Año 8  • No. 291 • Noviembre 26 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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  Lolo
Roberto Ortiz Escobar
Un adolescente repta y se encoge continuamente a manera de exigencia corporal de una vida a la deriva, como si las condiciones ambientales y familiares lo obligaran a agazaparse a cada momento buscando una mínima sensación de protección en el repliegue físico.

Se trata de Lolo (soberbio Roberto Sosa), habitante de una de las ciudades perdidas de la periferia del Distrito Federal. En un primer momento se esconde en cuclillas, previo a la golpiza y el robo de su cobro semanal en la fundidora donde lo despiden. Más adelante, su cuerpo de charal enfebrecido se nota aprisionado dentro de una cobija, mientras su madre aún buenona (Lucha Villa) se agasaja fajando con su amante organillero (Alonso Echánove).
Antes del asalto a la casa de la usurera del barrio, Lolo se sienta y recarga en la pared exterior encubierto por un tanque de gas y unas plantas en maceta. Al ser perseguido por una banda que le propina otra madriza, se retuerce en el suelo en posición fetal exclamando piadosamente que no le golpeen su rostro.
Cuando trata de pelarse de la colonia antes de que el primo policía le de su merecido, Lolo se aproxima cual animal herido a la casa de su novia Sonia (Esperanza Mozo), ocultando en una pared rocosa su rostro ensangrentado.

Después de que la chica junta dinero ofrendando su virginidad en una rifa de cabaret, Lolo camina lenta y lastimeramente por las calles polvorientas y sin pavimentar, subiendo con dificultad a un autobús urbano que lo alejará del infierno experimentado.

Lo anterior es tan sólo un apunte del sorprendente debut de Francisco Athie con Lolo (México, 1992), una de las películas mexicanas más desgarradoras y sobrecogedoras de la década de los noventa.

Con guión de él mismo, fotografía ingeniosa de Jorge Medina (los emplazamientos circulares de la hermanita viendo el regaño de la madre a Lolo, la persecución de la banda barriobajera), un reparto de primera y una banda sonora de aliento trágico debida a Antonio Diego y Samuel Larson, esta cinta deja un amargo y rabioso sabor de boca porque en el frágil y escurridizo cuerpo de Lolo se resume la culpa, la desgracia y la traición humanas en un ámbito geográfico reconocible, en una mega ciudad que devora en un santiamén a sus habitantes convirtiéndolos en víctimas-victimarios sin escapatoria posible, o más bien, sin una redención que tan sólo existe como consuelo en las estampas religiosas de la casa de Lolo, en la fotografía del Papa ubicada en el aposento de la usurera o en el altar de una virgen en unas escalinatas callejeras donde el siniestro primo Marcelino escupe su condición depredadora como representante de la seguridad ciudadana a un Lolo en el mayor de los infortunios.

Esta cinta será proyectada por el Departamento de Cinematografía de la U V este lunes 26 a las 18 horas en el Aula Clavijero de Juárez 55.