|
ARTES
La visita
de la naguala. Leonora Carrington
J. A. Sánchez Vigil
José Alejandro Sánchez Vigil es licenciado
en Pintura por La Esmeralda y maestro en Literatura
por la UV. Becado para realizar estudios de pintura en el
Instituto de Artes de Súrikov en Moscú.
Se acerca un muchachito blanco muy delgado
vestido con un ropaje peludo blanco
que parece ser su propia piel peluda y se
planta frente a los invitados; tiene los pelos de la
cabeza parados y va descalzo; inicia con una genufl
exión festiva:] ¡Bienvenidos sean todos, amigos
míos, grandes y chicos, mujeres y hombres,
gigantes y enanos, cardenales y monaguillos, altos
y chaparros, avestruces y colibríes, obreros,
funcionarios, políticos y campesinos, bebedores
de refresco de cola, fumadores de cafetín, conservadores,
liberales! ¡Todos seamos bienvenidos
porque en este feliz día hemos sido invitados por
una fabulosa naguala, sacerdotisa de la Gran Diosa
Madre que es nuestra Madre y Creadora de
todo lo que está vivo, a visitar los dominios de su
reino! Mi Alta Señora, la naguala, me ha pedido
que los guíe por una selva espesa en la que habita
una multitud de seres silvestres, inquietantes, que
ya nos acechan, nos esperan. Mi Alta Señora ha
querido que sea yo quien se los presente a ustedes
y les explique a qué se dedican, qué hacen, de
dónde vinieron. No puedo ocultar el miedo que le
tengo a Mi Alta Señora y no quiero defraudarla;
temo que me hierva en su caldero y me sancoche
con cebolla y zanahorias; yo quisiera que fueran
ellos mismos los que se presentaran, que ellos les
platicaran a ustedes directamente lo que tengan
que decir de sí mismos; sería mejor, ¿no creen?
En fi n, no tengo más remedio que obedecer, pero
podemos hacer algo que traigo entre manos, si ustedes
están de acuerdo... [se acerca de puntitas al
público y dice en corto:] Qué les parece si en este
paseo que vamos a comenzar les comento algunas
cosas, unas cosillas que sé sobre estos respetables
espíritus y animales, y ya después, ustedes
por su cuenta, se acercan personalmente a ellos y
les preguntan si lo que yo dije es verdad o no eran
más que puras chifl aduras de mi parte. ¿Están de
acuerdo? ¡Vamos pues!
|
|
|
|
|
|
1. En un corpus tan rico en referencias, claves, guiños y
combinaciones simbólicas como es la obra creativa de
Leonora Carrington, la parte inefable de por sí misteriosa
adquiere un cariz muy particular. Si nos interesa
llegar a una comprensión más cabal de uno de sus
grabados, cuadros, esculturas, cuentos u obras de teatro,
sabemos que hemos de ponernos a buscar en fuentes
ancestrales, en mitologías de todas partes del mundo,
en libros herméticos. Tendremos que ser capaces de
discernir las referencias directas y evidentes de las
combinaciones que efectúa para la constitución de un
personaje y de la propia mitología personal creada por
ella misma. De ahí entonces viene una pregunta: como
lectores o espectadores suyos: ¿hasta dónde podemos
identifi car el límite de su erudición y qué aspectos
añaden nuestros propios imaginarios a su propuesta? ¿Qué sucede, qué se altera, qué pasa cuando a un personaje
pelón que viste tan solo una falda velluda no lo
vemos como un sumerio durante una ceremonia sino
como San Juan Bautista recién afeitado? ¿Qué tan
apropiado será pensar que un cuerpo femenino con
cabeza canina representa a la consorte o la hermana
o la hija o la madre de Anubis? Un pez con pabellón
auricular ¿es un ser humano que ha sufrido el hechizo
de una bruja o es al contrario un animal acuático con
capacidades de escucha poco habituales? Aquí viene lo interesante del asunto: a pesar de nuestras suposiciones
y lagunas de información, hemos tenido una
vivencia artística deliciosa. Entiendo lo inefable en esta ocasión como aquella
médula del arte que nos toca en plenitud aunque no
podamos explicarlo; inefable, por supuesto, porque
las palabras cotidianas no son suficientes. Con el fin
de internarnos un poco en la selva rica y fantástica de
Leonora Carrington, las obras/umbrales que nos visitan
en Xalapa pueden ayudarnos a descubrir el modo
en que sus diversas vetas expresivas se relacionan entre
sí, a otear desde una atalaya privilegiada parte de
la población exótica que deambula libremente entre
dibujos y esculturas, grabados y pinturas, cuentos y
obras de teatro, de tal manera que entre la maraña
tupida podremos atisbar algunas veredas ya desmontadas
por ella misma.
2. Entre algunos de los seres fantásticos que nos visitan,
unos bidimensionales y otros volumétricos-voluminosos,
hay evidentes correspondencias: me refi ero a Harp,
Blind Crow-Tree y Cobra-Cabra, atractivas manifestaciones
botánicas y zoológicas que muestran en su propia
corporización existencias duplicadas con reminiscencias
de los bestiarios medievales, o más lejos aún –por el
delicado y sugestivo trabajo de las líneas que recorren
sus siluetas–, los grafi smos que se aprecian en la cerámica
y las estelas o monolitos de la Europa prehistórica,
y que hemos apreciado en obras precedentes como La
gallina ciega o La vieja Magdalena, ambas de 2003. Lostres ejemplares antes mencionados los tenemos tanto
en obra sobre papel como fundidos en bronce: magia
artesanal equivalente a volver de carne y hueso lo que
aún estaba preso en los límites de lo todavía posible. Hay también en otros personajes que ya habíamos
visto aparecer en la obra pictórica de Leonora
por otras puertas: la fi gura de Abino Hog –síntesis simpática
de la tersa cercanía que hay entre el huevo y el
cerdo–, que podemos identifi car con Cerdo escuchando
una col, fechado en 1972; la fi gurita parada en el tablero
de Refl ections on the Oracle, de 1959; la que está junto
con un conejo, un pájaro blanco y siete esferas o burbujas
al centro de una profunda disquisición en Litany
of the Philosophers, de 1959, y en la posesión bíblica que
llega a abrumarnos en Pig Rush, de 1960. En situación parecida tenemos El perro, que sin
duda es la manifestación tridimensional de uno de los
convocados al encuentro hermético que presenciamos
en Are You Really Syrious?, realizado en 1953.
|
|