Acaso es posible que la muerte celular sea la base de todo un ciclo
vital? Suena algo descabellado ¿verdad? Sin embargo, gracias
a un mecanismo maravillosos es que se realizan numerosos procesos
biológicos... la apoptosis o muerte programada. Ésta
es un proceso activo de muerte celular, una especie de suicidio
que implica la supervivencia y adaptación del individuo,
donde la célula no estalla sino que es fagocitada por los
anticuerpos o las células adyacentes, es decir, se la comen,
a diferencia de la necrosis o muerte accidental, donde la célula
sí explota y vierte el contenido de ella.
Lo más impresionante de esto es que cada célula ya
tiene programada genéticamente su muerte y lo mejor: no causa
daño a los tejidos circundantes, ejerciendo una función
esencial, que se evidencia desde el estado embrionario del organismo.
Todo comienza así: mientras el ser vivo se va diferenciando
(antes de su nacimiento) va adecuándose al medio y es ahí
donde entra en acción la apoptosis; de manera que, por ejemplo,
en un niño en el que se están desarrollando los dedos
de la mano, al principio éstos se encuentran unidos por membranas,
pero luego, gracias al suicidio celular, éstas van degenerándose
hasta tomar la forma conocida en la mano. Lo mismo pasa con la cola
del renacuajo, con las hojas de los árboles en otoño
o la formación del paladar y la retina.
También en la fase adulta se observa este maravilloso mecanismo,
y digo maravilloso porque a él le debemos el hecho de que
nuestros órganos no crezcan de forma incontrolada y que las
células dañadas o infectadas mueran... ¿te
imaginas con un intestino kilométrico?
Pero ¿cómo es que se lleva a cabo tal mecanismo? En
primer lugar, existen genes, conocidos como ejecutores o killers,
que envían la orden de bloqueo de supervivencia; luego, la
superficie celular se reduce; después, la cromatina (conjunto
de ADN y proteínas) se fragmenta, provocando la ruptura de
la misma célula y, finalmente, estas partes son fagocitadas
por el sistema inmunológico.
Lo anterior es muy interesante, pero... ¿hay algo más?
¿Existe una aplicación práctica de la apoptosis
en el ser humano? ¿Podemos utilizarla aun más en nuestro
beneficio?
De hecho ese es el motivo por el que se le ha dado la atención
que requiere. Desde que en 1972 J. Kerr, A. Willie y J. Curie dilucidaron
las implicaciones de este mecanismo en los diversos procesos y enfermedades,
se han desarrollado investigaciones donde es evidente que la apoptosis
es un factor crucial en las peores enfermedades actuales, como el
cáncer o el Sida y algunas otras de carácter auto
inmune como la esclerosis múltiple o el lupus eritematoso.
Con respecto al Sida, los linfocitos T-CD4 o los T-CD8 son destruidos
por el VIH debido a su acción tan potente la cual logra inducir
al suicidio a estas células no infectadas, hecho que desencadena
en una falta de anticuerpos y que el cuerpo esté en peligro
de contraer cualquier infección y ésta resulte fatal.
Por el contrario, en el cáncer no se induce a la muerte sino
las células tumorales presentan resistencia a la apoptosis,
lo cual les permite ir creciendo y hacerlas inmunes tanto al sistema
natural como a los medicamentos, quimio y radioterapias, que tratan
de inducirlas a la muerte.
Por su parte, en las enfermedades autoinmunes, el sistema inmunológico
se confunde y termina, por error, matando a las células buenas.
En este sentido, la apoptosis entra en acción, misma que
podríamos entender como una auto digestión.
Dado lo observado, se piensa que la apoptosis nos puede brindar
aun más beneficios con ayuda de la terapia génica.
En el nematodo Caenorhabditis elegans (mejor conocido como lombriz
intestinal) se ha encontrado que el proceso es inducido por dos
genes (CED-3 y CED-4) que actúan autónomamente -pues
la anulación de su expresión impide la muerte-; y
también en algunos mamíferos el protooncogen C-MYC
y el gen supresor de tumores P53 preceden la aparición del
mecanismo. Por lo tanto, se está buscando la existencia de
genes que frenen la muerte celular para que así se logre,
por ejemplo, inducir a la muerte sólo aquellas células
cancerosas sin dañar al tejido vecino, como las actuales
terapias contra la enfermedad. O mejor aun, sustituir el gen P53
defectuoso por uno sano, para que la muerte de esas células
sea in situ por medio de la apoptosis.
No cabe duda que la naturaleza es sabia, aunque ¿es antinatural
la mano del hombre para lograr mejorar la vida del mismo, considerando
que él también es parte del entorno?.. Espero tus
comentarios en el siguiente correo electrónico:
brenda@biociencias.org
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