Año 2 • No. 47 • noviembre 26 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
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Lluvia de estrellas: en el UniVerso
Se nos cayó el cielo...
Heriberto G. Contreras Garibay

Cuando tuvimos la noticia de que "el cielo se caería" ante nuestros ojos, no dudamos ni un momento en poner fecha y hora para ir juntos y ser testigos de ese fenómeno que sólo cada 35 años en promedio se presenta; una lluvia de estrellas.
Me llaman la atención dos cosas, primero, lo que en la mente de cada uno de los observadores significó el fenómeno, porque contrario a la mayoría de las ocasiones, estuvimos de acuerdo casi inmediatamente en asistir, sin negociar, sin debatir, una costumbre muy sana dentro del Observatorio de la Ciencia (OC), ya que sólo así concretamos nuestros proyectos, pero que en el proceso lleva algo de tiempo.
Lo segundo, fue darme cuenta que el entrenamiento es la base para lograr cualquier meta por difícil que parezca; el dominar una técnica a la perfección es la clave en el éxito, y en el OC los consejos y la disciplina de trabajo recibidos son la mejor enseñanza, y en situaciones como ésta, vaya que sirven.
Por fin, sábado 17 de noviembre, a las 11:00 horas la única disyuntiva era determinar el mejor sitio para observar el fenómeno. Después de tomar los últimos datos en la red y en los apuntes de archivo, y constatar que en el cuadrante de las Leonidas, perteneciente a la constelación de Escorpión sería el avistamiento, enfilamos hacia la aventura.
La ruta, que iniciamos alrededor de las 18:00 horas del mismo sábado nos condujo sobre la carretera federal MX 140, que comunica a Xalapa con las ciudades de Puebla y México. Sólo un inconveniente se presentó, las nubes no cedían y evitaban la vista clara de la atmósfera y, por consiguiente, de las estrellas.
Con el paso de los primeros 37 kilómetros, con las poblaciones de Los Molinos y Cierra de Agua (ambas sin energía eléctrica), y con un tráfico de susto en ambos sentidos, descubrimos por primera vez el cielo. La esperanza también se volvió constelación, cuando en el centro de la bóveda celeste apareció la Estrella Polar.
Buscando un claro en el campo, aunque lo más oscuro posible, arribamos a San Miguel Texmelucan, estado de Puebla, a unos cinco kilómetros de Oriental, en los inicios de la vasta Altiplanicie Mexicana. Entre magueyes y pasto seco, sin duda por los dos grados bajo cero que se registran durante la noche en esta época del año en esos lugares, esperamos la llegada de los invitados, las estrellas, las cuales permanecían móviles y en miles sobre nuestras cabezas.
Lo más contradictorio en este asunto, es que precisamente fuimos a observar una ilusión óptica. ¿Por qué? Resulta que una lluvia de estrellas no es una lluvia de estos astros, sino pedazos de meteoros, como la cola de un cometa o restos de una estrella que murió hace algunos miles de años que, después de viajar millones de kilómetros, ingresan a nuestra atmósfera, y en ese camino se incendian y se desintegran.
Así lo vimos cuando el congelado reloj marcaba la 1:45 horas, de una gélida madrugada poblana. Sin embargo, lejos de la civilización, durante más de dos horas contemplamos el cielo mientras que meteoros que se incendiaban dejando estelas de varios minutos y de colores verde, azule, naranja, rosa e incluso, morado, aparecían primero solos y después por decenas.
Muy probablemente los fragmentos contenían cobre, cobalto, calcio y estroncio, entre otros elementos químicos, lo que propició esos colores generando un espectáculo natural incomparable. Del regreso, mejor ni hablar, porque cualquiera de los ahí presentes, aunque nadie lo externó, hubiésemos querido que nunca terminara, pero el frío de las 4:00 de la madrugada nos señaló que era hora de ir a calentarse y dormir para evitar estragos en la salud.
Los reportes que nos han llegado desde entonces, como el del grupo del área de Astronomía/CIF-US de la Universidad de Sonora (Unison) señalan que el valor más alto contabilizado registró la visibilidad hasta de un meteorito por segundo, arrojando este valor un promedio de tres mil 600 meteoritos visibles por hora.
Y aunque es cierto que los del OC no apreciamos esta cantidad de ráfagas multicolores partiendo el cielo en miles de pequeños espacios en nuestra latitud, de los 90 grados, nos pareció una lluvia cualquiera, claro que esta fue en el UniVerso...