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La porra
José Othón Flores Consejo |
Hace
unos días recibí un correo de uno de ustedes, amables
lectores, que debido a un virus informático perdí
sin haber podido determinar quién lo escribía. Lo
que sí pude fue leerlo y en él me referían
una triste experiencia en las tribunas del gimnasio universitario
con el grupo de fanáticos seguidores de “nuestros”
maravillosos y campeones Halcones de la liga profesional de basquetbol.
Me referían una situación bastante lamentable en la
que la prepotencia, los insultos y la falta de respeto a propios
y extraños prevalecía en las tribunas.
Mi lector, a quien ofrezco disculpas por no haber tenido la precaución
de leer primero su nombre, me refería que con su familia
fue removido de su lugar y testigo de situaciones poco propias de
los universitarios.
Pero antes de emitir opiniones permítanme algunas reflexiones:
¿Quién no ha disfrutado un partido gritando como desaforado
alguna de las palabras incongruentes que en aparente verso forman
las porras?, a saber Goyas, Huelums, siquitibunes (alguien que me
explique qué demonios significa o en qué idioma están)
¿Quién no ha gritado “vendido” u otras
linduras a los árbitros que sancionan a nuestros jugadores
o que marcan o no ese penalti?, y es que sin porras sinceramente
es muy poco probable que uno se pueda realmente divertir.
Por única ocasión en el día uno puede expresarse
de distintas maneras, ya sea a favor o en contra, pero al final
todo se reduce a expresarse. Cabe mencionar que esto no sólo
sucede en el ámbito de los deportes, en toda ocasión
una porra sirve para ovacionar o para rechazar a personajes de la
vida cotidiana o del campo de la política; (recordemos recientes
exhibiciones en las cámaras legislativas de otros países
o los “por qué no te callas”, tan de moda).
Siguiendo a la Real Academia de la Lengua, una porra significa:
“Grupo de partidarios que en actos públicos apoyan
ruidosamente a los suyos o rechazan a los contrarios. Conjunto de
gritos de estos partidarios.”
Visto desde esa óptica, podríamos pensar que la porra
existe desde que el hombre tiene la habilidad de comunicar sus ideas;
sin embargo, en el ámbito deportivo esto no siempre fue así,
los espectadores jugaban un papel pasivo en el deporte, lo cual
fue cambiando con el paso del tiempo para hoy en día convertirse
prácticamente en actores principales de muchos deportes.
La porra como animación deportiva surge en la década
de los 70’s del siglo XIX en los estadios de la Universidad
de Princeston, Estados Unidos, para animar a sus jugadores; esto
se expande de tal forma que varias universidades empiezan a crear
sus propios gritos de aliento generando una identidad universitaria
en los deportes que llega hasta nuestros días.
En este afán de imitar la educación norteamericana
y tratando de generar esa misma identidad universitaria, las porras
llegan a México para convertirse en importantes impulsoras
de rivalidades entre instituciones.
Es importante mencionar que estas no sólo se quedan en el
ámbito universitario, sino que se difunden de tal forma que
las porras comienzan a adquirir un papel fundamental en cualquier
celebración deportiva, volviéndose una manera muy
popular de recurrir a los gritos y los cantos para ser partícipes
de los eventos deportivos sin tener que sudar una camiseta. Ahora
el espectador tiene la capacidad de hacer suyo el deporte convirtiéndose
en actor principal del encuentro.
Se dice que fue el 2 de noviembre de 1898, durante un partido entre
la Universidad de Minnesota “Gophers” y Northwestern
cuando un estudiante de medicina llamado Jonhy Campbell (considerado
como el primer cheerleader o porrista) crea la famosa porra “Rah
Rah Rah, Ski-U-Mah, Hoo-Rah, Hoo-Rah, Varsity, Varsity, Minn-e-so-ta”.
Eduardo Galeano, en su libro Fútbol a Sol y Sombra editado
por siglo XXI escribe: “Cuando el partido concluye, el hincha,
que no se ha movido de la tribuna, celebra su victoria, ‘qué
goleada les hicimos, qué paliza les dimos’, o llora
su derrota, ‘otra vez nos estafaron, juez ladrón’.
Y entonces el sol se va y el hincha se va. Caen las sombras sobre
el estadio que se vacía. En las gradas el cemento arde, aquí
y allá, algunas hogueras de fuego fugaz, mientras se van
apagando las luces y las voces.
El estadio se queda solo y también el hincha regresa a su
soledad, el hincha se aleja, se dispersa, se pierde, y el domingo
es melancólico como un miércoles de ceniza después
de la muerte del carnaval.”
Desafortunadamente
la pasión ha derivado en violencia y barbaridad. En Europa
con los hooligans y en América del sur con los hinchas
la expresión se volvió acción negativa y
destrucción.
En México le llamamos barra brava y al respecto la enciclopedia
Wikipedia de la red dice: “El término barra brava
se emplea para designar a aquellos grupos dentro de una hinchada
que se caracterizan por producir diversos incidentes violentos,
dentro y fuera del estadio, despliegue pirotécnico y cánticos
empleados durante el desarrollo de los partidos”.
El término aparece en Argentina primero y luego en Uruguay,
entre 1950 y 1960; luego se fue extendiendo su uso por toda America
Latina. En Brasil se los denomina “torcidas organizadas”,
mientras que en otros continentes son conocidos como hooligans
o ultras.
Generalmente las barra bravas, también llamadas el grueso
de la hinchada, utilizan banderas (denominadas trapos) y diferentes
instrumentos musicales. Las barras bravas también se caracterizan
por ubicarse en las tribunas populares, aquellas que frecuentemente
carecen de asientos y donde los espectadores deben ver el partido
de pie.
Así pues cantar, gritar, repelar y todo aquello que conlleva
una porra es una muy sana diversión, desgraciadamente en
la actualidad una porra no nada más se reduce a eso, hoy
en día la educación que se nos ha transmitido con
respecto a las porras es también de mucha violencia física,
de una rivalidad que lo único que ocasiona es que se agreda,
tanto al equipo contrario como a la comunidad en general tirando
basura, o bien destruyendo las instalaciones donde se lleva a
cabo el evento, llevando la rivalidad de los distintos equipos
a otros lugares en donde ya hay afectaciones más severas
y a terceros que nada tienen que ver con el encuentro.
En mi opinión es ahí donde la mayoría de
la gente ya no está de acuerdo, ya que convierten un muy
bonito partido o torneo en una experiencia agresiva para el resto
de los espectadores.
Al final de cuentas los que somos fanáticos de algún
deporte no podemos opinar acerca de cómo debe ser la porra
de un equipo, pero sí podemos llamar a la cordura de los
participantes a mantener una celebración deportiva sana,
pacifica y llena de rivalidades que se disipen después
del encuentro y que todos podamos disfrutar y con esto que siga
el lenguaje florido, los gritos y el escándalo que para
eso nos pintamos solos, pero demostremos nuestro carácter
universitario y nuestra inteligencia emocional respetando a nuestros
semejantes y no provocando o aceptando provocaciones que deriven
en situaciones indeseables.
Recuerden que sigo esperando sus comentarios en el correo electrónico
otflores@uv.mx.
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