Del mismo modo, los compañeros espirituales que se contemplan
en El nagual del mono ya se habían hecho presentes
como parte de la ya citada Refl ections on the Oracle, en
la que por cierto también podemos descubrir la Máscara
de la diosa emplumada como el rostro de uno de los
interlocutores.
Otra fi gura más, El sueño del fuego, se había hecho
visible desde 1952 en el óleo sobre papel recortado llamado
Fina mosca. A su vez, Mariposa mantarraya ya estaba
en Samain, de 1951. Música para sordos tiene su antecedente
en el acrílico La sinfonía Q , del año 2002, en el
cual puede descubrirse también un rostro bastante similar
al de Curandera de Babilonia, combinación humana y
zoomórfi ca que abre nuestra imaginación a un sinfín de
referencias provenientes de las más distintas tradiciones
mitológicas: machos cabríos, faunos, demonios, el Diablo... ¿O no será más bien una cabeza de toro barbudo
como las que fueron labradas en las cajas de resonancia
de las arpas sumerias, decoradas en oro y polícromas?
Eso nos lo hace sospechar, por un lado, la imagen de
arpa que aparece junto con ella en los cuadros mencionados,
y el título del relieve que hoy vemos colgado en la
Pinacoteca Diego Rivera. El horno de Simón Magus, fi nalmente,
es posible que sea una repercusión del mueble
o máquina que encontramos formando parte del cuadro
Animus Maquina de 1962. Refi riéndonos a la obra
bidimensional, vemos que el Escondite de la hermitaña nos
sorprende como un título alterno de la litografía Mula’s
Ox que Leonora creara en 1977, y Palabras humeantes corresponde
a Séance, de 1998.
Para continuar con el tema de las citas autorreferenciales,
opino que la escultura La madre de los lobos
tiene su correspondencia con Anubeth, personaje literario
de la novela La corneta acústica. Aunque la narración
nos la presenta con cuerpo de mujer y cabeza
de lobo, las características de ambas apuntando hacia
la mitología egipcia no pasan desapercibidas. En el
libro, Anubeth se describe así:
La hermana de Marlborough, Anubeth, era una
mujer con cabeza de lobo. Su alta fi gura estaba
magnífi camente proporcionada y, salvo la cabeza,
era enteramente humana. Iba envuelta en una especie
de ropa brillante, y unos zapatitos de punta
afi lada como góndolas le ocultaban sus pies estrechos
(Leonora Carrington, La corneta acústica, pp.
168-169).
Por un lado, la descripción de su confi guración
anatómica nos hace pensar en una versión femenina
de Anubis, dios egipcio protector y guía de los muertos,
con cabeza de chacal y cuerpo de hombre; por
otro, en la escultura de bronce, aunque la cabeza no
comporta una defi nición fi gurativa tan clara, el tocado
que la rodea (un disco solar con cuernos) nos recuerda
elementos de la iconografía egipcia, específi camente
los que pueden apreciarse en las representaciones de
la diosa Athor/Isis, que en ocasiones vemos asumidas
como la misma, siempre relacionadas con el principio
materno. Lo más importante, a fi nal de cuentas, es
que tanto en la novela como en la escultura estamos
hablando de La madre de los lobos. Hacia el fi nal de
La corneta acústica se puede leer:
Poco después de la conquista del Grial, Anubeth
parió seis cachorros de hombre-lobo cuyo aspecto
mejoró al crecerles el pelo. Como la costumbre es
algo en cierto modo maravilloso, no tardaron en
jugar juntos los cachorros y los gatitos, mientras el
rey Pontefact sonreía lobunamente contemplando a
su alegre prole (p. 175).
3. Como dijimos, estos son personajes que andan sin
preocupaciones entre el papel, los pinceles y el bronce.
Pero el imaginario de Leonora no se reduce a referir
con sus obras más nuevas sus creaciones precedentes.
Tenemos hoy día, en Xalapa, un número considerable
de esculturas que no tienen, hasta donde podemos
dilucidar, alguna referencia previa específi ca: Fisher King, The Spirit House, Cuculati I, II y III, Murciélago, Ya
no hay lugar, Sombra del ahuehuete y How Doth the Little Crocodile.
Aunque, por supuesto, su pertenencia al imaginario
carringtoniano es evidente. En todas ellas se
mantienen algunos motivos y características que han
influido en la inspiración de nuestra artista desde periodos
anteriores.
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