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Salir
al mundo de Bertha Hiriart es un montaje que dirige Leticia Colina
cuyo fin específico es llevar literalmente a la escena a cientos
de escolares, es decir atraer a los niños al teatro, cual renovado
flautista de Hammelin. Esto es así porque dicha puesta en escena
se inscribe dentro del Programa Nacional de Teatro Escolar, cuya
versión estatal apenas es reciente y como podemos suponer tiene
las mejores intenciones, como señala el programa de mano: "crear
una cultura que se incluya en el desarrollo integral de los veracruzanos…"
El sentido teatral de Salir al mundo implica también salir del espacio
típico de la escuela, cuando los pequeños espectadores son llevados
al teatro, el lugar donde se establece el pacto de un microuniverso,
donde público infantil (debidamente ajuareado con su vestuario escolar:
el uniforme) y actores forman parte de un todo, con roles y lugares
definidos para ambas partes quienes saben también su momento de
participación. Aunque a veces surjan asincronías, bajo formas de
manifestación espontánea de los niños ante la demora para iniciar
la función, y a pesar de los intentos de algún personaje improvisado
que intenta jugar a que los entretiene , su ansia es voraz: "¡Ya
queremos que empieceee!, ¡eeehh!".
Las luces se apagan y todos nos arrellanamos como gallinas en el
asiento-nido. Si fuéramos hormigas nuestras antenitas apuntarían
hacia la luz, un personaje que viene del pasillo de la entrada va
solicitando la atención del inquieto respetable y apela a su ingenio
y buen trato. Pero esta interacción sólo se propone en un inicio
y se pierde en lo sucesivo, porque esta obra solicita la atención,
más que la participación directa del espectador, lo que se suele
llamar "la cuarta pared", lo que significa que se nos va a contar
una historia que habremos de ver por el ojo de una cerradura, un
mundo mágico y misterioso al que acudiremos pasivamente.
Por otra parte, se agradece que no se intente la participación "a
forziori" de los niños que en muchas ocasiones tan malos resultados
tiene; a cambio el espectáculo debe apostar por ser sorprendente,
de lo contrario el público mismo se encargará de hacer sus propios
intermedios cuando lo sienta más oportuno. Lo cual sucede en algunos
momentos en esta puesta, si bien en la mayor parte del tiempo se
mantiene el interés, éste no persiste y es que se recurre básicamente
a la palabra, hay otros recursos como los comentarios sonoros y
los juegos corporales, pero el texto es lo que marca la prioridad.
La historia es sencilla, aunque no trivial, cuenta los afanes de
un joven aventurero y un pequeño huérfano: un pato, centrando la
atención en la libertad y los lazos que unen a ambos personajes,
abordando la aventura del viaje, el deseo de alcanzar lo inesperado
sin ver atrás. Aunque en mi opinión se trata de tópicos un tanto
ajenos al público infantil y más cercanos al adolescente, donde
las aspiraciones suelen fijarse en el deseo de libertad, de trotar
mundo. Pero aún concediendo esta temática dirigida a los niños,
el montaje adolece precisamente de ese sentido de la contingencia,
la curiosidad y la tentación por el peligro, el imán de la sorpresa,
el sentimiento de un descubrir constante. Fallas a las que colabora
una escenografía estática, que ataja a la imaginación al ser siempre
igual, no obstante las graduaciones de la luz, el significado del
espacio es casi monotemático. Salir al mundo apela a ciertos códigos
manejados por las caricaturas televisivas como anzuelo para atraer
la atención de los niños; sin embargo el poder comunicativo de éstas
sobrepasa lo logrado en el montaje, de modo que lo alcanzado por
los actores es apenas un pálido reflejo de los dibujos animados.
Mi opinión en tal sentido es que se debiera investigar más sobre
las cualidades inherentes al teatro.
Existe un buen nivel actoral, básicamente en el trabajo de Manuel
Domínguez (Pato), enfrentando a un personaje que quizás en otro
montaje podríamos ver vestido con peluche amarillo, con pico y diciendo
cua-cuá. Aquí hay sin duda un acierto de la directora y el actor
al apostarle todo a la manifestación corporal hasta sus últimas
consecuencias, más que ir a la búsqueda de algún efecto vistoso.
Sin embargo, los otros personajes aunque puedan resultar claros,
obedecen a estilos eclécticos, muy diferenciados del personaje que
construye Manuel y terminan siendo comunes y poco imaginativos.
Sin duda hay un enorme valor en el esfuerzo que realizan todas las
personas involucradas en este proyecto. Lo que no sé es si esto
es lo que el público infantil quiere ver, si se habla de lo que
le pasa, desea y siente, y por lo tanto, se despierte un interés
inevitable hacia lo que sucede en escena.
Salir al mundo de Berta Hiriart, dirección de Leticia Colina, escenografía
de Elsa Beverido, actúan: Manuel Domínguez, Néstor Gutiérrez, Centli
Martínez, Lourdes Torres y Horacio Trujillo. Funciones del 9 de
enero al 20 de marzo, de lunes a viernes, 9:00 y 11:00 horas. Teatro
J. J. Herrera.
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