Año 8 • No. 299 • Febrero 18 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Emilio Carballido
y el cine

Roberto Ortiz Escobar
roe_xal@yahoo.com.mx

Con la muerte reciente de Hugo Argüelles y la despedida de Emilio Carballido desaparecen del mapa terrenal los veracruzanos más relevantes del siglo pasado en el contexto de la dramaturgia nacional.

Se escribirá bastante acerca de la contribución de Carballido al teatro como autor y también como difusor de la creación escénica mediante ese proyecto longevo denominado Tramoya. Habrá opiniones doctas pero también de amigos que lo conocieron como hombre resuelto, simpático, inquieto, cálido y hasta pícaro; también preocupado por lo que ocurría en su entorno social.

Pero en algún momento deberá hacerse la evaluación de su incursión en la pantalla grande, pues su nombre aparece en alrededor de treinta películas, sea como autor teatral, argumentista o guionista fílmico.

A continuación un repaso apresurado que inicia en 1954 cuando Humberto Gómez Landero adapta y dirige Rosalba y los Llaveros en Rosalba con las actuaciones de Verónica Loyo y Carlos Navarro. Tres años después, Carballido se incorpora a la escritura cinematográfica con Cabaret trágico, de Alfonso Corona Blake, con quien vuelve participar tres veces más. Prestando su pieza Felicidad (Felicidad, 1956). Haciendo, al lado de Luisa Josefina Hernández, el argumento de La torre de marfil (1957), sobre un pintor (Ernesto Alonso) que traiciona a su mujer con una marquesa (Yolanda Varela) durante un México del siglo XIX con todo y exposición de las pinturas de José María Velasco y Juan Cordero. Escribiendo, con Oscar J. Brooks, Cabaret trágico (1957) con las hermosas presencias de Columba Domínguez y Kitty de Hoyos.

Carballido, Julio Alejandro y Luis Buñuel hicieron una magnífica adaptación al ámbito rural mexicano en Nazarín (1958, de Luis Buñuel), inspirados en la novela homónima de Benito Pérez Galdós. El cineasta aragonés, por su parte, logró uno de los relatos más intensos del cine mexicano a partir de la figura de un cura que profesa la fe cristiana, no obstante los reveses que le impone la realidad.

Cuatro serán los guiones del dramaturgo con Roberto Gavaldón, tres de ellos relevantes. En principio, la multipremiada Macario (1959), con una descripción correcta del México virreinal y la encarnación memorable de Ignacio López Tarso como un leñador a quien se le ocurre compartir un pavo con la mismísima muerte.

A continuación, una cinta prohibida por varios años (Rosa Blanca, 1961) filmada no sólo en la zona petrolera de Poza Rica, sino en el atrio de la catedral y el palacio de gobierno de la ciudad de Xalapa. Por último, la espléndida Días de otoño (1962) sobre las obsesiones de la maternidad con la malograda actriz Pina Pellicer.

En lo que podría considerarse un ramalazo fresco que intentaba generar otros planteamientos temáticos y narrativos que sacudieran la modorra decadente del cine nacional en los sesenta, Carballido participa al lado de Alfonso Arau, Héctor Ortega y Pancho Córdoba en la elaboración de El águila descalza (1969, de Alfonso Arau), delirante comedia que apostaba al comentario crítico de la política.

Al año siguiente se integra al proyecto de Reed, México insurgente (1970, de Paul Leduc), estimulante propuesta sobre una revolución mexicana en el cine, que desde los tiempos de Fernando de Fuentes no cobraba mayor profundidad, a no ser la visión folclórica de la tropa y los caudillos.

En los setenta y ochenta, varias de sus obras y guiones no tuvieron la debida retribución en la pantalla grande, como por ejemplo La Güera Rodríguez (de Felipe Cazals), Orinoco (Julián Pastor), Rosa de dos aromas (Gilberto Gazcón) o Traficantes de niños (Ismael Rodríguez, hijo). Acaso se salve El esperado amor desesperado (1975, de Julián Pastor).

Más recientemente Jaime Humberto Hermosillo adaptó su obra Escrito en el cuerpo de la noche con las recias actuaciones de Martha Aura y Ana Ofelia Murguía (la primera había participado en la escenificación teatral años atrás).

A Emilio Carballido se le agradece su contribución en la confección de diálogos e historias que fortalecieron algunas películas en un contexto cinematográfico donde frecuentemente los guiones son una aberración, más aún cuando la vertiente genérica determina toda una serie de lugares comunes.

El trabajo en equipo dio buenos resultados cuando se integraba el dramaturgo cordobés. Ciertamente era muy celoso con las adaptaciones fílmicas de sus obras teatrales, no permitiendo a veces un tratamiento libre de parte de sus directores o adaptadores. Pero en esto, cada creador tiene su consideración acerca de una obra que conoce a la perfección.