Lorenzo Ochoa Salas. |
“En
la historia prehispánica la identificación iconográfica
se asume sin analizar la correspondencia entre significado y significante,
que a fuerza de repetirse, poco a poco adquiere una suerte de carta
de naturalización con la consecuente imposibilidad de reconsiderar
la primera impresión”, dijo el experto en culturas del
Golfo de México.
Como toda ciencia, la arqueología necesita de la imaginación
del investigador para crear nuevas teorías y conceptos, así
como para encontrar relaciones entre los fenómenos estudiados.
“Sin embargo, el arqueólogo debe tener especial cuidado
al dar rienda suelta a su imaginación, pues corre el riego
de obtener conocimientos basados sólo en la imaginación
fantástica, es decir, ideas no comprobadas, ni demostradas
ni confrontadas con otra fuente”, afirmó el investigador
invitado por el Instituto de Investigaciones Histórico Sociales
(IIHS) de la UV para ofrecer una conferencia el pasado 9 de junio.
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¿Dios
del maíz?
Para ejemplificar esta situación, Ochoa Salas puso como ejemplo
al “Dios del maíz” olmeca, figura alegórica
aparecida en estelas que fuera así bautizada por arqueólogos
extranjeros porque los adornos de su tocado les parecían
una mazorca. Sin embargo, Ochoa Salas afirmó que se trata
de una imaginación fantástica, porque durante la época
olmeca los tubérculos eran la principal fuente de alimentación,
no el maíz, pues todavía no se había creado
el proceso de nixtamalización para enriquecer su contenido
nutricional, por lo que resulta ilógico que los olmecas veneraran
una planta de poca utilidad.
“Lo que sucede es que se ignora, se exagera o se tergiversa
la evidencia y se crea un mundo fantástico que no está
fundamentado bibliográficamente, ni iconográficamente,
ni a través de datos orográficos, lingüísticos
o etnográficos”, explicó.
Asimismo, el investigador expresó que los datos aislados
son muy importantes, siempre y cuando estén identificados
de acuerdo al contexto de donde originariamente se crearon. “En
tanto no exista este fundamento, interpretarlos puede inducir a
crear una explicación que se construye a partir de la imaginación,
lo cual no pasa de ser un mero ejercicio intelectual de carácter
fantasioso”, señaló Ochoa Salas.
De esta manera, la arqueología no es una reconstrucción
de la vida de los pueblos, porque para este investigador “reconstruir”
significa “inventar”. Para Ochoa Salas esta disciplina
consiste en explicar por qué los fenómenos históricos,
políticos, sociales y económicos se dieron de una
manera y no de otra, y que su valor radica en la comprensión
del pasado para el entendimiento del presente, “por lo que
fuera de esto carece de toda utilidad práctica”.
Ochoa Salas ejemplificó esta situación aludiendo al
estudio del primer contacto entre Europa y América, ocurrido
en 1492. “Para comprender este momento, hay que poseer un
profundo conocimiento de ambos mundos, pero sobre todo de la historia
prehispánica de México. Si no, seremos incapaces de
comprender la Independencia, la Reforma, la Revolución, la
victoria del PAN en 2000, y los demás sucesos que han convulsionado
nuestro país”, aseguró.
Por otra parte, el investigador proporcionó a los estudiantes
presentes un breve panorama arqueológico de los vestigios
de culturas que habitaron la costa del Golfo de México, desde
Tabasco y Veracruz hasta Tamaulipas, pasando por Puebla, San Luis
Potosí y Oaxaca.
Lorenzo Ochoa Salas es egresado de la Escuela Nacional de Antropología
(ENA) y doctor en Filosofía y Letras por la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM), institución en la
que funge como investigador titular experto en la Husteca y la Costa
del Golfo de México. |