Año 8  • No. 291 • Noviembre 26 de 2007 Xalapa • Veracruz • México
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La porra
José Othón Flores Consejo
Hace unos días recibí un correo de uno de ustedes, amables lectores, que debido a un virus informático perdí sin haber podido determinar quién lo escribía. Lo que sí pude fue leerlo y en él me referían una triste experiencia en las tribunas del gimnasio universitario con el grupo de fanáticos seguidores de “nuestros” maravillosos y campeones Halcones de la liga profesional de basquetbol.

Me referían una situación bastante lamentable en la que la prepotencia, los insultos y la falta de respeto a propios y extraños prevalecía en las tribunas.

Mi lector, a quien ofrezco disculpas por no haber tenido la precaución de leer primero su nombre, me refería que con su familia fue removido de su lugar y testigo de situaciones poco propias de los universitarios.

Pero antes de emitir opiniones permítanme algunas reflexiones: ¿Quién no ha disfrutado un partido gritando como desaforado alguna de las palabras incongruentes que en aparente verso forman las porras?, a saber Goyas, Huelums, siquitibunes (alguien que me explique qué demonios significa o en qué idioma están) ¿Quién no ha gritado “vendido” u otras linduras a los árbitros que sancionan a nuestros jugadores o que marcan o no ese penalti?, y es que sin porras sinceramente es muy poco probable que uno se pueda realmente divertir.

Por única ocasión en el día uno puede expresarse de distintas maneras, ya sea a favor o en contra, pero al final todo se reduce a expresarse. Cabe mencionar que esto no sólo sucede en el ámbito de los deportes, en toda ocasión una porra sirve para ovacionar o para rechazar a personajes de la vida cotidiana o del campo de la política; (recordemos recientes exhibiciones en las cámaras legislativas de otros países o los “por qué no te callas”, tan de moda).

Siguiendo a la Real Academia de la Lengua, una porra significa: “Grupo de partidarios que en actos públicos apoyan ruidosamente a los suyos o rechazan a los contrarios. Conjunto de gritos de estos partidarios.”

Visto desde esa óptica, podríamos pensar que la porra existe desde que el hombre tiene la habilidad de comunicar sus ideas; sin embargo, en el ámbito deportivo esto no siempre fue así, los espectadores jugaban un papel pasivo en el deporte, lo cual fue cambiando con el paso del tiempo para hoy en día convertirse prácticamente en actores principales de muchos deportes.

La porra como animación deportiva surge en la década de los 70’s del siglo XIX en los estadios de la Universidad de Princeston, Estados Unidos, para animar a sus jugadores; esto se expande de tal forma que varias universidades empiezan a crear sus propios gritos de aliento generando una identidad universitaria en los deportes que llega hasta nuestros días.

En este afán de imitar la educación norteamericana y tratando de generar esa misma identidad universitaria, las porras llegan a México para convertirse en importantes impulsoras de rivalidades entre instituciones.

Es importante mencionar que estas no sólo se quedan en el ámbito universitario, sino que se difunden de tal forma que las porras comienzan a adquirir un papel fundamental en cualquier celebración deportiva, volviéndose una manera muy popular de recurrir a los gritos y los cantos para ser partícipes de los eventos deportivos sin tener que sudar una camiseta. Ahora el espectador tiene la capacidad de hacer suyo el deporte convirtiéndose en actor principal del encuentro.

Se dice que fue el 2 de noviembre de 1898, durante un partido entre la Universidad de Minnesota “Gophers” y Northwestern cuando un estudiante de medicina llamado Jonhy Campbell (considerado como el primer cheerleader o porrista) crea la famosa porra “Rah Rah Rah, Ski-U-Mah, Hoo-Rah, Hoo-Rah, Varsity, Varsity, Minn-e-so-ta”.

Eduardo Galeano, en su libro Fútbol a Sol y Sombra editado por siglo XXI escribe: “Cuando el partido concluye, el hincha, que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria, ‘qué goleada les hicimos, qué paliza les dimos’, o llora su derrota, ‘otra vez nos estafaron, juez ladrón’. Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre el estadio que se vacía. En las gradas el cemento arde, aquí y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van apagando las luces y las voces.

El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su soledad, el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo es melancólico como un miércoles de ceniza después de la muerte del carnaval.”

Desafortunadamente la pasión ha derivado en violencia y barbaridad. En Europa con los hooligans y en América del sur con los hinchas la expresión se volvió acción negativa y destrucción.

En México le llamamos barra brava y al respecto la enciclopedia Wikipedia de la red dice: “El término barra brava se emplea para designar a aquellos grupos dentro de una hinchada que se caracterizan por producir diversos incidentes violentos, dentro y fuera del estadio, despliegue pirotécnico y cánticos empleados durante el desarrollo de los partidos”.

El término aparece en Argentina primero y luego en Uruguay, entre 1950 y 1960; luego se fue extendiendo su uso por toda America Latina. En Brasil se los denomina “torcidas organizadas”, mientras que en otros continentes son conocidos como hooligans o ultras.

Generalmente las barra bravas, también llamadas el grueso de la hinchada, utilizan banderas (denominadas trapos) y diferentes instrumentos musicales. Las barras bravas también se caracterizan por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido de pie.

Así pues cantar, gritar, repelar y todo aquello que conlleva una porra es una muy sana diversión, desgraciadamente en la actualidad una porra no nada más se reduce a eso, hoy en día la educación que se nos ha transmitido con respecto a las porras es también de mucha violencia física, de una rivalidad que lo único que ocasiona es que se agreda, tanto al equipo contrario como a la comunidad en general tirando basura, o bien destruyendo las instalaciones donde se lleva a cabo el evento, llevando la rivalidad de los distintos equipos a otros lugares en donde ya hay afectaciones más severas y a terceros que nada tienen que ver con el encuentro.

En mi opinión es ahí donde la mayoría de la gente ya no está de acuerdo, ya que convierten un muy bonito partido o torneo en una experiencia agresiva para el resto de los espectadores.

Al final de cuentas los que somos fanáticos de algún deporte no podemos opinar acerca de cómo debe ser la porra de un equipo, pero sí podemos llamar a la cordura de los participantes a mantener una celebración deportiva sana, pacifica y llena de rivalidades que se disipen después del encuentro y que todos podamos disfrutar y con esto que siga el lenguaje florido, los gritos y el escándalo que para eso nos pintamos solos, pero demostremos nuestro carácter universitario y nuestra inteligencia emocional respetando a nuestros semejantes y no provocando o aceptando provocaciones que deriven en situaciones indeseables.

Recuerden que sigo esperando sus comentarios en el correo electrónico otflores@uv.mx.