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Días
de otoño
Roberto Ortiz Escobar |
Bajo
el amparo del melodrama contenido, Roberto Gavaldón logró
una de sus mejores cintas con Días de otoño (1962).
Y no podía ser de otra manera al aprovechar el cuento de Bruno
Traven Frustration, un guión de Julio Alejandro, los diálogos
de Emilio Carballido, la fotografía de Gabriel Figueroa, la
escenografía de Manuel Fontanals y las actuaciones de Pina
Pellicer (en su mejor interpretación fílmica), Ignacio
López Tarso y Evangelina Elizondo.
Si bien existen películas mexicanas que abordan la ilusión
materna en la clase media mexicana, hasta ese momento no se había
planteado el tema como enfermedad mental alentada por la obsesión,
inocencia e ingenuidad femeninas. |
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Procedente
de provincia y aterrizada en la Ciudad de México, Luisa (Pina
Pellicer) empieza a trabajar en la pastelería de don Albino
(Ignacio López Tarzo) y se enrola en plan de noviazgo con Carlos
(Luis Lomelí), chofer de una casa rica. Desde sus primeros
contactos con las compañeras de trabajo demuestra su reticencia
al contacto social y la convivencia amistosa, maneja un carácter
introvertido y despliega una imaginación desbordante para referir
sus experiencias cotidianas (el primer encuentro con el novio, la
visita a Chapultepec con el supuesto hijo). |
Al sentirse abandonada por su novio, Luisa da rienda suelta a su afán
de ser madre, no obstante las adversidades que enfrenta. Como mujer
de un cierto nivel cultural (lee poemas y articula rápidamente
sus pronunciamientos mentales) asume un objetivo que podría
identificarla con la locura.
Hasta aquí la anécdota de la cinta. En la puesta en
escena, el director nos presenta a una Luisa sin referentes biográficos,
emigrando de la provincia para afianzar sus anhelos en un Distrito
Federal que impone inmediatamente sus condiciones y contrastes (cuartuchos
de azotea y vecindades por un lado, modernidad inmobiliaria con anuncios
luminosos de ciudad cosmopolita por el otro). En medio de esta inmensidad
que deviene en caos individual y psicológico, una mujer se
aferra a sus ilusiones en medio del entorno agresivo (impresionante
la escena de Luisa saliendo y regresando a la vecindad con el vestido
de novia). También están los deseos de las compañeras,
específicamente de una Rita (espléndida Evangelina Elizondo)
queriendo colgarse de un amigo para casarse, porque a su edad corre
el riesgo de vestir santos.
Como si fuera un entomólogo, Gavaldón nos describe los
comportamientos de una mujer desequilibrada que pretende arraigarse
a toda costa en la convención y la norma del matrimonio y la
familia, entendidos como soporte social básico.
Pocos cineastas han llegado tan lejos en la exposición minuciosa
de un deseo y cómo la realidad lo destruye sin miramientos.
Ya en Una familia de tantas (1948), Alejandro Galindo nos anticipaba
que no obstante el desarrollo y la modernidad a mitad del siglo pasado,
la gran ciudad descubría relaciones familiares disfuncionales
en la clase media mexicana. En días de otoño, se destruye
el mito de la maternidad feliz. Pero además de la vertiente
sociológica y psicológica, encontramos un personaje
femenino fundamental en el cine mexicano. Detrás de la disociación
de la realidad, Luisa crea un mundo personal que la protege y le permite
apelar a una libertad delirante fraguada en la soledad más
íntima. Ese personaje sólo podía construirlo
una actriz como Pina Pellicer, quien dos años después
se suicidara para desgracia del cine y el teatro nacionales.
Días de otoño se exhibirá el próximo miércoles
14 a las 18 horas en el Aula Clavijero de Juárez 55. La entrada
es gratuita. |
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