Año 8 • No. 313 • Junio 9 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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Mucho de lo que construye la escuela
lo destruye la televisión: Woldenberg

Juan Carlos Plata
La escuela trata de formar a los niños en los valores de la ciencia, la información, el conocimiento, pero llegan a su casa, prenden la tele y están expuestos a tonterías, supercherías y prejuicios

En México la democracia sigue siendo novedad, tenemos apenas 11 años con esta realidad y a veces los viejos reflejos siguen teniendo impacto

Muy pocas personas en el país están más calificadas para hablar del proceso democrático mexicano que José Woldenberg Karakowsky, militante de izquierda en los años ochenta, consejero presidente del Instituto Federal Electoral durante las históricas elecciones intermedias de 1997 (en las que el PRI perdió la mayoría del Congreso por primera vez en la historia) y las presidenciales de 2000.

Sociólogo de carrera, académico de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), periodista –recibió el Premio Nacional de Periodismo en 2004–, Woldenberg Karakowsky recibió la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana en la Feria del Libro Universitario 2006 y, en esta ocasión, habla para UniVerso de política –con sus corrientes ideológicas de izquierda y derecha y cómo la entienden los ciudadanos–, democracia –y sus entretelones legislativos y mediáticos–, instituciones públicas, educación, universidades públicas y su papel en la sociedad mexicana actual.

En distintos momentos de la democracia mexicana –el último podría ser el debate sobre la reforma energética– se ha puesto de manifiesto una polarización de opiniones, ¿hay alguna manera de que estas diferencias se traduzcan en un beneficio para el país?
Lo primero que hay que decir es que es absolutamente natural en una sociedad masiva, compleja, moderna como la mexicana, que existan diferencias de opiniones, distintos diagnósticos, intereses, puntos de vista, sensibilidades. Eso es absolutamente natural.

¿Qué es lo nuevo? Que esa diversidad está hoy representada en los cuerpos legislativos: todavía hace 11 años, hasta 1997, en los cuerpos legislativos un solo partido tenía la mayoría absoluta de votos.

Entonces, la novedad no es la diversidad de opiniones, la novedad está en que esta diversidad colonizó el mundo de las instituciones públicas y yo digo que eso es una buena noticia.

¿Qué sucede en términos democráticos cuando hay diferencia de opiniones? Pues que lo que está abierto es el camino del diálogo y la negociación. Si algo saben hoy los partidos, los políticos, los legisladores, es que ningún partido puede por sí mismo hacer avanzar ninguna iniciativa, porque ninguno tiene el 50 por ciento más uno.

En este asunto de la reforma energética, como en toda la agenda de temas, hoy los políticos mexicanos están obligados a llegar a acuerdos si es que quieren que las cosas prosperen. Y yo creo que esto es un rasgo venturoso.

¿Se puede decir que los partidos políticos están cumpliendo su función de representar al conjunto de los mexicanos en el gobierno y en los cuerpos legislativos?
Existen diferentes percepciones de la relación entre políticos y ciudadanos. Voy a exponer dos campos que parecen polares y quizá paradójicos: Por un lado, si uno hace una encuesta entre los ciudadanos mexicanos sobre su opinión de los políticos, los partidos y el parlamento –y existen, no estoy especulando–, se puede ver que las calificaciones que obtienen son muy bajas; es decir, hay un malestar de los ciudadanos en relación a sus representantes, los políticos. Eso es cierto y hay encuestas que lo miden.

Sin embargo, por eso digo que es paradójico, nosotros vamos cada tres años a elecciones federales y en los estados y la sociedad mexicana ha construido tres grandes referentes partidistas –PRI, PAN y PRD–, estos tres partidos obtienen de manera sistemática más del 90 por ciento de los votos de los ciudadanos en cada elección.

En ese sentido me parece paradójico: las encuestas marcan un distanciamiento, una crítica, poco aprecio por los políticos y, al mismo tiempo, la mayor parte de los mexicanos votan o votamos por los tres grandes partidos políticos que México ha forjado.

Quienes están hoy en la Cámara de Diputados, en la de Senadores, quien es gobernador, quien es alcalde, quien está en un congreso local o en un ayuntamiento ha llegado a través de los votos de sus conciudadanos, y eso lo legitima como autoridad, y al mismo tiempo debe ser consciente de que en el imaginario público hay juicios muy adversos a su gestión. Ese es uno de los retos no de la germinal democracia mexicana, sino de las democracias en América Latina: la necesidad de robustecer y fortalecer los puentes de contacto entre políticos y ciudadanos.

De un tiempo a la fecha se ha puesto de moda pedirle a los ciudadanos respeto a las instituciones. ¿Las instituciones que tenemos en México respetan a los ciudadanos?
Cuando hablamos del mundo institucional estamos hablando de una constelación enorme; si un padre de familia quiere que su hijo vaya a la escuela, lo va a ir a inscribir a una escuela: ésa es una institución y ahí se atiende la necesidad de ese niño de aprender, de alfabetizarse, etcétera; es una institución que como todos sabemos tiene deficiencias, pero está ahí y es imprescindible.

