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Emilio
Carballido
y el cine
Roberto
Ortiz Escobar
roe_xal@yahoo.com.mx
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Con
la muerte reciente de Hugo Argüelles y la despedida de Emilio
Carballido desaparecen del mapa terrenal los veracruzanos más
relevantes del siglo pasado en el contexto de la dramaturgia nacional.
Se escribirá bastante acerca de la contribución de Carballido
al teatro como autor y también como difusor de la creación
escénica mediante ese proyecto longevo denominado Tramoya.
Habrá opiniones doctas pero también de amigos que lo
conocieron como hombre resuelto, simpático, inquieto, cálido
y hasta pícaro; también preocupado por lo que ocurría
en su entorno social.
Pero en algún momento deberá hacerse la evaluación
de su incursión en la pantalla grande, pues su nombre aparece
en alrededor de treinta películas, sea como autor teatral,
argumentista o guionista fílmico.
A continuación un repaso apresurado que inicia en 1954 cuando
Humberto Gómez Landero adapta y dirige Rosalba y los Llaveros
en Rosalba con las actuaciones de Verónica Loyo y Carlos Navarro.
Tres años después, Carballido se incorpora a la escritura
cinematográfica con Cabaret trágico, de Alfonso Corona
Blake, con quien vuelve participar tres veces más. Prestando
su pieza Felicidad (Felicidad, 1956). Haciendo, al lado de Luisa Josefina
Hernández, el argumento de La torre de marfil (1957), sobre
un pintor (Ernesto Alonso) que traiciona a su mujer con una marquesa
(Yolanda Varela) durante un México del siglo XIX con todo y
exposición de las pinturas de José María Velasco
y Juan Cordero. Escribiendo, con Oscar J. Brooks, Cabaret trágico
(1957) con las hermosas presencias de Columba Domínguez y Kitty
de Hoyos.
Carballido, Julio Alejandro y Luis Buñuel hicieron una magnífica
adaptación al ámbito rural mexicano en Nazarín
(1958, de Luis Buñuel), inspirados en la novela homónima
de Benito Pérez Galdós. El cineasta aragonés,
por su parte, logró uno de los relatos más intensos
del cine mexicano a partir de la figura de un cura que profesa la
fe cristiana, no obstante los reveses que le impone la realidad.
Cuatro serán los guiones del dramaturgo con Roberto Gavaldón,
tres de ellos relevantes. En principio, la multipremiada Macario (1959),
con una descripción correcta del México virreinal y
la encarnación memorable de Ignacio López Tarso como
un leñador a quien se le ocurre compartir un pavo con la mismísima
muerte.
A continuación, una cinta prohibida por varios años
(Rosa Blanca, 1961) filmada no sólo en la zona petrolera de
Poza Rica, sino en el atrio de la catedral y el palacio de gobierno
de la ciudad de Xalapa. Por último, la espléndida Días
de otoño (1962) sobre las obsesiones de la maternidad con la
malograda actriz Pina Pellicer.
En lo que podría considerarse un ramalazo fresco que intentaba
generar otros planteamientos temáticos y narrativos que sacudieran
la modorra decadente del cine nacional en los sesenta, Carballido
participa al lado de Alfonso Arau, Héctor Ortega y Pancho Córdoba
en la elaboración de El águila descalza (1969, de Alfonso
Arau), delirante comedia que apostaba al comentario crítico
de la política.
Al año siguiente se integra al proyecto de Reed, México
insurgente (1970, de Paul Leduc), estimulante propuesta sobre una
revolución mexicana en el cine, que desde los tiempos de Fernando
de Fuentes no cobraba mayor profundidad, a no ser la visión
folclórica de la tropa y los caudillos.
En los setenta y ochenta, varias de sus obras y guiones no tuvieron
la debida retribución en la pantalla grande, como por ejemplo
La Güera Rodríguez (de Felipe Cazals), Orinoco (Julián
Pastor), Rosa de dos aromas (Gilberto Gazcón) o Traficantes
de niños (Ismael Rodríguez, hijo). Acaso se salve El
esperado amor desesperado (1975, de Julián Pastor).
Más recientemente Jaime Humberto Hermosillo adaptó su
obra Escrito en el cuerpo de la noche con las recias actuaciones de
Martha Aura y Ana Ofelia Murguía (la primera había participado
en la escenificación teatral años atrás).
A Emilio Carballido se le agradece su contribución en la confección
de diálogos e historias que fortalecieron algunas películas
en un contexto cinematográfico donde frecuentemente los guiones
son una aberración, más aún cuando la vertiente
genérica determina toda una serie de lugares comunes.
El trabajo en equipo dio buenos resultados cuando se integraba el
dramaturgo cordobés. Ciertamente era muy celoso con las adaptaciones
fílmicas de sus obras teatrales, no permitiendo a veces un
tratamiento libre de parte de sus directores o adaptadores. Pero en
esto, cada creador tiene su consideración acerca de una obra
que conoce a la perfección. |
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