1978. López Portillo se disponía a perforar en la región de Chicontepec
16 mil 16 pozos petroleros de baja producción, de 100 barriles diarios
como promedio, para enfrentar el gran reto de convertir a nuestro
país en una de las potencias petroleras más importantes del mundo.
Cuatro
años después, en el último informe de su gobierno -además de no
haber hecho semejante locura que hubiera dado al traste con la región
agropecuaria más importante del país-, nacionalizaría los bancos
y con ello fenecería su utópica propuesta de asumir la modernidad
del primer mundo a costa del hidrocarburo, para dar inicio a una
de las etapas inflacionarias más agudas de que se tenga memoria.
1978
era la época de administrar la abundancia, según decires del propio
Presidente; pero también fue un año de propuestas inteligentes.
Porfirio Muñoz Ledo abandonaba la Secretaría de Educación Pública
(sep), ocupando su lugar Fernando Solana Olivares, brillante Secretario
General de la sep en el rectorado de Javier Barros Sierra, el ingeniero
civil de gratísima memoria que supo poner en alto a la universidad
pública durante el movimiento estudiantil y popular de 1968.
Junto
a Solana llegaba a la Subsecretaría de Educación Superior e Investigación
Científica el economista Eliseo Mendoza Berrueto y al frente de
la anuies estaba Rafael Velasco Fernández, que fuera Rector de nuestra
Casa de Estudios y actualmente miembro de su Junta de Gobierno.
Corría
octubre al tiempo que se convocaba a la reunión nacional del organismo
que aglutina a todas las universidades e institutos de enseñanza
superior de nuestro país. El sitio de reunión era la ciudad de Puebla.
Allí, un siglo después de que Ignacio Zaragoza se cubriera de gloria,
se dio un paso trascendental en asuntos de la difusión de la cultura,
área sustantiva de la universidad pública: se acordó que la ciencia
y la tecnología, subconjuntos de la cultura, tuvieran una importancia
similar a las artes y a las letras en cuanto a su difusión.
La
divulgación de la ciencia y la tecnología entraba de lleno y oficialmente
a formar parte de la tercera función de la universidad pública.
Nuestra universidad asumió el reto de inmediato. Convocó a estudiantes
de letras, conocedores del idioma español, para que fueran "intermediarios"
del conocimiento entre los científicos que lo conocían y el pueblo
que lo desconocía -y que lo necesitaba para ponerlo en práctica
al servicio de su vida cotidiana-, para vulgarizarlo.
El
resultado fue exitoso: gracias a la escritura surgida, se hicieron
programas de radio para la ciudad y el campo, que ganaron premios
nacionales, y se editó la revista Extensión que en su momento fue
ejemplo de Divulgación de la Ciencia para las universidades de México.
Víctor
Arredondo propone en su "Paradigma Universitario Alternativo" llevar
el conocimiento universitario a los que no lo tienen y que lo necesitan
para mejorar sus condiciones de vida. El Rector está hablando de
divulgar la ciencia y esto, involucra a toda la comunidad universitaria
en ese quehacer tan necesario. Tomémosle la palabra. Es hora de
hacer del conocimiento muchos programas de radio, televisión, periódicos
murales, folletos, volantes e historietas. Es la universidad pública.
*Director
de Divulgación Artística. (mazera2000@yahoo.com).
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