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La
autonomía
revisitada (1 de 3)
Víctor M. Morales Pavón
Centro de Idiomas-Veracruz |
Dentro
de los planes y programas de desarrollo de la Universidad Veracruzana
(UV) (Plan de Trabajo 2005-2009) existe un interés por cuestionar
los paradigmas tradicionales en relación a una concepción
moderna de la educación, dentro del marco de un modelo de desarrollo
de competencias. El esfuerzo consiste en estimular una relectura del
ejercicio educativo que, en la práctica diaria, contribuirá
a romper con viejos moldes que actualmente ya no debieran tener cabida
en las aulas de nuestra casa de estudios.
Esta serie de dos artículos hace hincapié, en la primera
parte, en un eje fundamental en esta renovación sugerida dentro
del Modelo Educativo Integral Flexible de nuestro Programa de Desarrollo,
a saber, la Autonomía. En la última parte, especificamos
el desarrollo de la autonomía y el estudio de lenguas extranjeras.
En este primer artículo discutiremos acerca de este nuevo paradigma
y de cómo éste cuestiona, hoy, la antigua práctica
docente, así como los fundamentos de la enseñanza-aprendizaje
en general.
En el contexto tradicional de la enseñanza había un
elemento central que dominaba de manera total la clase: el maestro.
El académico era la figura central en el aula, aquel que dirigía
e imponía el ritmo a seguir en el salón. De esta manera,
el maestro tradicional se erigía en una figura de autoridad
incuestionable, ya que debía ser percibido como director, evaluador,
controlador o líder. Era él quien debía explicar
lo que el alumno tenía que hacer de manera exacta.
Evidentemente, dentro de este marco cerrado, al alumno le correspondía
tomar un papel meramente pasivo, acostumbrado a hacer lo que se le
decía y convirtiéndose en un autómata cuya única
preocupación era obtener una nota aprobatoria.
El rompimiento de este viejo paradigma consiste en rescatar la figura
del alumno como el centro de atención en la práctica
de la experiencia educativa. Para ello es necesario, primero, que
el papel del docente sea replanteado, y es ahí en donde reside
uno de los retos clave dentro de la filosofía del MEIF para
el académico de la UV hoy en día: el de pasar de ser
una figura autoritaria, identificada como un rector, juez y controlador,
a la de un guía, consejero y ayudante. Mientras el maestro
tradicional busca la autoridad dentro del aula, el académico
contemporáneo propicia una relación de calidad con el
estudiante, sin temor a sentir que su estatus se vea amenazado.
El objetivo es doble. Por un lado, establecer una relación
de pares en donde el papel del maestro sea efectivamente el de facilitar
la experiencia educativa al alumno y, como consecuencia de lo anterior,
que juntos tomen decisiones que anteriormente sólo correspondían
al maestro. Es decir, se requiere hoy más que nunca la inclusión
del alumno a lo largo del proceso educativo y, por lo tanto, en el
proceso de la toma de decisiones, contando con el asesoramiento de
su maestro.
Esto es un elemento necesario para el joven en su proceso de maduración,
así como en el desarrollo de la toma de conciencia de sus propias
responsabilidades como estudiante. Pero además, cuando los
alumnos toman conciencia de que pueden y deben tener mayor participación
en la definición de sus cursos, su aprendizaje se vuelve más
óptimo y la experiencia educativa se maximiza tanto para ellos
como para el académico.
Para que esto se realice es necesario el desarrollo de ciertas habilidades
o competencias en clase. Es decir, para que un alumno sea capaz de
responsabilizarse de la toma de decisiones acerca de su propio proceso
de aprendizaje, es necesario propiciar en él un grado de autonomía,
hacerle sentir que él también puede y debe tomar parte
en la planeación de la clase o del curso, que la última
palabra no necesariamente la tiene el maestro, y que el cuestionamiento
y la evaluación no sólo debe venir de la parte de éste.
La pregunta obvia es: ¿Cómo lograr lo anterior? ¿Qué
estrategias seguir para disminuir el nivel de dependencia del alumno
respecto al maestro y desarrollar en él una competencia de
iniciativa propia? o, de manera concreta, la pregunta que el maestro
deberá ayudar al alumno a responder es: ¿Cómo
aprendo mejor? Una manera es realizar un trabajo intensivo en el desarrollo
de lo que se ha llamado estrategias de aprendizaje, o dicho de otra
manera, en el desarrollo de la filosofía de aprender a aprender
(Delors, 1994).
Quizás el antecedente histórico más directo de
este concepto fueron los juegos mnemotécnicos que utilizaban
los narradores para retener y no olvidar sus historias, es decir,
para aprenderlas mejor. De manera general, la palabra estrategia (del
griego strategia, el arte de la guerra) es el plan o conjunto de pasos
para lograr un objetivo. |
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