Año 1 • No. 42 • octubre 22 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
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Mónica Espinosa
El impulso creativo
 


Búsqueda al interior de la imagen...
Julio César Martínez

En el amplio horizonte visual, limitado quizá por árboles o edificios cercanos, existe un paisaje idealizado. Para encontrar los elementos que lo componen es necesario ampliar el campo de la experiencia, más allá del alcance de la percepción inmediata; donde posiblemente el artista, en un principio de manera deliberada, incorpore imágenes que no corresponden a su contexto cultural.

Sin embargo, poco a poco, unido al proceso de aprendizaje de las técnicas pictóricas y al reconocimiento de los materiales, el artista plástico inicia una búsqueda interior de las imágenes que habarán de reconstruir su estado de ánimo.

Precisamente para definir la experiencia artística de Mónica Espinosa, en este primer periodo de formación estética, utilizo la palabra impulso para definirla. Porque el impulso es una tendencia congénita a reaccionar ante cierta clase de estímulos, en este caso, se trata de estimulaciones visuales y táctiles que brotan del entorno, experiencia básica para producir una imagen pictórica propia.

Laboriosa y mesurada, Mónica Espinosa intenta reinventar el espacio exterior para confeccionar un espejo múltiple que le permita configurar su identidad creciente.

De este modo, recupera un paisaje onírico e idealizado que ahora vibra ante nuestros ojos: contemplemos con devoción crítica este primer intento que ahora nos convoca.


Trascendiendo el origen...
Margarita Pedraza

Apoyándose en materiales elegidos con intención, en un juego en el que la madera y el acrílico se mezclan con textiles que colorean y definen los planos, elementos todos que generan un metalenguaje que trasciende sus orígenes.

El trabajo de Mónica Espinosa está cargado de una cierta ingenuidad que se entremezcla con el sentido crítico de hechos y situaciones cotidianas. El manejo del autorretrato añade, a este singular conjunto, la fuerza característica de la introspección, todo evoca a la creación de un universo propio en el que ella se mueve con fluidez y en el que sólo cabe el personaje u objeto representado.

Mónica ocupa su propio lenguaje, mismo que llega a nosotros como una claro ejemplo de lo que la pintura puede transmitir y cómo una fuerte evidencia de una personalidad firme que sabe ciertamente lo que quiere y cómo expresarlo.