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La contaminación de los alimentos
con hongos tóxicos no es un fenómeno nuevo; desde la edad media
las crónicas describen el fuego de San Antonio, alucinaciones más
o menos colectivas provocadas por un parásito del centeno, el cornezuelo
del centeno (Claviceps purpúrea), cuya ingestión puede ocasionar
la muerte.
Generalmente, cuando se adquiere un vino, existe el complejo de
catador que a veces nos ayuda a detectar la presencia de Brettanomyces,
ésta palabra es sinónimo de enfermedad en el vino. Las secuelas
que este microorganismo puede dejar en aquellos caldos en los que
se desarrolla van desde el olor a ratón hasta aromas a medicina
o incluso a orín de caballo. Se trata de un tipo de levaduras que
trae de cabeza a bodegueros de todo el mundo, debido a que su eliminación
es muy complicada y su desarrollo impredecible, en consecuencia,
las pérdidas que ocasiona pueden llegar a ser muy elevadas Brettanomyces
(o su forma esporógena, Dekkera) es un género de levaduras que pertenece
a los ascomicetes, uno de los cuatro filos en los que se clasifican
los hongos. Este tipo de levaduras forma un género con cuatro especies.
De estas cuatro, fundamentalmente es Brettanomyces-Dekkera bruxellensis
la que nos interesa.
En la naturaleza, el hábitat del Brettanomyces es muy variado y
no difiere del de otras levaduras, pero principalmente se conoce
su ecología asociada a todo tipo de alimentos en fermentación. Además
de encontrarse en casi todos los vinos del mundo se ha hallado en
yogurt, kefir, té fermentado, cerveza y bebidas no alcohólicas diversas.
Industrialmente los principales problemas los causa en el vino,
pero también perjudica la producción de refrescos, cervezas y sidras.
Tiene capacidad filmógena, lo que significa que puede formar velo
en la superficie del medio para realizar un metabolismo aerobio.
Las principales armas de Brettanomyces para desarrollarse en vino
son una gran habilidad para fermentar azúcares residuales y una
extraordinaria adaptación a condiciones ambientales adversas como
las que presenta el vino (alta concentración de alcohol, pH ácido,
falta de oxígeno, etcétera).
¿Hay un antídoto?
Aún no se conocen antecedentes en el uso de la quitosana para controlar
a Brettanomyces, pero se sabe que posee cierta influencia sobre
las paredes de esta, al ser un derivado de la quitina, la quitosana
afecta las paredes de brettanomyces que generalmente están constituidas
de quitina.
En caso de saberse a ciencia cierta qué tanto poder de destrucción
posee la quitosana sobre las células viables de Brettanomyces, podría
irse introduciendo como medio de control en las industrias vineras,
y con esto, poder tener un control mas estricto y obtener mejores
productos con mayor calidad y lejos de contaminación. Gracias a
estos antecedentes, el uso de quitosana en el control de Brettanomyces
posee un futuro bueno, sumándole el fácil acceso, la abundancia
en el medio, es biocompatible y además, químicamente modificable.
La quitosana es un polímero derivado de la quitina (compuesto extraído
del caparazón de crustáceos y moluscos) que posee una composición
en la que abundan cargas positivas, su obtención es a través de
la desacetilación parcial de la quitina, es un compuesto multifuncional
que se utiliza desde la elaboración de textiles, alimentos enlatados
y a últimas fechas, como antimicrobiano. Comentarios a: octaviomorales81@hotmail.com
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