DOSSIER (artes plásticas)
García Ocejo o la belleza que se impone
María José García Oramas
María José García Oramas es investigadora en la Facultad
de Psicología (UV). Licenciada en Psicología Social por
la Universidad Iberoamericana, maestra en Estudios de
Género por la New School University, Nueva York, y doctora
en Ciencias de la Educación por la Universidad de París.
García Ocejo cumplió 80 años en 2008, y para celebrarlo el Instituto Veracruzano de la Cultura
organizó una exposición itinerante en su natal
Córdoba, en el Puerto de Veracruz y en Xalapa. Aprovechando su estancia en esta última, María José García
recogió bajo la sombra del árbol favorito de su padre:
una araucaria de más de cuarenta metros, estas evocaciones del pintor cordobés sobre su vida y obra.
Córdoba y Tehuacán, una infancia de pescaditos de
colores
Nací en Córdoba, pero mi familia se mudó a Tehuacán
cuando yo era muy pequeño, así que mis recuerdos
empiezan aquí. Aprendí a amar Veracruz, y Córdoba
concretamente, después de los cuarenta años; es un
amor mutuo porque mi tierra me corresponde. Me hacen muchas exposiciones y homenajes; yo sí soy profeta en mi tierra y la quiero mucho, y más porque soy
hijo adoptivo, pues aunque nací en Córdoba no viví
nunca ahí.
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José García Ocejo / Foto: Byron Brauchli |
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Sobre mis vivencias artísticas de niño, lo primero
que recuerdo de Tehuacán es a mi padre, que tenía una
camisa de pescaditos y era excepcionalmente guapo
como ninguno de nosotros lo fue. Me recuerdo en sus
brazos, viendo los pescaditos de su camisa. Y recuerdo
a mi madre, que tenía una habilidad especial para la
moda, sabía bordar y todo eso que era vocación de las
señoras de la época. Ella nos hacía ropa y lo hacía muy
bien. Seguía los modelos de España, que siempre ha
sido ejemplar para la ropa de niño. Me recuerdo vestido con una camisa blanca y un pantalón de terciopelo
negro de cuello mao con botones de concha nácar de
cinco centímetros. Y como mi hermano Enrique y yo
éramos rubios, nos consideraban algo muy raro en ese pueblo. Luego mi papá se fue a Saltillo para mejorar
el estatus de la familia y puso una tiendita en el zócalo.
Ahí viví hasta la preparatoria.
Saltillo, el adolescente y sus mujeres
Mis recuerdos de Saltillo son muy amorosos, tenía amigos y amigas adorados. Ahí pasé mi adolescencia entre
bailes, con mi primera novia: la güera Arellano. Saltillo tiene un ambiente muy especial, es una ciudad con
bellísimas casas porfirianas, palaciegas. De entre estas
casas de familias de abolengo destacaba sobre todo la
de las hermanas Pulsen, una familia inglesa, que ahora es casa de la cultura. Para esa casa se trajeron de
Inglaterra hasta las tuberías, todo se trajeron. Es una
casa Tudor divina en la que recientemente me hicieron una exposición.
Todos esos recuerdos de Saltillo son los que me conforman, pero la verdadera precursora del arte que me
caracteriza fue una típica maestra de provincia que
con su sensibilidad y belleza descubrió en mí las facultades para el arte y me lanzó; parece mentira, porque
en la familia de mis padres, cero, cero de arte.
Se llamaba Raquelito. Yo le enseñaba mis dibujos y
ella me alentaba a seguir; además me daba unas clases
de piano que yo disfrutaba mucho porque cualquier
cosa relacionada con el arte se me daba por naturaleza. En ese medio tenía amigos artistas; algunos de ellos
lograron destacar.
La Ciudad de México, el lanzamiento de un artista
fiel a su modo de ser
Primero me fui a estudiar la preparatoria en el colegio Cristóbal Colón de la Ciudad de México, pero en
realidad nunca estuve desligado de México porque mi
abuela, la rica de la familia, tenía una bella casa en la
colonia Roma, nada menos que en Álvaro Obregón,
donde vivían unas tías guapísimas. Como tenían dinero, no hacían nada más que gastarlo hasta que se quedaron en la miseria. Vivieron en el glamour y murieron,
como ellas decían, en la indigencia; lo decían de broma, pero casi era verdad.
A pesar de nuestra situación, mi padre tenía la
buena idea de ponerme siempre en los mejores colegios; él veía cómo los pagaba pero lo hacía así, tanto
que me puso en la Escuela de Arquitectura de San Carlos de la UNAM, que en aquel entonces era muy cara,
creo que ahora no. Pero Arquitectura no ofrecía buen
ambiente para mi pintura, porque mi arte viene directo del dedo del creador, dedazo puro: tú eres pintor.
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