Año 8 • No. 320 • Julio 28 de 2008 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


 Centrales

 Editorial

 General

 Reportaje

 Regiones

 Becas y oportunidades

 Arte

 
Deportes

 
Contraportada


 Números Anteriores


 Créditos

 

El cine sobre negros en
el Festival Afrocaribeño

Roberto Ortiz Escobar

La apertura del foro académico del XIV Festival Afrocaribeño en Veracruz contó con la presencia de Harold Weaber, investigador cuya ponencia tituló “Productores de cine negro en la esclavitud y el tratado esclavo: el ajuste a la adecuada grabación cinematográfica”.

Acompañado por Lorenzo Arduengo, jefe del Departamento de Cinematografía de la Universidad Veracruzana, el curador de The China Film Proyect y The Black Film Proyect, así como miembro del Instituto para la Investigación de África y Afroamérica de la Universidad de Harvard, se refirió inicialmente a la diáspora africana en la que la población negra estuvo sometida fuera de África a condiciones laborales de esclavitud, aludió la colonización y apropiación  de enormes  recursos naturales en territorio africano por parte de Portugal, Bélgica, Francia e Inglaterra, y remató en el ámbito cinematográfico señalando el manejo racista de la industria de Hollywood al incluir en sus ficciones a personajes negros.

Amén de sus aportaciones como estudioso de la historia, presentó al público veracruzano un amplio ciclo de cine donde destacan las producciones cubanas y la inclusión de la mexicana La tercera raíz. La raíz olvidada, de Humberto  Rebollar.

Por lo que se refiere a la cinematografía caribeña, la selección incluyó tres cintas de Sergio Giral, cineasta que abordó frecuentemente el tema de la negritud (El otro Francisco, Maluala y El rancheador),  una de Humberto Solas (Cecilia) y otra de  Tomás Gutiérrez Alea (La última cena, 1976).

Me detengo ahora en la última, realizada en el contexto de una revolución que fundó en 1959 el Instituto Cinematográfico de Artes e Industria Cinematográfica, el cual propició temas sobre la liberación cubana de la dictadura de Fulgencio Batista, así como de una población negra que durante mucho tiempo vio atropellados sus derechos humanos más elementales. Basada en El ingenio, una especie de tratado sobre la industria azucarera cubana, el guión fílmico tomó como punto de partida sólo una anécdota basada en hechos reales y que el director de Memorias del subdesarrollo no pudo dejar pasar: durante un Jueves Santo, el conde de Casa Bayona reúne a 12 esclavos, les lava los pies y comparte con ellos la cena. Lo que viene a continuación combina realidad con ficción. Al día siguiente los esclavos no se presentan a la hacienda, cunde el encono del patriarca y la inmediata represión a los 12 invitados, quienes serán perseguidos y asesinados. El control férreo, sin embargo, no impide que uno de ellos escape.

Con la intención de abordar temas candentes en coincidencia con el discurso libertario castrista, Gutiérrez  Alea aprovechó la ocasión para introducir dos elementos en buena medida paralelos. Por un lado las costumbres y supersticiones de los negros resumidas en la cena y por la otra los preceptos religiosos justificados como ofrenda caritativa que al no cuajar en sus intenciones de convivencia interracial, cambia las coordenadas de manera abrupta empleando entonces la fuerza del garrote.

Son aproximadamente 50 minutos los empleados en los sucesos de la |cena, lo que le permite al cineasta lanzar una mirada mordaz sobre la forma como ciertos valores humanos son tergiversados por la hipocresía de una clase opresora. De confección puntillosa en la representación en un mismo espacio y actuaciones secundarias más interesantes que la principal (Nelson Villagra como el conde está excedido), habrá que mencionar el color pastoso de la fotografía como indicador inequívoco de que los laboratorios cubanos no contaban en esos años con la tecnología adecuada. Importaba, eso sí, el abordaje de contenidos que por primera vez se incluían dentro de una cinematografía nacional ahora estatizada.