Año 2 • No. 56 • marzo 18 de 2002 Xalapa • Veracruz • México
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¡Pequeños médicos al ataque!
Brenda Sarquiz Martínez (Facultad de Biología)
 

Se trata de una especie de naves llamadas nanopartículas o nanocápsulas, mucho más pequeñas que las células sanguíneas, que se introducen al torrente del paciente (el prefijo nano hace alusión a un nanómetro, que es igual a una millonésima de milímetro); siendo un gran avance en el campo de la biomedicina.

Todos los esfuerzos se deben a investigadores de las Universidades de Texas, la Estatal de Oklahoma y la Técnica de Lousiana, apoyados por la nasa; cuyos intereses versaron, al principio, en buscar un tratamiento menos dañino para el cáncer originado por altas dosis de radiación que experimentan los astronautas al viajar al espacio.

Debido a que los trajes y los medios utilizados por ellos no son suficientes para aislarla, su adn se ve afectado, experimentando mutaciones y, algunas veces, diversos cánceres.

El objetivo es que las nanopartículas penetren hasta encontrar a las células dañadas o muy enfermas y tratar de repararlas, o bien, provocarles la muerte, respectivamente.

Para esto, hay que saber que las células del ser humano tienen la capacidad de comunicarse entre sí, gracias a moléculas externas (por lo general, proteínas) localizadas en su membrana, quienes actúan como señaladores químicos, controlando lo que entra y sale de ellas. Entonces, tanto las células sanas como enfermas producen marcadores para identificarse. En este caso, las irradiadas generan la proteína cd-95, colocándola en su superficie y “comunicándole” a las nanocápsulas que ella es su objetivo. Estas, a su vez, llevarían un receptor de dicha proteína, adhiriéndosele e inyectándole enzimas reparadoras de adn, si el daño no es muy grande; o de lo contrario, inductivas de su muerte, conocida como apoptosis.

Con respecto a la aplicación de estas pequeñas naves, no hay mucho problema (en teoría), dado que son más minúsculas que una bacteria, basta una inyección con aguja hipodérmica, para que se liberen millones de ellas en el enfermo.

Pero no todo es tan sencillo, pues ejercen mayor esfuerzo en pruebas confiables de todos sus componentes (enzimas, las mismas nanocápsulas, etc.), que si bien han sido comprobadas individualmente, su función conjunta es inicio de una serie de experimentos.

Como es evidente, no se puede negar que estos “nanocirujanos” implican una innovadora forma de suministrar medicina, por lo que podría ampliarse su acción hacia diferentes casos de cáncer y, posiblemente, a otros padecimientos, cuyos medicamentos lastimen de manera continua al cuerpo –como la cortisona o la quimioterapia-, en términos comunes, que el remedio salga peor que la enfermedad.