Año 8  • No. 315 • Junio 23 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
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  En realidad, ha crecido el número de lectoras
Es un mito el boom
de la literatura femenina


La escritora Ángeles Mastretta se consideró como una optimista escarmentada
Rosario Castellanos tenía menos lectores que yo, pero sólo porque algunas mujeres leían: Mastretta


Su nueva novela será la historia de los maridos
de Julia Corzas, personaje de su libro Maridos

Alma Espinosa
Al reflexionar sobre la literatura de todos los tiempos, es inevitable hacer referencia a géneros, épocas, grupos e incluso al éxito comercial. Por más que se quiera hablar de un escritor por separado, el contexto pareciera ser omnipresente para encasillar a la literatura.

El Estridentismo, los Contemporáneos, la Generación Perdida y hasta la del Crack tuvieron una etiqueta, además de que todos sus integrantes eran varones. Cuando las mujeres empezaron a tener un peso más fuerte en la literatura hispanoamericana, principalmente, surgió el llamado boom de la literatura femenina.

Pero, ¿qué tan cierta es o fue su existencia? Según Ángeles Mastretta, protagonista de este pretendido boom, no existe ni existió como tal. El fenómeno que en realidad apareció a partir de la mitad del siglo pasado fue el boom de la lectura femenina. Gracias a la incorporación de las mujeres al mercado laboral, se ganó el derecho de elegir lo que ellas querían leer, que en el mayor de los casos favorecía a escritores de su mismo género.

Al ser reconocidos los derechos de las mujeres, la preferencia por los autores leídos dio un giro rotundo y cedió el paso para que la obra de las escritoras fuera conocida por un número mayor de personas y cobrara reconocimiento tanto por lectores como por personas de la elite intelectual de nuestro país.

En entrevista para UniVerso, Ángeles Mastretta nos habla sobre la exaltación del trabajo de las escritoras, los retos de las mujeres y su situación después de la época en que se sitúa Arráncame la vida (Alfaguara, 1985), la obra más afamada de esta autora.

A través de los años, ¿cómo se van transformando los gustos por la lectura?
Mientras más mujeres se incorporan al mercado cultural, se incrementa la posibilidad de que te conozcan y reconozcan, como el caso reciente de las poetas Enriqueta Ochoa y Aline Petterson, quienes recibieron premios por su labor como escritoras.

La verdad, Rosario Castellanos tenía menos lectores que yo, pero porque menos mujeres leían. En el momento en que cada quien tiene derecho, gana su dinero y se compra el libro que quiere, no lee el libro que está en la biblioteca de sus papás. Muchísimas veces es completamente lógico, elige los libros escritos por mujeres. Por eso es que digo que no hay un boom de la literatura femenina, sino que hay un boom de las lectoras.

Yo creé la historia de Catalina (personaje principal de Arráncame la vida) que se ve como lo que pasó; sin embargo, la novela es algo que no se ha ido. Escribí un long seller y no un best seller, pues se sigue vendiendo 20 años después de publicado. El reto es cómo sigo hablando de otras cosas con los mismos lectores y con otros nuevos, pero eso es una cosa que si lo piensas frente a la computadora te paralizas. Uno tiene que seguir diciendo “en qué voy, en qué estoy pensando, qué estoy sintiendo, a mí que me interesa”. Ojalá que esto que me pasa, me interesa y quiero contar les concierna a otros.

¿Qué es lo que le interesa?
Lo mismo que me ha interesado siempre, la vida misma. Yo soy una optimista escarmentada, creo que hay muchas cosas muy buenas en mi mundo, muy dignas de contarse. También en batallas cruciales que se ven en la vida diaria, litigios que se ganan aparentemente en corto y que no se publican en los periódicos, pero que se van volviendo cruciales en la vida social. Eso me importa muchísimo, me importó antes y me sigue importando.

Al principio quizá me importó de manera poco consciente o deliberada y ahora me pasa de una manera deliberada. Por ejemplo, cuando escribí Arráncame… me obsesionaba contar la vida de un hombre que había sido así de poderoso y el medio social que propició: todo aquello que sucedió, los remanentes de los generales revolucionarios que se repartieron el país, la impunidad y el trato hacia las mujeres.

Quería contar la vida de un cacique, pero cuando necesité una voz para contarla inventé la voz de una mujer y en el momento en que inventé esa voz, su historia le ganó a la historia de hombre. Ella empezó siendo testigo de la historia y acabó siendo protagonista y eso es mucho de lo que nos está pasando a las mujeres ahora, empezamos atestiguando a lo mejor desde nuestras casas, de la infancia y de repente decidimos que no queremos participar en eso que miramos.

Ahora cada vez que me pregunto qué quiero escribir pienso en el mundo que ahí está y del que muchas veces no se habla, las batallas de la vida cotidiana y las respuestas extraordinarias a estos problemas ordinarios. Por ejemplo, “mi pareja quiere tener otra pareja, hago un discurso como de telenovela o reacciono distinto, veo venir las cosas y las retomo o las transformo, asumo mi relación de distinto modo o me voy a otra parte sin miedo y con alegría”. Me gusta dar testimonio de todo eso que pasa y que se piensa. Incluso, en mi novela Maridos (Seix Barral, 2007) es muy evidente esta intención que tengo de contar la vida.

