Las elecciones de gobernador, 30 diputados locales de mayoría relativa y 20 de representación proporcional, así como 212 ayuntamientos en Veracruz el 4
de julio, fueron el desenlace de un proceso de regresión autoritaria cuyo eje central fue la disputa frontal
por el poder político entre el PAN-gobierno federal y el
PRI-gobierno local. El PAN y el PRI recurrieron a toda la
galería de las malas artes de la política hasta degradarla a niveles que se creían superados una década atrás,
especialmente a través de tácticas de guerra sucia.
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Javier Echevarría |
El PRI se vio obligado a empezar la campaña desde un año antes, debido a que el gobernador designó como su candidato a un joven funcionario sin carrera
política propia, Javier Duarte, lo cual generó tensiones
internas en el PRI y la necesidad de incurrir en gastos
excesivos. El PRI creó una estructura territorial profesional (a un altísimo costo) que superó a la que había en sus mejores tiempos corporativos. Verdaderos
ejércitos de jóvenes contratados recorrieron los pueblos y las ciudades casa por casa repartiendo regalos y
promesas. Miles y miles de acarreados fueron llevados
a mítines organizados como espectáculos musicales y donde las ideas estuvieron radicalmente ausentes.
Muchos funcionarios del gobierno estatal tuvieron
responsabilidades específi cas por región. Propaganda
de todos los tipos saturó los espacios públicos, incluidos las salas de cine y los autobuses urbanos. El exceso
fue patético, al grado que fue contraproducente para
el PRI por la saturación causada.
Dotado también de una amplísima chequera, el
PAN realizó una gran campaña tradicional, pagó espacios en los medios y contrató otros jóvenes que también recorrieron calles y pueblos. Pero su estructura
fue menor en comparación con la priísta. La candidatura de Miguel Ángel Yunes causó la salida del PAN de
numerosos líderes locales de larga trayectoria, aunque
carentes de base social, la mayoría de los cuales fueron rápidamente cooptados por el PRI. Ante el colapso
de su partido, el candidato tuvo que crear, a un alto
costo, una estructura personal. Contó con el apoyo de
funcionarios federales de todas las secretarías y se acusó al gobierno federal de hacer uso clientelar de la política social a favor del PAN. Acarreos masivos y excesos
de propaganda fueron también parte de su campaña.
Por su parte, Dante Delgado remó contra la corriente: fue postulado por el PRD, partido que se ha
autodestruido completamente en Veracruz debido
a interminables luchas internas por los puestos y el
dinero que éstos representan; por Convergencia, su
propio partido familiar, y por el PT, que en la práctica no existe en la entidad. Sin estructura, con poco
dinero, con malos candidatos a alcaldes y diputados
(con excepciones notables), sin energía ni convicción,
Dante Delgado cerró su carrera política con el único
objetivo de mantener el registro de su partido y el de
sus aliados, así como garantizar una presencia territorial vendible en las futuras elecciones presidenciales
de 2012.
Todo el proceso electoral tuvo lugar sin árbitros
ni reglas. El Instituto Electoral de Veracruz fue sólo
una sombra. El IEV fue muy ineficiente en todas las
actividades preparatorias básicas, desde la selección
y capacitación de los funcionarios de casilla, hasta la
ubicación e instalación de las mismas. Todo el proceso pendió de un hilo desde el punto de vista organizacional. El IEV careció de capacidades y de voluntad
política para dar un seguimiento efectivo a gastos de
campaña y al monitoreo de medios. Sus contrataciones de proveedores se hicieron con poca transparencia. Aunque la Ley Electoral obligaba al IEV a organizar debates entre los candidatos, se limitó a convocar
a uno solo, que se transmitió únicamente por internet
y que pudo ser seguido apenas por unas 25 000 personas. La causa: el PRI se negó a exponer públicamente
la novatez de su candidato, que en efecto fue patente y
explotada por sus oponentes en el debate casi clandestino. En la jornada electoral y los días posteriores, las
limitaciones operativas del IEV se hicieron patentes,
pues un gran número de casillas abrieron muy tarde,
hubo un notable ausentismo de funcionarios electorales, problemas en el llenado de actas y luego obstáculos logísticos diversos para su entrega en los centros
de acopio. El conteo de votos se complicó en los municipios en los que hubo que recontar todos los votos
dado lo cerrado de la votación. Finalmente, la asignación de diputaciones plurinominales usando criterios
poco sólidos creó una nueva oleada de indignación
entre los actores políticos y la ciudadanía.
La lucha descarnada por el poder entre el PRI y
el PAN en Veracruz fue llevada al espacio político nacional mediante escándalos generados a partir de
llamadas telefónicas interceptadas al gobernador, demandas de juicio político a Fidel Herrera, acusaciones
del PRI al gobierno federal de manipulación electoral
de la política social, en fin, un ambiente que parecía
preparar las condiciones para la judicialización de la
elección. Retrocedimos en esta materia a la década de
los noventa, con el agravante de que en esta ocasión ya no se trata de la lucha heroica de partidos de oposición contra un
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