Si hablamos de un trabajador y su familia que tienen problemas de salud y es afiliado al Seguro Social, seguramente se atenderán ahí, y ésa es una institución; y uno podrá entender que hay que reformar esa institución para que dé un mejor servicio, para que su cobertura sea más amplia.

Por eso digo que cuando hablamos de instituciones, hablamos de un universo muy diverso y vasto. Muy pocos mexicanos viven al margen de las instituciones, por fortuna.

Ahora, hay sin embargo –y eso lo sabemos todos– de instituciones a instituciones, algunas funcionan más y otras menos. Por eso se requieren análisis específicos de cada una de ellas, no se puede generalizar.

En las circunstancias actuales del país, ¿cuál sería el papel que deben adoptar las universidades y los universitarios? ¿Cómo podrían incidir en lo que pasa hoy en el país?
Las universidades juegan un papel fundamental: son las encargadas de la educación, de la investigación, de la difusión de la cultura. Es necesario desde ampliar las coberturas de las universidades públicas hasta el mejoramiento de la calidad de la enseñanza, de la investigación, porque los retos de las sociedades contemporáneas tienen que ver con el conocimiento, y en donde se decanta, se genera, se modula ese conocimiento es en las universidades y, muy especialmente, en las universidades públicas.

En buena medida el futuro del país depende de lo que suceda en sus universidades.

En la encuesta que realiza consulta Mitofsky sobre la confiabilidad de las instituciones, las universidades se encuentran muy bien situadas, ¿a qué cree que se deba eso?
La educación es uno de los insumos mejor valorados en nuestra sociedad. Cuento una experiencia: en 1997, el IFE junto con UNICEF realizó las primeras elecciones infantiles y juveniles donde lo importante era socializar la idea de que los niños tienen derechos, algo que nos parece tan elemental y fundamental pero que no está suficientemente socializado. A los niños se les preguntó –en un lenguaje adecuado para ellos– cuál era el derecho que más apreciaban (entre educación, alimentación, vivienda, buen trato, etcétera).

El dato que quiero subrayar es el siguiente: en las 32 entidades de la República ganó el derecho a la educación. ¿Qué quiere decir esto? Que existe un altísimo aprecio social por la educación. Las personas creen, y por desgracia no siempre se cumple, que la educación es la mejor vía legítima para mejorar en la vida.

Eso es algo que la sociedad mexicana tiene que aprovechar, dado que las expectativas de la inmensa mayoría de las personas están puestas en la educación, estamos obligados a dar la mejor educación posible para que realmente se convierta en una fórmula para que las personas puedan mejorar sus condiciones de vida.

Ahora, eso ya no sólo depende de la educación, la otra parte es que el país genere crecimiento económico y por esa vía, mayor empleo, y eso no está dentro de las posibilidades de las universidades. Pero ésa es la mancuerna para que haya más empleo: mejor educación y crecimiento económico.

Por otra parte, los medios de comunicación electrónicos, ¿cumplen con su deber constitucional?, ¿fortalecen la democracia mexicana?
La buena noticia es que en los últimos 20 años los medios se han abierto. Hoy recrean de mejor manera la pluralidad política e ideológica que hay en el país: si uno compara la cobertura que se hizo a las campañas de 1988 y de 2006, hay un cambio radical. En 1988 en las pantallas de televisión sólo aparecía un candidato, hoy no; hoy por lo menos aparecen de manera más equilibrada los partidos, los candidatos, sus propuestas y sus plataformas.

Ésa es la parte venturosa, yo creo que el proceso democratizador impactó a los medios y los medios acompañaron al proceso democratizador.

Ahora, en relación de los contenidos y la calidad creo que sí tenemos un déficit tremendo. Yo creo que mucho de lo que se construye en la escuela se destruye en la televisión. La escuela trata de formar a los niños, a los estudiantes en los valores de la ciencia, de la información, del conocimiento, y cuando uno prende la televisión y el radio, están llenos de tonterías, supercherías y prejuicios que se siguen retroalimentando.

Ahí hay un déficit muy claro y ojalá que así como hubo un cambio en el sentido de abrirse políticamente, los medios eleven sus estándares para que lo que comuniquen no sean supercherías. Que en la tele sigan apareciendo personas hablando de ovnis y de horóscopos es algo que hace daño.

En ese tema de los contenidos el Estado debería tener, cuando menos, una opinión al respecto, ¿no es así?
Está en la agenda la reforma a la Ley Federal de Radio y Televisión y a la Ley Federal de Telecomunicaciones. Yo creo que ése es el momento de entrarle al tema de concesiones, de regulación, a los temas centrales que tienen que ver con los medios de comunicación.

