Año 2 • No. 56 • marzo 18 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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El 'otro' Señor de los Anillos
Desde el Observatorio de la Ciencia
Heriberto G. Contreras y Leticia Garibay
 

Si vieron recientemente el filme El Señor de los Anillos, una historia en donde básicamente luchan el bien contra el mal dentro de un mundo ficticio, que se caracteriza porque aún en el final del primer episodio la historia no tiene un final o un intento de punto y aparte, entonces seguramente habrá quedado como al principio, sin una respuesta clara, es más, a la expectativa, en espera del próximo diciembre para ver la segunda parte de esta trilogía.

Pero qué les parecería si les dijéramos que existe otro “Señor de los anillos”, este sí, real, aunque fuera de este mundo, pero con una similitud con el de la película; éste tampoco tiene final, tampoco ofrece respuestas y se ve difícil que nos las diga. Les hablamos de Saturno, ‘El Señor de los anillos’ del espacio, el sexto planeta más cercano al Sol.

Esta historia comienza hace millones de años, sin embrago, los que comenzaron a contarla llegaron hasta el siglo xvii, gracias a la tecnología óptica de comienzos de ese siglo, en donde Saturno se veía como una estrella acompañada de cerca por dos astros más débiles, lo que fue una borrosa insinuación de los magníficos anillos del planeta.

Y es que resulta que desde ese entonces a la fecha nadie en la Tierra está seguro de cuál es el origen de los anillos de Saturno. Los astrónomos pensaron que los anillos se habían formado junto con él hace cuatro mil 800 millones de años, en la época en que el Sol y los planetas se formaban a partir de una nube de gas interestelar en rotación. Sin embargo, últimamente hay una creciente certeza de que los anillos de Saturno no pueden ser tan antiguos.

El primero en observar los anillos fue Galileo Galilei, quien quería contarle a todos lo que había visto, pero a la vez deseaba mantener en secreto su trabajo mientras estudiaba el asombroso planeta. Por esto, informó de su descubrimiento en forma codificada: smais mr milmep oet ale umibunen ugttauir as. Puesto en orden, el anagrama quiere decir “He observado la tri-forma del planeta más alto”.

Actualmente cualquiera, con un telescopio adquirido en la tienda de la esquina (según los que gustan de observar el cielo), puede tener una vista mejor de los anillos de Saturno, que la que obtenía Galileo. Fuera de esto, las cosas no han cambiado mucho en estos 400 años. Los que observan el planeta por primera vez, aún retroceden mudos del telescopio. Y los científicos todavía están perplejos, ya que se especula que hace cientos de millones de años –cuando los dinosaurios más primitivos caminaban sobre nuestro planeta– Saturno no tenía sus brillantes anillos.

Se cree que un objeto del tamaño de la Luna, proveniente de las zonas más lejanas del Sistema Solar pasó cerca de Saturno, donde la fuerza de las mareas gravitatorias lo hicieron pedazos. O tal vez un asteroide se estrelló con una luna de Saturno. Los restos rodearon el planeta formando los anillos que vemos hoy día. Se cree también que son tan nuevos porque tienen el brillo de algo nuevo. Y no es broma, a medida que Saturno orbita al Sol, los anchos anillos van recogiendo polvo espacial (restos de cometas y asteroides). Si los anillos tuviesen más que unos pocos cientos de millones de años, se habrían oscurecido debido a la acumulación de polvo. Además, las pequeñas lunas que orbitan en la región externa del sistema de anillos están ganando momento angular a costa de los anillos. Durante los próximos cientos de millones de años, la mitad exterior caerá hacia el planeta, y las pequeñas lunas -llamadas satélites pastores- serán expulsadas. Este es un sistema dinámico joven.

Podríamos pasar horas y horas hablando de este enigma que aún encierra este “Señor de los anillos”; sin embargo, después de cuatro siglos de investigaciones no sería sensato sólo interpretar; quizá, y al igual que la versión cinematográfica, estemos todavía muy lejos de saber el final.