¿Cómo
pasó Emilio Carballido sus últimos días?, ¿quién
lo acompañó?, ¿qué música escuchaba?,
¿qué libro dejó sin terminar de leer?, ¿en
qué países se divirtió, comió o bebió
mejor? Son preguntas cuyas respuestas se deducen de manera sencilla
en la expo-homenaje que de forma cariñosa conformó la
Editorial de la Universidad Veracruzana (UV).
En la exposición, que estará abierta al público
todo este mes en la calle de Hidalgo número 9, se siente viva
la presencia del dramaturgo orizabeño. La estancia temporal
de sus objetos personales se antoja lógica partiendo de que
fue precisamente Carballido uno de los pilares fundadores de esta
casa editorial.
En grandes vitrinas descansa su corbata, su bufanda, su algo gastado
sombrero, su inseparable saco de lana a cuadros, el bastón
que lo ayudó a caminar hacia el final de su vida, la maleta
del que fue su último viaje, los pañuelos que siempre
usó, sin faltar los lentes de alta graduación que hacían
que sus ojos se vieran más vivos, más chispeantes. |
Fotografías de diferentes épocas nos muestran a los
múltiples Emilios: el que comía y bebía de
lo mejor, el que viajaba, el que amaba a los gatos, el que compartía
con los amigos, el que fumaba, el que gozaba de hablar por teléfono,
el que escribía en libretas, el que se disfrazaba para ir
a las fiestas.
Escenarios de ensueño como el Georges Pompidou o Notre Dame
en París, el Fujiyama en Japón o las ruinas romanas
de Éfeso muestran a un Carballido que solo, con su compañero
Héctor Herrera o con sus numerosos amigos recorrieron el
mundo. De Tongolele a Helena Garro, muchos son los fotografiados
con el dramaturgo.
Un lugar especial ocupa la vieja Royal en la que Carballido escribió
muchas de sus obras, su estilográfica y sus Tramoyas, todas
desde la primera publicada en 1957. Están en la exposición
numerosos carteles de puestas en escena como Te juro Juana que tengo
ganas, Rosa de dos aromas, Orinoco, Luminaria o Yo también
hablo de la rosa, representadas en Francia, Bruselas, Brasil y,
por supuesto, México.
Sus reconocimientos ocupan también un espacio, desde su premio
Heraldo hasta el que le rindiera el ministerio de cultura de Egipto.
Los discos de música clásica que tanto placer le dieron
se muestran junto a libros como Ibis de José María
Vargas Vila o Madame Zola de Evelyne Bloch-Dano en su lengua original.
La inauguración de la muestra tuvo lugar el pasado 11 de
junio. En ella, Héctor Herrera leyó a los presentes
su texto Un eterno viajero, que dio cuenta de los constantes ires
y venires de Carballido por Serbia, Estambul, Río de Janeiro,
Bangkok, Tailandia, India, Grecia, Rusia, Italia, España,
Rumania o Japón. Y dijo:
“A Emilio le encantaba viajar. En Japón aprendió
frases, a contestar el teléfono y los saludos habituales.
Un momento muy bello fue cuando en Camboya vimos a unos hombres
que vendían pajaritos, compramos unos y los liberamos, Emilio
se emocionó mucho. De Tailandia le gustaba su comida agridulce,
muy condimentada y los curry’s de colores.”
Héctor dijo también que Emilio siempre regresaba a
París, su ciudad favorita: “Regresaba a ver teatro,
a comer, ir al cine y a reencontrarse con todos los amigos que tenía”,
y concluyó: “Este año fuimos a Oaxaca, a ver
el árbol del tule, tres días después murió.
Esté donde esté, ha de seguir viajando.
¡Feliz viaje Emilio!”.
La expo-homenaje preludia la magna muestra que se realizará
del 12 al 21 de septiembre próximo en la Feria Internacional
del Libro Universitario que organiza la UV en el Museo del Transporte
y Exposiciones de esta capital. |