Muchos actores políticos en distintos foros han sostenido que México necesita una izquierda diferente a la que tiene. En su opinión, ¿cómo debería ser esa izquierda que el país necesita?
La izquierda que tenemos en México –o las izquierdas– son expresión de México, porque si no vamos a terminar pensando como si la realidad se pudiera reconstruir a imagen y semejanza de lo que uno piensa.

México tiene izquierdas que tienen expresiones distintas, y varias de esas izquierdas desembocan, confluyen y conviven en el referente de izquierda más importante del país que es el PRD.

Lo que a mí me gustaría es que la izquierda tuviese un compromiso con la democracia y la legalidad más claro, más remarcado. Que viera la democracia no sólo como un medio, sino como un fin en sí mismo y como una construcción a la que todas las corrientes políticas tienen que aportar. Y que si uno está en contra de una legislación ésta debe ser cambiada pero a través de los propios procedimientos que fija la norma.

Ésos serían los dos puntos que yo remarcaría de la izquierda que a mí me gustaría, lo que no puedo negar es que hay múltiples izquierdas que tienen signos de identidad distintos.

Andrés Hofmann hablaba de cómo Nexos ha tratado de combatir las desmesuras de la izquierda, ¿cuáles son estas desmesuras?
Nexos fue una de las revistas pioneras en el sentido de asumir que la democracia podría ser parte de la identidad de la propia izquierda. A fines de los setenta los paradigmas revolucionarios en la izquierda eran los hegemónicos. Yo creo que desde Nexos se contribuyó, aunque sea en un gramo, a esta reconversión de la izquierda hacia la democracia.

Hoy las franjas más importantes de la izquierda mexicana son demócratas, valoran lo que significa la democracia, y quieren reproducirse en un ámbito institucional y democrático. En ese sentido los afanes y los esfuerzos de una revista como Nexos han dado ciertos frutos.

Ahora, ¿cree usted que se discute lo suficiente con la derecha, que se le analiza lo suficiente?
Yo creo que sí, y el aspecto que más me preocupa de la derecha es su pulsión conservadora en muchos temas de la vida cotidiana e íntima. El obstáculo más fuerte para temas como la despenalización del aborto, sin duda fue la derecha; ahora que se aprobaron en la Ciudad de México las sociedades de convivencia fue la derecha la que se opuso. Esta no-escisión entre Iglesia y Estado, como lo acabamos de ver en Jalisco, con un gobernador desviando recursos para asuntos que no le competen, ésas son las cosas que más me preocupan de la derecha.

El que no se entienda que vivimos en un Estado laico, con una normatividad que intenta escindir la esfera de la fe de la esfera de la política, y esa pulsión antimoderna que no permite que muchos fenómenos que deberían verse de manera natural sean demonizados, me preocupa y mucho.

Este papel que ahora está intentando jugar el PRI, de fiel de la balanza, ¿qué tan democrático es?
Es que de alguna manera lo es, ningún partido tiene mayoría en la cámara y hay una polarización muy grande PRD-PAN. El beneficiario de eso es el PRI. La novedad de la vida política es que ningún partido por sí mismo puede hacer prosperar ninguna iniciativa, entonces negocian los que están en condiciones de hacerlo.

La aritmética democrática es muy sencilla: si uno tiene la mayoría de votos en el congreso puede legislar en solitario; si uno no tiene los votos suficientes tiene que pactar con otros. Ésta es una novedad en México, tenemos apenas 11 años con esta realidad y a veces los viejos reflejos siguen teniendo impacto. Pero todo mundo en México sabe ya que negocia o no prospera, que la negociación la impone la realidad, no los buenos deseos de los actores.

¿Esta negociación no se queda solamente en las cúpulas de los partidos?
Eso pasa en el Congreso, y en el Congreso está la representación nacional y todos los congresos se organizan a partir de grupos parlamentarios, no sólo en México, en Europa así es, en América Latina también, en Estados Unidos la disciplina partidista es casi nula, pero en casi todo el mundo lo que existen son grupos parlamentarios.

Supongamos que se eligiera un Congreso en el que ningún diputado fuera de partido, al llegar ahí haría un partido, porque si yo soy uno y quiero que mis propuestas prosperen necesito hablar con uno, con otro y con otro hasta construir una mayoría.

Los partidos políticos son imprescindibles para la reproducción de un sistema democrático y existen para las elecciones y en el parlamento. Eso me parece natural.

Ahora, que esos Congresos tengan que tender puentes para recabar opiniones, que no deben cerrarse, que no deben entenderse como fortalezas, que deben tener retroalimentación, por supuesto.

Una de las buenas cosas de este debate energético es que está llamando a abogados, especialistas, ingenieros petroleros, etcétera, así debe ser para el resto de los temas. El Congreso decide, pero no debe ser una fortaleza inexpugnable.

¿Tendrían que involucrar más a los ciudadanos, representar más fielmente la opinión de los ciudadanos que los eligen?
Claro, y que estén en contacto con las ONG: para cada asunto siempre hay especialistas, hay grupos de la sociedad que han trabajado en cada tema y deben ser convocados para opinar.