Varios son los retos que tiene el movimiento indígena,
entre ellos el de articular identidad cultural
con interculturalidad igualitaria, formas propias de
gobierno con participación política en parlamentos,
instituciones y otras formas organizativas no indígenas,
sin perder su integridad, autonomía y la característica
propia de ser pueblos indígenas. Otro, superar
las divisiones internas, que de hecho existen, y analizar
profundamente los errores cometidos en el pasado
reciente. También debe transformar las energías
milenarias en conquistas políticas. La gente no puede
continuar siendo humillada. Este proceso constitucional
puede tener retrocesos pero es irreversible.
La idea de la plurinacionalidad se traduce en una
nueva institucionalidad que propone el concepto de
asimetría constitucional. Las diferencias exigen instituciones
apropiadas y la convergencia con instituciones
compartidas como la democracia representativa, que
permite la votación electoral. Por tanto, tiene que haber
compatibilización entre éstas y las formas propias del autogobierno
indígena.
El pluralismo jurídico es otra área que exige el reconocimiento
de la jurisdicción como una institución
con derecho propio, autónomo, que existe y coexiste
con el derecho nacional. Las incompatibilidades se
pueden resolver siempre y cuando los pueblos indígenas se sienten en la misma mesa de negociaciones
y de toma de decisiones para crear instituciones apropiadas
o compatibles, como por ejemplo el Tribunal
Constitucional Plurinacional propuesto en Bolivia.
Ciertamente que no es fácil articular las viejas formas
con la nueva institucionalidad de culturas, territorios,
lenguas, cosmovisiones, pero es plenamente posible si
asumimos que este es un proceso transicional y, por
tanto, un Estado Experimental.
La lucha empieza cuando termina la Constitución,
no al revés. En este Estado Experimental la gente tiene
temores y es necesario reconocer esos miedos para
encontrar soluciones. En Bolivia hice una propuesta
que lamentablemente no se pudo aplicar; quizás las
condiciones en Ecuador sean diferentes. Consiste en
la generación de un proceso global de participación
popular que permita evaluar al cabo de cinco años los
aspectos positivos, negativos o los fracasos de la nueva
Constitución. Erróneamente se cree que la Constitución
es algo permanente, pero no es así. Este proceso
de experimentalismo puede disminuir los enfrentamientos,
como en el caso de Bolivia, en donde cada
vez se agudiza el conflicto.
La nueva territorialidad también implica el manejo
de los recursos naturales, y el miedo de la derecha
e incluso de sectores progresistas, es que los pueblos
indígenas se apropien del agua y de todos los recursos
naturales. Esto refl eja el nivel de racismo existente.
Los pueblos indígenas reclaman participación en
los procesos de decisión no para adueñarse de los recursos
naturales sino para develar otro tipo de solidaridad
nacional, de reparto de los benefi cios, de un manejo
distinto que no destruya la tierra o contamine el
agua, de una visión para el conjunto de la sociedad y
no simplemente para ellos. Una concepción que permita
vivir bien y no ponga en riesgo la sobrevivencia
de los pueblos. Esta tarea no es fácil porque los medios
de comunicación están en contra y el movimiento
indígena no ha podido comunicar bien su visión de
país y tampoco ha logrado tejer alianzas con fuerzas
progresistas e incluso aliados blancos que son actores
importantes en este proceso. Los ecologistas son uno
de ellos, porque están luchando por entender mejor
lo que es la Pacha Mama, una concepción absolutamente
evidente para los indígenas que conciben los
recursos naturales como parte de su cosmovisión, de
su cultura, a diferencia de la cultura eurocéntrica que
separa la naturaleza del resto. El movimiento feminista
es otro potencial aliado que ha colocado la lucha
de la mujer indígena contra el sexismo indígena en
la sociedad blanca. Por tanto, es una alianza que se
puede ampliar.
Finalmente, el Ecuador está en condiciones muy
favorables para crear avances importantes en un marco
de profundización democrática. Los ojos del mundo
y particularmente del continente están puestos en él. Es una oportunidad histórica que no puede desperdiciarse.
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