Año 2 • No. 55 • marzo 11 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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  ¡Salir al mundo, entrar al teatro!
Roberto Benítez
 

Salir al mundo de Bertha Hiriart es un montaje que dirige Leticia Colina cuyo fin específico es llevar literalmente a la escena a cientos de escolares, es decir atraer a los niños al teatro, cual renovado flautista de Hammelin. Esto es así porque dicha puesta en escena se inscribe dentro del Programa Nacional de Teatro Escolar, cuya versión estatal apenas es reciente y como podemos suponer tiene las mejores intenciones, como señala el programa de mano: "crear una cultura que se incluya en el desarrollo integral de los veracruzanos…"

El sentido teatral de Salir al mundo implica también salir del espacio típico de la escuela, cuando los pequeños espectadores son llevados al teatro, el lugar donde se establece el pacto de un microuniverso, donde público infantil (debidamente ajuareado con su vestuario escolar: el uniforme) y actores forman parte de un todo, con roles y lugares definidos para ambas partes quienes saben también su momento de participación. Aunque a veces surjan asincronías, bajo formas de manifestación espontánea de los niños ante la demora para iniciar la función, y a pesar de los intentos de algún personaje improvisado que intenta jugar a que los entretiene , su ansia es voraz: "¡Ya queremos que empieceee!, ¡eeehh!".

Las luces se apagan y todos nos arrellanamos como gallinas en el asiento-nido. Si fuéramos hormigas nuestras antenitas apuntarían hacia la luz, un personaje que viene del pasillo de la entrada va solicitando la atención del inquieto respetable y apela a su ingenio y buen trato. Pero esta interacción sólo se propone en un inicio y se pierde en lo sucesivo, porque esta obra solicita la atención, más que la participación directa del espectador, lo que se suele llamar "la cuarta pared", lo que significa que se nos va a contar una historia que habremos de ver por el ojo de una cerradura, un mundo mágico y misterioso al que acudiremos pasivamente.

Por otra parte, se agradece que no se intente la participación "a forziori" de los niños que en muchas ocasiones tan malos resultados tiene; a cambio el espectáculo debe apostar por ser sorprendente, de lo contrario el público mismo se encargará de hacer sus propios intermedios cuando lo sienta más oportuno. Lo cual sucede en algunos momentos en esta puesta, si bien en la mayor parte del tiempo se mantiene el interés, éste no persiste y es que se recurre básicamente a la palabra, hay otros recursos como los comentarios sonoros y los juegos corporales, pero el texto es lo que marca la prioridad.

La historia es sencilla, aunque no trivial, cuenta los afanes de un joven aventurero y un pequeño huérfano: un pato, centrando la atención en la libertad y los lazos que unen a ambos personajes, abordando la aventura del viaje, el deseo de alcanzar lo inesperado sin ver atrás. Aunque en mi opinión se trata de tópicos un tanto ajenos al público infantil y más cercanos al adolescente, donde las aspiraciones suelen fijarse en el deseo de libertad, de trotar mundo. Pero aún concediendo esta temática dirigida a los niños, el montaje adolece precisamente de ese sentido de la contingencia, la curiosidad y la tentación por el peligro, el imán de la sorpresa, el sentimiento de un descubrir constante. Fallas a las que colabora una escenografía estática, que ataja a la imaginación al ser siempre igual, no obstante las graduaciones de la luz, el significado del espacio es casi monotemático. Salir al mundo apela a ciertos códigos manejados por las caricaturas televisivas como anzuelo para atraer la atención de los niños; sin embargo el poder comunicativo de éstas sobrepasa lo logrado en el montaje, de modo que lo alcanzado por los actores es apenas un pálido reflejo de los dibujos animados. Mi opinión en tal sentido es que se debiera investigar más sobre las cualidades inherentes al teatro.

Existe un buen nivel actoral, básicamente en el trabajo de Manuel Domínguez (Pato), enfrentando a un personaje que quizás en otro montaje podríamos ver vestido con peluche amarillo, con pico y diciendo cua-cuá. Aquí hay sin duda un acierto de la directora y el actor al apostarle todo a la manifestación corporal hasta sus últimas consecuencias, más que ir a la búsqueda de algún efecto vistoso. Sin embargo, los otros personajes aunque puedan resultar claros, obedecen a estilos eclécticos, muy diferenciados del personaje que construye Manuel y terminan siendo comunes y poco imaginativos.

Sin duda hay un enorme valor en el esfuerzo que realizan todas las personas involucradas en este proyecto. Lo que no sé es si esto es lo que el público infantil quiere ver, si se habla de lo que le pasa, desea y siente, y por lo tanto, se despierte un interés inevitable hacia lo que sucede en escena.

Salir al mundo de Berta Hiriart, dirección de Leticia Colina, escenografía de Elsa Beverido, actúan: Manuel Domínguez, Néstor Gutiérrez, Centli Martínez, Lourdes Torres y Horacio Trujillo. Funciones del 9 de enero al 20 de marzo, de lunes a viernes, 9:00 y 11:00 horas. Teatro J. J. Herrera.