Año 8 • No. 308 • Mayo 6 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Ciclo de cine
“Rostros femeninos”

Roberto Ortiz Escobar

Inicia un nuevo ciclo en la sede del Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana, ubicada en el Aula Clavijero de Juárez 55. Lleva por título “Rostros femeninos” e integra a una serie de actrices que participaron en varias películas producidas en diferentes décadas. Arranca con la hermosa Maureen O’Hara en una entrañable mirada nostálgica (¡Qué verde era mi valle!, 1941, de John Ford); le siguen la inolvidable Vivian Leigh en una versión fílmica no muy conocida de Anna Karenina (1948, de Julien Duvivier), la enérgica Bette Davis en rivalidad interpretativa con una Anne Baxter de bondad aparente (La malvada, 1950), la dupla envejecida conformada por Joan Crawford y Bette Davies compitiendo por el mayor de los arrebatos patéticos (¿Qué pasó con Baby Jane?, 1962, de Robert Aldrich), la talentosa Anne Bancroft en una de sus últimas apariciones fílmicas (Grandes esperanzas, 1998, de Alfonso Cuarón), la sofisticada como implacable Meryl Streep en El diablo se viste a la moda (2006, de David Frankel).

De un total de 11 cintas, la primera que veremos el próximo miércoles 7 será ¡Qué verde era mi valle! (How Green Was my Valley), conmovedor retablo de una familia de Gales que se desprende del apacible entorno campestre para ingresar a los avatares del progreso basado en la explotación del trabajo minero.

Si bien a Ford se le conoce por un género que ennobleció (“Me llamo John Ford y hago westerns”) con varias obras maestras (La diligencia, La pasión de los fuertes, La legión invencible, Fort Apache, El hombre que mató a Liberty Valance, El último hurra), también incursionó en diferentes géneros, siempre con depuradas narraciones y una carga humanista que apelaba al registro nostálgico a partir de un mudo idealizado donde las relaciones personales y familiares posibilitaban la sinceridad, la solidaridad y el respeto al otro.

John Ford fue un hombre infatigable que jamás se doblegó ante las responsabilidades laborales. Tan sólo en el periodo silente hizo 52 cintas y durante su larga trayectoria fílmica de 50 años abonó 113, algunas fundamentales para la historia del cine.

En el caso de ¡Qué verde era mi valle! reunió a un equipo talentoso que integraba la pertinaz música de Alfred Newman, la soberbia fotografía de Arthur Miller, un maduro guión de Philip Dunne, basado en la novela homónima de Richard Llewellyn y un cuadro actoral de primera encabezado por Walter Pigdeon, Maureen O’Hara y Roddy McDowall.

La cinta es un flash back en el que el joven Huw Morgan recuerda a su familia cuando él apenas era un niño, compartía el amor de padres y hermanos y disfrutaba de las mieles de una unión hogareña complacida por el paisaje suave y verdoso. Sin embargo, las dificultades económicas y las diferencias entre el padre y los hijos empezarán a cobrar fuerza cuando las condiciones laborales en la mina hagan crisis.

Al igual que Las viñas de la ira (1940), el director enfrenta a sus personajes a una realidad socioeconómica que los orilla a la separación familiar, la muerte, la emigración, el exilio, la pérdida de la inocencia. Las bondades de un presente que quisiera eternizarse son vapuleadas al imponerse el hambre generada por la pobreza. Sin embargo, Ford no sólo observa las tribulaciones y las situaciones aciagas. Al incursionar en el recuerdo de Huw, pone de relieve el valor de la memoria, tal vez la única atenuante que permita el rescate reconfortable de un pasado benevolente que existió y fue destruido por un entorno que sobrepasaba los ideales familiares. La memoria como única fuerza que permite la sobre vivencia y la paz interior.

Esta enorme obra se proyectará el miércoles 7 a las 18:00 horas.