|
|
Zhang
Yimou
Roberto Ortiz Escobar
|
Con
Héroe (2002), La casa de los cuchillos (2004) y La maldición
de la flor dorada (2006), Zhang Yimou se dejó seducir por el
cine de las artes marciales. No es casual que empezara estas cintas
poco después del éxito mundial de El tigre y el dragón
(2000), la cual en buena medida revitalizó en el mercado mundial
una temática y un estilo que las cinematografías orientales
han cultivado desde hace varias décadas con un alto grado de
perfección en el manejo de las acrobacias, las persecuciones
y los duelos violentos.
La crítica ha extrañado de este director sus anteriores
dramas conmovedores, las narraciones sutiles y los personajes robustos
en medio de contextos históricos bien definidos. Perteneciente
a la denominada Quinta Generación de cineastas chinos, Yimou
debutó con Sorgo rojo (1987), vigoroso andamiaje plástico
ubicado en los años 30 durante la guerra con Japón y
que obtuvo el Oso de Oro del Festival de Berlín; Ju Du (1990)
fue una crónica pasional donde los espacios cerrados identificaban
el sometimiento de una joven por parte de un hombre mayor; La linterna
roja (1991) resultó una crónica realista de concubinas
maniatadas a una sociedad patriarcal; Ni uno menos (1999) se inscribía
en la época contemporánea y reflexionaba sobre la educación
en el ámbito rural; Camino a casa (2000) apostaba por la mirada
nostálgica de una anciana amorosa que décadas atrás
se casara con un profesor.
Hasta el momento, el anterior legado quedó atrás al
ganar terreno las producciones costosas que apelan a un mercado competido.
Pero si bien Héroe y La casa de los cuchillos tenían
escasa profundidad y sus historias eran esquemáticas, la última
cinta de Yimou titulada en México La maldición de la
flor dorada tiene su miga dramática e integra a la hermosa
Gong Li como la desafortunada emperatriz Fénix y al recio Chow
Yun-Fat como el malvado emperador Ping.
Basada en una obra teatral de Cao Yu, la adaptación fílmica
se ubica en la época de la dinastía Tang (618-907) y
fue filmada en la Ciudad Perdida con un costo de 35 millones de euros,
inversión más que recuperada al convertirse en la película
más exitosa en la historia del cine chino.
Dos elementos se amalgaman en esta superproducción. Por un
lado la galería de personajes anómalos de una familia
imperial que desdeña la conciliación fraterna e incuba
odios, celos, incesto y una crueldad desquiciante. Por otra parte
una dirección de arte que abandona la representación
realista para inundar la pantalla de luz, color, texturas y movimientos
corporales manejados a capricho. Una suerte de festín trágico
donde los cuerpos y las cabezas ruedan al por mayor en medio de seductores
charcos de sangre. El drama familiar es parte de una confección
escenográfica cuya opulencia instala en el paroxismo los móviles
de un mundo decadente que apuesta a la revancha visceral. Cada toma,
escena y secuencia están planeadas para alterar la pupila del
espectador con tal de ofrendarle el mayor de los exotismos.
Con este filme que se proyectará el miércoles 31 en
el Aula Clavijero de Juárez 55, concluye el ciclo de cine oriental
que confeccionó el estudiante Juan Aguilar como parte de su
servicio social en el Departamento de Cinematografía de la
UV. Bienvenidas las propuestas de los egresados de comunicación.
La entrada es gratuita. |
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|
|