Año 2 • No. 43 • octubre 29 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
Publicación Semanal


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Tradición de vida, colorido y música
Fiesta de Muertos en Tempoal
Jorge Vázquez Pacheco
 


Xantolo es el nombre con que los habitantes de la población huasteca de Tempoal denominan las festividades en honor de sus muertos. Se trata de un vocablo de composición híbrida que combina los términos santo y olo; éste último, de origen autóctono que significa "abundancia". Como en la mayor parte de las regiones nacionales en que se observa la tradición, en Tempoal la fiesta de muertos presenta características que permiten diferenciarle de sus similares en otras latitudes.

Las raíces de esta celebración se remontan hasta los tiempos prehispánicos, en la serie de ceremonias que los mexicas denominaban Micailhuiltontli -fiesta pequeña de los muertos- y que tenían lugar durante julio en el calendario gregoriano. Al retomar esta costumbre los tempoalenses, al igual que los habitantes de muchas otras partes de México, recurrieron al sincretismo e integraron a la misma elementos propios de la religión de los conquistadores. De esta forma, en los días previos se instalan altares de forma arqueada y vestidos con ramaje de diversas plantas y flores. Hacia las primeras horas del 31 de octubre, los cohetones señalan el camino que habrán de seguir los espíritus que regresan al reencuentro con sus familiares, a la vez que los estallidos servirán para ahuyentar a los espíritus malignos y chocarreros. En tierra, los festejantes ya habrán marcado senderos con pétalos de flor de cempasúchil que conducirán a los difuntos hasta los altares para ellos destinados.

La fiesta del 31 se destina a los chiquitos, los muertos a temprana edad, por lo que las ofrendas contienen elementos propios del gusto de los niños y jóvenes. Las velas, antes de diversas formas y compleja elaboración, tienden a ser sustituidas por veladoras comerciales de vaso. A cada difunto se ofrece una vela o veladora, y junto a la misma es frecuente encontrar una extra, destinada al alma sola, los fallecidos que no tienen quién les ofrende un altar o cuyo pecado ha sido tan grave que no pudieron alcanzar los favores divinos. Al iluminar el camino de retorno de los muertos, se tiene buen cuidado de mantener las velas encendidas el mayor tiempo posible, administrando su consumo para tratar de que se apaguen totalmente hacia el 3 de noviembre, esto es, hasta el final de los festejos de muertos.

Otra de las características de esta tradición es que los observantes suponen que los difuntos han tenido una influencia decisiva en la abundancia de cosechas y, por ende, en el bienestar de las familias. Por lo mismo, las ofrendas contienen alimentos elaborados básicamente con productos propios del campo regional, como pemoles, alfajores, dulces de caguayote; tamales de pollo, res y cerdo, así como una diversidad de productos alimenticios que se supone fueron de la predilección del difunto a honrar.

Existe en esta zona huasteca otro detalle interesante, y es el de las comparsas con "los viejos", los disfraces que permiten materializar el alma de los difuntos. Estos disfraces son tan variados como la imaginación de quienes les portan, y consta invariablemente de una máscara que puede ser de madera o de hojas secas de mazorcas. Los "viejos" tratan de cubrirse de la mejor manera, complementando la indumentaria con un paliacate para cubrir cuello y parte posterior de la cabeza. Existe la idea de que el ser viviente que porta el traje de "viejo" no debe ser reconocido por los festejantes y, mucho menos, por la Muerte. Los niños, por su parte, también "se ponen la piel" de los difuntos y se disfrazan de "chiquitos", para danzar antes que hagan lo propio los integrantes de "la viejada". Sólo pueden hacerlo en el transcurso del 31 de octubre, mientras que los de "la viejada" lo harán los días restantes.

Lo anterior resulta en uno de los atractivos elementales de las Fiestas de Muertos en Tempoal. La música tiende a ser de carácter melancólico y hasta doliente, compuesta por músicos aficionados huastecos y ejecutada por soneros que interpretan en violín, guitarras y jaranas. De esta música se han desprendido sones tradicionales, entre los que se destacan El salto del tigre, El cuatro vueltas, Cada quien su derecha, La polla pinta, El agachadito, El piojo y la pulga, El volteón y La patita, entre muchos otros.