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El diccionario general de la lengua española Vox, define
la palabra interdisciplinario como algo relativo a varias disciplinas
científicas o culturales. Un ejemplo bastante interesante
de un problema que nos obliga a adoptar un enfoque interdisciplinario,
podemos encontrarlo en la reciente polémica que ha despertado
la construcción del aeropuerto internacional en el ex vaso
de Texcoco.
Este
proyecto, cuyas primeras menciones periodísticas pueden rastrearse
hacia principios de noviembre de 1996, nace como un intento por
parte de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT),
para crear un aeropuerto alternativo con el fin de evitar la saturación
aérea del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México
(AICM). Desde un principio, dos proyectos distintos compitieron
por la construcción de este aeropuerto alternativo: uno de
ellos proponía que el aeropuerto se construyera en Tizayuca,
Hidalgo; mientras que el otro presentaba como sede a Texcoco, Estado
de México.
Para
decidir cual de las dos localidades era la más adecuada para
la construcción del aeropuerto, más de 100 investigadores
pertenecientes al Programa Universitario del Medio Ambiente (PUMA)
de la UNAM, realizaron un estudio de impacto ambiental en ambos
lugares y llegaron a la conclusión de que tanto en un lugar
como en el otro habría daños ecológicos, pero
en cualquiera de los dos casos hay medidas para resolver o minimizar
dichos daños.
Con
los datos aportados por ese estudio y después de muchas deliberaciones
por parte de la SCT, se eligió a Texcoco para construir el
aeropuerto, basándose en gran medida en su mayor cercanía
con la capital del país. Sin embargo, ese no sería
de ningún modo el final del conflicto. A continuación
expongo algunas de las principales objeciones ambientales que se
han presentado en contra del establecimiento del aeropuerto internacional
de Texcoco.
Una
de las primeras críticas que se formularon en contra del
aeropuerto de Texcoco, se referían a que en la zona donde
se planea construir el aeropuerto, habitan 144 especies de aves
migratorias que, además de ver afectado su hábitat
natural, podrían poner en riesgo la aviación en esa
zona. Esa objeción fue pronto refutada.
De
acuerdo con un estudio publicado en marzo por Rodrigo Medellín
y María del Coro Arizmendi de la UNAM, siempre y cuando se
tomen las precauciones pertinentes, no hay razón para esperar
que la construcción del aeropuerto en Texcoco provoque efectos
negativos no mitigables en las poblaciones de aves que arriban a
la región.
Mucho
más difícil de responder es la crítica presente
en un estudio realizado por el Consejo Nacional de Población
(Conapo), que asegura que de construirse el aeropuerto en Texcoco
se corre el riesgo de generar una "estructura urbana fragmentada
y segregada; destrucción, degradación o desarticulación
de entorno urbanos; transformación sin control del uso de
suelo; presión masiva sobre la infraestructura vial y su
saturación, así como peligro permanente de inundaciones
y deterioro de recursos naturales y medio ambiente" (La Jornada
14 de noviembre 2001). Según este organismo, la decisión
de ubicar el aeropuerto no podía ni debía adoptarse
sólo con base en criterios técnicos o aeronáuticos,
sino también demográficos y urbanos. Además,
habría que añadir que la región en la que se
planea la construcción del aeropuerto, en particular una
comunidad conocida como Tocuila, igualmente es un terreno excesivamente
salitroso y una rica veta de restos fósiles (hasta ahora
muy poco explorada) en la que se encuentran restos de especies como
el mamut, caballos, aves, camellos, felinos, bisontes, conejos,
tortugas, peces y moluscos que vivieron a fines del pleistoceno
y principios del holoceno.
Por
si todo esto fuera poco, está la totalmente respetable presión
de los habitantes del lugar, entre ellos los ejidatarios de San
Salvador Atenco, que se oponen a la construcción del aeropuerto
en sus tierras. Tomando en cuenta todos estos factores, la única
forma de llegar a una solución razonable para este conflicto,
es la participación de un grupo interdisciplinario de asesores,
entre los que se encuentren científicos naturales y sociales.
El único inconveniente es que este grupo, además de
ser interdisciplinario, debe ser absolutamente honesto e imparcial,
lo que es muy difícil de encontrar hoy en día.
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