Año 2 • No. 48 • diciembre 3 de 2001 Xalapa • Veracruz • México
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Accidentada historia del aeropuerto de Texcoco
Entre ejidatarios, aves y fósiles
Jorge Jolmash
 


El diccionario general de la lengua española Vox, define la palabra interdisciplinario como algo relativo a varias disciplinas científicas o culturales. Un ejemplo bastante interesante de un problema que nos obliga a adoptar un enfoque interdisciplinario, podemos encontrarlo en la reciente polémica que ha despertado la construcción del aeropuerto internacional en el ex vaso de Texcoco.

Este proyecto, cuyas primeras menciones periodísticas pueden rastrearse hacia principios de noviembre de 1996, nace como un intento por parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), para crear un aeropuerto alternativo con el fin de evitar la saturación aérea del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM). Desde un principio, dos proyectos distintos compitieron por la construcción de este aeropuerto alternativo: uno de ellos proponía que el aeropuerto se construyera en Tizayuca, Hidalgo; mientras que el otro presentaba como sede a Texcoco, Estado de México.

Para decidir cual de las dos localidades era la más adecuada para la construcción del aeropuerto, más de 100 investigadores pertenecientes al Programa Universitario del Medio Ambiente (PUMA) de la UNAM, realizaron un estudio de impacto ambiental en ambos lugares y llegaron a la conclusión de que tanto en un lugar como en el otro habría daños ecológicos, pero en cualquiera de los dos casos hay medidas para resolver o minimizar dichos daños.

Con los datos aportados por ese estudio y después de muchas deliberaciones por parte de la SCT, se eligió a Texcoco para construir el aeropuerto, basándose en gran medida en su mayor cercanía con la capital del país. Sin embargo, ese no sería de ningún modo el final del conflicto. A continuación expongo algunas de las principales objeciones ambientales que se han presentado en contra del establecimiento del aeropuerto internacional de Texcoco.

Una de las primeras críticas que se formularon en contra del aeropuerto de Texcoco, se referían a que en la zona donde se planea construir el aeropuerto, habitan 144 especies de aves migratorias que, además de ver afectado su hábitat natural, podrían poner en riesgo la aviación en esa zona. Esa objeción fue pronto refutada.

De acuerdo con un estudio publicado en marzo por Rodrigo Medellín y María del Coro Arizmendi de la UNAM, siempre y cuando se tomen las precauciones pertinentes, no hay razón para esperar que la construcción del aeropuerto en Texcoco provoque efectos negativos no mitigables en las poblaciones de aves que arriban a la región.

Mucho más difícil de responder es la crítica presente en un estudio realizado por el Consejo Nacional de Población (Conapo), que asegura que de construirse el aeropuerto en Texcoco se corre el riesgo de generar una "estructura urbana fragmentada y segregada; destrucción, degradación o desarticulación de entorno urbanos; transformación sin control del uso de suelo; presión masiva sobre la infraestructura vial y su saturación, así como peligro permanente de inundaciones y deterioro de recursos naturales y medio ambiente" (La Jornada 14 de noviembre 2001). Según este organismo, la decisión de ubicar el aeropuerto no podía ni debía adoptarse sólo con base en criterios técnicos o aeronáuticos, sino también demográficos y urbanos. Además, habría que añadir que la región en la que se planea la construcción del aeropuerto, en particular una comunidad conocida como Tocuila, igualmente es un terreno excesivamente salitroso y una rica veta de restos fósiles (hasta ahora muy poco explorada) en la que se encuentran restos de especies como el mamut, caballos, aves, camellos, felinos, bisontes, conejos, tortugas, peces y moluscos que vivieron a fines del pleistoceno y principios del holoceno.

Por si todo esto fuera poco, está la totalmente respetable presión de los habitantes del lugar, entre ellos los ejidatarios de San Salvador Atenco, que se oponen a la construcción del aeropuerto en sus tierras. Tomando en cuenta todos estos factores, la única forma de llegar a una solución razonable para este conflicto, es la participación de un grupo interdisciplinario de asesores, entre los que se encuentren científicos naturales y sociales. El único inconveniente es que este grupo, además de ser interdisciplinario, debe ser absolutamente honesto e imparcial, lo que es muy difícil de encontrar hoy en día.