangre. El drama familiar es parte de una confección escenográfica cuya opulencia instala en el paroxismo los móviles de un mundo decadente que apuesta a la revancha visceral. Cada toma, escena y secuencia están planeadas para alterar la pupila del espectador con tal de ofrendarle el mayor de los exotismos.

Con este filme que se proyectará el miércoles 31 en el Aula Clavijero de Juárez 55, concluye el ciclo de cine oriental que confeccionó el estudiante Juan Aguilar como parte de su servicio social en el Departamento de Cinematografía de la UV. Bienvenidas las propuestas de los egresados de comunicación. La entrada es gratuita.