En 1999 los polacos apreciaban la variedad de productos accesibles en las tiendas, así como el sentimiento general de libertad. Todo ello debido a que durante
la época comunista había un sinfín de productos inaccesibles para un ciudadano promedio, o bien reglamentados, y el símbolo de la escasez de toda clase de
productos fueron las interminables colas en las tiendas de abarrotes que aparecían como si brotaran de
la tierra cuando se corría la voz de que había llegado
alguno de los productos deseados (como papel higiénico, medias o, en la época navideña, los anhelados
cítricos).
En el contexto del cambio de régimen, la libertad
es un concepto muy amplio y abarca, entre otros, la
libertad de expresión, amordazada por la censura comunista, la libertad de tránsito (que alcanzó su nivel más alto durante el periodo de la ley marcial, cuando
se requería un permiso especial para viajar por el territorio polaco fuera del lugar de residencia, aunque
se tratara de visitas familiares), la libertad económica
(satanización de la propiedad privada), etcétera.
Dicha libertad, seguida por la adhesión de Polonia a la OTAN en 1999 y a la Unión Europea hace cinco años, ha influido de manera positiva en la imagen
propia de los polacos. No obstante, pasada la euforia
de la caída del comunismo, han empezado a notarse
las desventajas de la salida de este sistema igualitario y
socialista: en varios periodos la tasa de desempleo ha
sido muy alta, sigue existiendo mucha pobreza en el
campo, hay excesivas diferencias económicas entre los
ciudadanos. Además, se critica la corrupción, la excesiva planeación, así como la venta del capital polaco al
extranjero.
Debido a la “política de la raya gorda”6
nunca se
ha hecho una decomunización7
propiamente dicha
del país. Hay quienes mencionan también el excesivo
apego a Occidente y reprochan a Polonia haber pasado de estar bajo la influencia soviética a estar bajo la
influencia norteamericana.
Por otro lado, merece la pena subrayar que si bien
en general la sociedad ha apreciado el papel de la Iglesia católica en la vida pública y social, en la actualidad
el 20% de la población adulta considera excesiva la
participación de la Iglesia en la vida política. Un cambio mental importante y sorprendente.
Además, casi 75% de la población adulta admite
no tener control alguno sobre los asuntos políticos y
sociales del país, aunque el 40% siente tener influencia sobre su entorno local. Subrayemos que menos del
20% de la población estaría interesada en participar
activamente en la gobernación: casi 80% de la gente
admite que lo que realmente necesitan es estar bien
gobernados.
Obviamente, hay quienes ven el comunismo con
nostalgia, quienes lo presentan como una época de
oro y felicidad. Poco a poco nos olvidamos, en particular la generación joven, de las crueldades y limitaciones de la Polonia comunista para con el ciudadano
individual. Se crean museos comunistas, algunos más
folclóricos que históricos; en Cracovia, por ejemplo,
se organizan visitas guiadas a un antiguo barrio comunista. Entre bromas y nostalgia, se está perdiendo el
verdadero valor de los acontecimientos de 1989.
Por otro lado, los polacos seguimos lidiando con
algunas de las “herencias” del antiguo sistema. Uno
de los pendientes de la época comunista es la reorganización de la seguridad social y de los servicios
médicos. En los últimos 20 años diferentes gobiernos
han estado intentando reformar el sistema, sin éxito.
Según la encuesta realizada en 2005 sobre cómo los
polacos, checos, eslovacos y húngaros evalúan los servicios médicos en sus respectivos países, los polacos son
los menos satisfechos con dichos servicios. Además, en
2006 la mayoría de los polacos señalaban los servicios
médicos como la esfera más corrupta de la vida social
(inclusive más que la política). El 20% de los encuestados admitió que los médicos que los habían atendido
a ellos (o a alguno de sus familiares) insinuaron la entrega de una “prima” para agilizar los procedimientos
médicos.
La prueba más contundente del descontento general sobre el funcionamiento de los servicios médicos
es el hecho de que, según las encuestas recientes (abril
del año en curso), dos tercios de los ciudadanos polacos no están nada satisfechos con el actual sistema, y
esta cifra ha aumentado en 5% desde 2007. Por otro
lado, vale la pena subrayar que aunque los servicios
médicos privados son cada vez más comunes y la calidad de los cuidados médicos ha venido aumentando
desde 2000, una gran parte de la población se sigue
quejando del difícil acceso a los médicos especialistas.
Por consiguiente, en vez de ver al comunismo
de manera cuasi-folclórica, en vez de pensar que una
transformación de régimen es un cambio repentino y
milagroso, habría que reflexionar seriamente, ayudar
a la generación joven a re-conocer la historia reciente
de su país, así como admitir que una transformación
es una crisis, es decir, un momento decisivo y de consecuencias importantes. Y rematar diciendo que la democracia es, ante todo, un aprendizaje. Aprendizaje
no sólo de Polonia, sino de Europa en su conjunto.
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