Llegar a la verdad a través de la ficción. La vida
de Leona Vicario
Celia del Palacio
Celia del Palacio es historiadora y escritora. Miembro del
SNI nivel II. Es coordinadora del Centro de Estudios de la
Cultura y la Comunicación de la Universidad Veracruzana.
Ha publicado libros individuales y coordinado obras sobre
la historia de la prensa en México. .
Tanto el historiador como el novelista trabajan
desmontando el conjunto de ficciones de su sociedad.
La erudición de historiador hace esto poco a poco,
mientras el novelista lo hace de manera abrupta, desde sus
imperdonables (pero emocionantes) trasgresiones.
E. L. DOCTOROW
El año del Bicentenario ha dado ya sus primeros
pasos y las celebraciones no se hacen esperar, de
maneras más o menos razonables, más o menos
banales. Sin embargo, es consenso general que durante el año 2010 los historiadores estarán de moda.
Desde hace unos cuantos meses, tanto las editoriales
comerciales como las instituciones académicas se han
dado a la tarea de montar concursos con el tema del
Bicentenario y de incluir en sus programas editoriales
novelas y relatos alusivos a la celebración. La aceptación de la novela con temática histórica en el público lector no es nada nuevo; sin embargo la historia
nacional como tema para las novedades editoriales
nunca ha sido tan popular como ahora. Nuevos títulos se han unido a las reediciones de las novelas ya
publicadas sobre personajes como Pancho Villa, Zapata, Hidalgo, Porfirio Díaz y Morelos. Las heroínas han
sido menos frecuentadas, sin dejar de ser tema para
una narración. Durante el año pasado y los pocos meses que han transcurrido del presente, han aparecido varias ficciones históricas o historias relatadas de
manera literaria acerca de protagonistas femeninas:
las soldaderas (Elena Poniatowska) o Josefa Ortiz de
Domínguez (Rebeca Orozco), entre otras.
No son sólo los novelistas quienes han intentado
acercarse a las vidas de estos personajes; muchos historiadores, descontentos con las constricciones de su
disciplina, han incursionado en la novela histórica. El
ejemplo más reciente es el de Jean Meyer con su novela
Rumbo a Baján, sobre Miguel Hidalgo. El objetivo tanto de los escritores como de los historiadores es presentar un acercamiento a la verdad, la búsqueda del
conocimiento a través de caminos diferentes. Muchas
veces el acercamiento que permite el dato duro de la
historia, simplemente no es suficiente. La necesidad, el deseo profundo de saber quién era un personaje,
cómo vivió lo que vivió, lleva al historiador, paradójicamente, a acercarse a la creación literaria.
Leona Vicario es un personaje poco conocido de
la gesta independentista, a pesar de los servicios prestados a la causa, de haber sido despojada de todos sus
bienes como parte del proceso de sedición a que fue
sometida y, sobre todo, de la actividad política que siguió desempeñando DESPUÉS de concluida la guerra.
Pocas veces se le recuerda en las celebraciones cívicas.
Doña Josefa, esposa del corregidor de Querétaro, goza
de mucha más popularidad. Si hubiera lugar para una “madre de la patria”, muchos le darían a ella el título,
por haber salvado a los conspiradores del Bajío con
tres golpes de tacón.
María Leona Camila de la Soledad Vicario Fernández de San Salvador (1789-1842) nació y murió en
la Ciudad de México. Tras haber perdido a sus padres
en 1807, quedó como heredera de una fortuna considerable que su tío y albacea, el notario y ex rector de
la Pontificia Universidad de México, el doctor Agustín Pomposo Fernández de San Salvador, administraba. Al despacho de éste llegó a prestar sus servicios
el joven abogado Andrés Quintana Roo, que al cabo
quedó prendado de Leona, sin embargo el tío de la
muchacha no dio su consentimiento al matrimonio.
En 1812, Andrés marchó a Tlalpujahua a apoyar el
movimiento a cargo de Ignacio López Rayón.
Leona Vicario tuvo, a diferencia de la mayor parte
de las mujeres de la época, incluso las de clase acomodada, una educación refinada. Sabía escribir, se le conocen incluso poemas; traducía del francés y en su
biblioteca conservaba libros de diversos temas además
de la literatura. Pintaba con preciosismo y tocaba el
piano. No se sabe con certeza quién entró primero en
contacto con las ideas insurgentes, si Andrés o ella,
pero sí es seguro que ella formó parte de Los Guadalupes, un grupo de personas de todas las clases sociales
que apoyaba clandestinamente en la Ciudad de México las ideas independentistas.
El apoyo que prestó la señorita Vicario a la Independencia no fue sólo monetario: ella sirvió de enlace
entre los correos enviados por los rebeldes y el grupo
de Los Guadalupes. Fue ella quien bautizó a las diferentes personalidades adictas a la causa con nombres
tomados de uno de sus libros favoritos: Las aventuras
de Telémaco, de Fenelón, a fin de no ser descubiertos.
Así mismo ella mandó informes y escritos a favor de
los insurgentes a través de un alfabeto secreto. Al ser
descubierta la correspondencia en febrero de 1813,
Leona se vio forzada a huir. Intentó llegar a Tlalpujahua en compañía de un grupo de mujeres, entre las
que se contaban sus dos damas de compañía. Llegó hasta San Juanico, en el norte de la Ciudad de México
(Tacuba) y de ahí se encaminó a pie hasta Huixquilucan, esperando que las tropas de Rayón la encontraran en aquel lugar. Por razones que se desconocen, los
insurgentes no lograron llegar a tiempo a recogerla,
por lo que se vio obligada a regresar a la Ciudad de
México, donde la internaron para ser interrogada por
la inquisición en el Colegio de San Miguel de Belén.
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