No
sé si fueron las condiciones climáticas, las fiestas
mortuorias o la terrible depresión del ocho a cero lo que me
impidió estar en la edición de este importante medio
la semana pasada pero ya aquí de nuevo, pretendo cumplir con
lo prometido de presentar algunas ideas relacionadas con el enfoque
sistémico.
En primer lugar permítanme de manera simple (pido perdón
por ello) resumir algunos conceptos relativos a este enfoque: el pensamiento
sistémico, tal como lo conocemos en la actualidad, aparece
a partir de los trabajos que desarrolló el biólogo Ludwing
Von Bertalanffy, hacia los años 40 y 50 del siglo pasado.
Ya Aristóteles había intentado un enfoque sistémico
al proponer que el todo es más que la suma de las partes; sin
embargo, el dilema planteado por Aristóteles que había
quedado sin resolver en la época determinista, se integró
con ésta dando lugar a una nueva concepción científica,
desarrollada inicialmente por Bertalanffy, y que podríamos
resumir como una síntesis del principio teleológico
(todos los procesos en los cuales se encuadran las acciones humanas,
sus secuencias y resultado final están predeterminados por
un fin objetivo o meta).
Se cuestiona la visión mecanicista y causal del método
científico considerando que proporciona una explicación
digamos débil a los grandes problemas que se dan en los sistemas
vivos y plantea un nuevo paradigma integrador que ofrece soluciones
en las que se consideran los diversos elementos y relaciones que conforman
la estructura de lo que se define como “sistema” considera
también su relación con el entorno.
Nótese que no hay nuevos conocimientos que sustituyen a otros,
sí en cambio, estamos ante la suma de la concepción
de relaciones deterministas y la de los fines.
“La
paradoja aristotélica y el reduccionismo han dado lugar en
el pasado y en el presente a muchos debates, pero estas discusiones
nada han añadido al hecho de que para elucidar un todo organizado,
antes deben conocerse sus partes y las relaciones que existen entre
las mismas”. (1)
El concepto
de sistemas fue aplicado a las ciencias sociales a partir de analogías
que se fueron realizando con los estudios en las ciencias naturales.
Uno de los primeros en incorporar el concepto fue el sociólogo
Talcott Parsons, quien observó que las organizaciones podían
estudiarse como subsistemas sociales que intentan resolver los cuatro
problemas fundamentales de los sistemas sociales: adaptación
a la realidad; logro de objetivos determinados; integración;
y prolongación en el tiempo del sistema.
Chester I. Barnard, Herber Simón, A. Gouidner, Amitai Etzioni,
David Easton y Woodward, R. Akoff, entre otros, han contribuido
al fortalecimiento de la aplicación del enfoque sistémico
a las ciencias sociales y a la organización en particular.
Pero, ¿de qué exactamente estamos hablando? Siempre
que se habla de sistemas se entiende la existencia de una totalidad
cuyas propiedades no son atribuibles a la simple adición
de las propiedades de sus partes o componentes.
En las definiciones más corrientes se identifican los sistemas
como conjuntos de elementos que guardan estrechas relaciones entre
sí, que mantienen al sistema directo o indirectamente unido
de modo más o menos estable y cuyo comportamiento global
persigue algún tipo de objetivo (teleología).
Esas definiciones que nos concentran fuertemente en procesos sistémicos
internos deben, necesariamente, ser complementadas con una concepción
de sistemas abiertos, en donde queda establecida como condición
para la continuidad sistémica el establecimiento de un flujo
de relaciones con el ambiente.
A partir de ambas consideraciones la Teoría General de Sistemas
(como la concibió Bertalanffy) puede ser desagregada, dando
lugar a dos grandes grupos de estrategias para su estudio: Aquella
en donde las distinciones conceptuales se concentran en una relación
entre el sistema y sus elementos (procesos del sistema) y la que
concentra su foco en la relación del sistema con el ambiente
(procesos de frontera o sistema/ambiente).
En el primer caso, la cualidad esencial de un sistema está
dada por la interdependencia de las partes que lo integran y el
orden que subyace a tal interdependencia. En el segundo, lo central
son las corrientes de entradas y de salidas mediante las cuales
se establece una relación entre el sistema y su ambiente.
Por supuesto que ambos enfoques son complementarios.
Hablando de la perspectiva organizacional, hoy el enfoque sistémico
se ha enriquecido con la fenomenología de Husserl y la hermenéutica
de Gadamer, que a su vez se nutre del existencialismo de Heidegeer
y esta perspectiva hace posible ver a la organización ya
no como que tiene un fin predeterminado por alguien, como lo plantea
el esquema tradicional, sino que puede tener diversos fines en función
de la forma cómo los involucrados (partes interesadas) la
vean, lo que suele estar condicionado por los intereses y valores
personales pero que siempre estarán enlazados por el interés
común de la permanencia de la organización.
El concepto de “equifinalidad” demuestra que existen,
para los sistemas sociales, posibilidades de lograr iguales objetivos
a partir de diversos insumos y a través de distintas formas
de operación, así que un sistema debidamente equilibrado
podrá alcanzar sus metas con eficiencia y eficacia a partir
de diversos insumos y con procesos diferentes, de este modo si se
amplía un poco más este punto de vista, se puede sugerir
que la función de administración no es necesariamente
buscar una solución óptima y precisa, sino más
bien tener disponible una variedad de alternativas satisfactorias.
Así, pues, podemos comprender que la labor de la gestión
en la organización es comprender los mensajes “rápidamente
cambiables y turbulentos” del medio que tengan relación
con el sistema y adaptarlo a ellos. El enfoque sistémico
contemporáneo ofrece una visión multidisciplinaria
que le ayudará a analizar de manera integral permitiéndole
identificar y comprender con mayor claridad y profundidad la complejidad
de sus alternativas ante las múltiples causas de sus problemas.
Es seguramente por todo ello que entre los ocho principios de gestión
de la calidad establecidos en la norma ISO 9000:2005 se encuentra
el enfoque de sistemas para la gestión estableciendo que
éste implica:
-Estructurar
e implementar un sistema para lograr los objetivos de la organización
de la forma más eficiente y efectiva;
-Entender las interdependencias entre los procesos del sistema;
-Entender los roles y responsabilidades necesarios para lograr los
objetivos comunes y por lo tanto reducir las barreras funcionales;
-Antes de cualquier acción entender las capacidades funcionales
y establecer las restricciones de recursos;
-Orientar y definir la forma en que deben operar las actividades
específicas dentro de un sistema; y
-Mejorar continuamente el sistema basado en las mediciones y análisis
de sus resultados.
Hasta aquí por esta semana, y recuerden que sigo esperando
sus comentarios en el correo electrónico otflores@uv.mx.
(1). Bertalanffy,
Ludwing V. Perspectivas en la Teoría General de Sistemas.
España 1975, Alianza Universidad. p 140 |