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El
cine sobre negros en
el Festival Afrocaribeño
Roberto
Ortiz Escobar
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La
apertura del foro académico del XIV Festival Afrocaribeño
en Veracruz contó con la presencia de Harold Weaber, investigador
cuya ponencia tituló “Productores de cine negro en la
esclavitud y el tratado esclavo: el ajuste a la adecuada grabación
cinematográfica”.
Acompañado por Lorenzo Arduengo, jefe del Departamento de Cinematografía
de la Universidad Veracruzana, el curador de The China Film Proyect
y The Black Film Proyect, así como miembro del Instituto para
la Investigación de África y Afroamérica de la
Universidad de Harvard, se refirió inicialmente a la diáspora
africana en la que la población negra estuvo sometida fuera
de África a condiciones laborales de esclavitud, aludió
la colonización y apropiación de enormes
recursos naturales en territorio africano por parte de Portugal, Bélgica,
Francia e Inglaterra, y remató en el ámbito cinematográfico
señalando el manejo racista de la industria de Hollywood al
incluir en sus ficciones a personajes negros.
Amén de sus aportaciones como estudioso de la historia, presentó
al público veracruzano un amplio ciclo de cine donde destacan
las producciones cubanas y la inclusión de la mexicana La tercera
raíz. La raíz olvidada, de Humberto Rebollar.
Por lo que se refiere a la cinematografía caribeña,
la selección incluyó tres cintas de Sergio Giral, cineasta
que abordó frecuentemente el tema de la negritud (El otro Francisco,
Maluala y El rancheador), una de Humberto Solas (Cecilia) y
otra de Tomás Gutiérrez Alea (La última
cena, 1976).
Me detengo ahora en la última, realizada en el contexto de
una revolución que fundó en 1959 el Instituto Cinematográfico
de Artes e Industria Cinematográfica, el cual propició
temas sobre la liberación cubana de la dictadura de Fulgencio
Batista, así como de una población negra que durante
mucho tiempo vio atropellados sus derechos humanos más elementales.
Basada en El ingenio, una especie de tratado sobre la industria azucarera
cubana, el guión fílmico tomó como punto de partida
sólo una anécdota basada en hechos reales y que el director
de Memorias del subdesarrollo no pudo dejar pasar: durante un Jueves
Santo, el conde de Casa Bayona reúne a 12 esclavos, les lava
los pies y comparte con ellos la cena. Lo que viene a continuación
combina realidad con ficción. Al día siguiente los esclavos
no se presentan a la hacienda, cunde el encono del patriarca y la
inmediata represión a los 12 invitados, quienes serán
perseguidos y asesinados. El control férreo, sin embargo, no
impide que uno de ellos escape.
Con la intención de abordar temas candentes en coincidencia
con el discurso libertario castrista, Gutiérrez Alea
aprovechó la ocasión para introducir dos elementos en
buena medida paralelos. Por un lado las costumbres y supersticiones
de los negros resumidas en la cena y por la otra los preceptos religiosos
justificados como ofrenda caritativa que al no cuajar en sus intenciones
de convivencia interracial, cambia las coordenadas de manera abrupta empleando
entonces la fuerza del garrote.
Son aproximadamente 50 minutos los empleados en los sucesos de la
|cena, lo que le permite al cineasta lanzar una mirada mordaz sobre
la forma como ciertos valores humanos son tergiversados por la hipocresía
de una clase opresora. De confección puntillosa en la representación
en un mismo espacio y actuaciones secundarias más interesantes
que la principal (Nelson Villagra como el conde está excedido),
habrá que mencionar el color pastoso de la fotografía
como indicador inequívoco de que los laboratorios cubanos no
contaban en esos años con la tecnología adecuada. Importaba,
eso sí, el abordaje de contenidos que por primera vez se incluían
dentro de una cinematografía nacional ahora estatizada. |
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