Si las mujeres de ahora tienen más derechos y mayores posibilidades de elección, ¿a qué se enfrentan?
Ustedes lo saben mejor que antes. La violencia la enfrentó la generación de mi abuela y mi mamá. Hay muchas mujeres jóvenes y maduras que en sus casas siguen sufriendo violencia intrafamiliar y que la soportan, la resisten porque no les queda otro remedio. Por ejemplo, las mujeres de los narcotraficantes llegan a los refugios muy lastimadas porque están con gente habituada a la violencia y al salvajismo. Afortunadamente en el medio intelectual es difícil encontrar hombres capaces de maltratar a las mujeres, porque además de ser mal visto es poco tolerado. Una mujer que se basta a sí misma tiene conocimiento intelectual y puede cumplir con un trabajo y mantenerse; no aguanta a un hombre que le pegue.

¿Ya son mayores los retos de las mujeres?
Sí se han incrementado, pero también se ha enriquecido el mundo de los hombres porque antes no tenían acceso a la crianza de los hijos. Ya les toca ver cómo el niño aprende a caminar, incluso lo acompañan a hacer la tarea, lo cual antes no pasaba porque la mamá estaba ahí todo el tiempo. Los jóvenes disfrutan mucho de estas cosas, cambian pañales, cargan a sus niños, con lo que esa especie de yugo materno se ha quedado atrás para convertir la convivencia con los hijos una alegría común.

En efecto, las mujeres tenemos más retos pero la verdad es que tenemos muchas más gratificaciones. Antes la gratificación era que el marido dijera “¡Qué bueno estuvo el postre!”, hoy puede no decirlo y una de todas maneras tiene muchos otros lugares donde encontrar retribuciones, para lo cual debe saber cómo buscarlos y dónde encontrarlos.

¿Qué tanto han cambiado las mujeres desde los años de Catalina?
En la trama se sitúa a Catalina en la década de los treinta, luego se quedó existiendo hasta la fecha en los lectores y sobre todo en las lectoras. Lo que ella fantasea, sueña y lo que padece aún está en el aire, por eso Catalina sigue viva y Arráncame es una publicación que sigue vendiendo. Es un libro que empieza a verse de pronto como algo que ya pasó, lo cual es una maravilla. Antes se veía como “esto está pasando o acaba de pasar”; en cambio, ahora se lee como algo que la gente dice “esto ya pasó o empezó a exorcizarse desde hace mucho tiempo”.

Los valores que muestra la novela ¿siguen siendo válidos?
Ya pasó la urgencia de dar esas luchas para no vivir aplastadas por alguien, pero la verdad es que muchas mujeres siguen padeciendo relaciones de dependencia con sus hombres, muchas siguen sin decidir por sí mismas y son lastimadas y oprimidas no sólo por sus cónyuges, sino por el medio.

Sin embargo, a partir de la década de los ochenta muchas cosas han cambiado, sobre todo la forma de ver el mundo de las mujeres y sus actitudes. Cuando empecé a trabajar haciendo periodismo, en 1974 aproximadamente, en México trabajaba fuera de su casa 20 por ciento de las mujeres, ahora lo hace 70 por ciento, lo que indica que ya estamos en una condición de paridad respecto al derecho de acceder a los empleos; incluso, muchas veces tenemos más privilegios en comparación con los hombres.

Algunas ocasiones incluso tenemos una condición de privilegio respecto a algunos trabajos con los hombres. Hace poco mi hija terminó una tesis y un productor le dijo: “Tú lo haces muy bien, además eres mujer y como están las cosas hoy eso te favorece”, eso era impensable antes. Ahora un contratista te dice: “Tienes estas cualidades que podría tener un hombre y además eres mujer, que es una cualidad extra que ahorita necesitamos”.

Ante esta situación, ¿no considera que a veces se exagera con el feminismo?
Yo creo que no exageramos, pero sí enfatizamos de más la condición oprimida porque llevamos demasiado tiempo de padecerla; todavía tenemos muy fresca la situación de nuestras abuelas y vemos de cerca incluso la de mamá. Yo crecí en un modo distinto porque viví en un matriarcado, pero sé que hay muchas mujeres que viven en su casa opresión y dependencia que las lastiman.

El caso de Lidia Cacho es muy claro, hubiera sido más difícil mandar por un hombre para darle sus coscorrones, como lo dijo el gobernador de Puebla; se le hizo más fácil decir “Vamos por esta chamaca”, eso todavía fue posible. Dicha actitud tuvo una respuesta furiosa y quedó claro que no está sola. Hace tan sólo unos años una mujer golpeada no tenía donde ir, ahora hay en casi todos los estados uno o varios refugios para mujeres que padecen la violencia intrafamiliar.

Ángeles Mastretta es una escritora prolífica y, como es de suponer, su pasión por retratar la vida de los mexicanos continúa. Antes de concluir la entrevista dio a conocer que en el lapso que escribió Mal de amores, El cielo de los leones y Maridos escribió una novela que no ha publicado porque en ese tiempo no la consideró buena, pero aún está en espera.

En tanto esa obra termina de cuajar, tiene un libro pendiente que narrará la historia del tercer marido de Julia Corzas (personaje de Maridos). “Pero a lo mejor si cuento la historia de su tercer marido tengo que contar la historia del primero y segundo. La idea del juego es que los maridos no nada más son los hombres con quienes te casas sino con los que vas haciendo pareja, por eso el primero de Julia fue su papá, el segundo su abuelo, el tercero un fantasma y con el cuarto se casó. Así empieza la nueva novela.

”Esto quiere decir, esta cuando era niña tenía como referente masculino primero a su papá, luego a su abuelo. Cuando digo fantasma quiero que Julia Corzas haga el recuento de cómo uno es capaz de enamorarse de fantasmas, de hombres que una inventa, seres extraordinarios que una recrea. Todas hemos estado enamoradas de un espejismo, intensamente clavadas en una pasión que era una estupidez y justamente ésos son fantasmas. El tercer marido será un fantasma recurrente con el que tendrá una historia de muchas pasiones desordenadas”, adelantó.