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“Sigue
habiendo una comprensible resistencia y un miedo a lo nuevo, pero
hay que jugar con ella y darnos cuenta que también puede ser la
resistencia del miedo a lo nuevo”, opinó en entrevista Raúl D. Motta,
filósofo, epistemólogo y director de la cátedra itinerante unesco
“Edgar Morin”.
Invitado a impartir el seminario-taller El rol de la universidad
en el desarrollo humano desde la perspectiva del pensamiento complejo
en el Instituto de Investigaciones y Estudios Superiores Económicos
y Sociales (iieses) de la uv, el también director de la revista
Complejidad, señaló que debido al pensamiento complejo –cuyo principal
impulsor es el intelectual francés Edgar Morin– la humanidad tiene
oportunidad de reflexionar en torno al contexto actual del mundo.
El pensamiento complejo –agregó– es una reflexión sobre el desarrollo
del proceso de la vida humana, y su principal advertencia radica
en que la sociedad, las ideas y el saber se están fragmentando a
un nivel que hace casi imposible la gobernabilidad, la participación
y la auto comprensión. Por ello, intenta encontrar modos educativos,
formas mentales y reformular ciertos hábitos de razonamiento que
permitan fortalecer las aptitudes espirituales y humanas del esfuerzo
de articulación de la dispersión social en distintas dimensiones
como el pensamiento, la política, el conocimiento y la vida cotidiana;
es decir, reconoce que hay que volver a re-equilibrar la vida en
prosa y la vida en poesía.
Por otra parte, el pensador argentino dijo que el gran debate que
inicia el pensamiento complejo en la dinámica educativa es el que
apunta que, si hoy en día, como se constata en todo el mundo, la
preocupación radica en mejorar la enseñanza, lo que se debe hacer
es encarar la reforma de la educación.
En tal sentido, insistió en que la única posibilidad de hacer una
eficaz reforma de la educación pasa solamente por el replanteo de
las tecnologías y modalidades educativas, el perfeccionamiento de
los profesores en nuevas técnicas y métodos, y no solamente el punto
crítico y diferencial de una verdadera reforma pasa como la forma
del entendimiento humano. Entonces, ingresamos a un círculo vicioso:
para reformar la educación debemos cambiar el entendimiento humano,
y para lograr esto necesitamos reformar la educación.
Tal círculo vicioso muestra la gravedad de la situación, su importancia
y envergadura. El gran desafío es: si todo el mundo reconoce que
estamos en un mundo que está naciendo, que es incierto, mucho más
peligroso del que estamos viviendo o quizá mucho más alternativo
e interesante, ¿cómo comprenderlo? Si llegamos a aceptar que no
podemos entender los nuevos mundos que hemos visto, ¿cómo de un
mundo viejo pueden surgir esquemas nuevos?
Ahí –puntualizó Raúl D. Motta– viene el juego: nosotros sabemos
que es el propio hombre el que puede hacer un esfuerzo sobre sí
mismo de transformación, a pesar de las resistencias que pueda haber
en el orden establecido. Existen momentos en que ese sistema hay
que cambiarlo, mas las resistencias no lo permiten. “La pregunta
es: ¿quiénes son aquellas personas que en cada ámbito de la sociedad
descubren que es necesario hacer eso, tomar de frente tal paradoja,
romper ese círculo vicioso y transformarlo en uno virtuoso?”
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