Año 6 • No. 230 • julio 10 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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Sólo aprovechan el trabajo y los descubrimientos de los demás: Ruy Pérez Tamayo
Traicionan la medicina quienes
no hacen investigación
Edith Escalón
Responsabilizó a los médicos que evaden su deber científico de negligencia personal
Los médicos que no realizan investigación, que sólo aprovechan los descubrimientos de otros, que consideran a la práctica médica un oficio y no como una misión, y desaprovechan la oportunidad de explorar el cuerpo humano como el modelo más acabado de la naturaleza son culpables de traición a la medicina por negligencia.

Así lo expresó Ruy Pérez Tamayo, médico, investigador, posgraduado en Washington, y distinguido por su trayectoria y legado científico con la Medalla al Mérito Universitario por la Universidad Veracruzana (UV), quien habló en la Facultad de Medicina con colegas, alumnos y académicos sobre el tema.

“Nunca se ha mencionado, como parte de la ética médica, la obligación de contribuir al crecimiento de su ciencia, al aumento de los conocimientos que se usan para diagnosticar y tratar mejor a los pacientes, para instruir a los enfermos y a los familiares y para manejar en forma integral al enfermo”, comentó.

Ruy Pérez Tamayo.

Faltas de ética médica
Puesto que la investigación es un deber moral del médico, dijo Pérez Tamayo, quienes no la realizan son culpables de por lo menos cuatro faltas de ética médica. La primera, traición a la medicina y a los colegas médicos, ya que al no investigar sólo aprovechan el trabajo y los descubrimientos de todos los demás que sí lo hacen, explotándolos sin agregar un ápice de nueva información.

En segundo lugar, señaló, son culpables de “no cultivar el espíritu crítico y analítico, la costumbre de la duda sistemática, el reflejo de poner a prueba cualquier hipótesis, dudar lo obvio”. Añadió que esto forma parte del armamento científico que el médico debe poseer para encauzar su pensamiento en la relación médico-paciente.

En tercer lugar, responsabilizó a los médicos que evaden su deber científico de negligencia personal, ya que “desaprovechan la oportunidad de explorar en el mundo desconocido del ser humano, que es el modelo más complejo y admirable que existe en la naturaleza”.

Por último, Pérez Tamayo consideró a éstos como “culpables del peor crimen que puede cometerse contra la medicina misma” al considerarla como un oficio en lugar de una profesión, como un modus vivendi en lugar de una misión. “Para mí ésta es la violación más grave de la ética médica, el acto supremamente inmoral dentro de la medicina”.

Ética e investigación
Por otro lado, el actual Jefe del Departamento de Medicina Experimental de la UNAM, declaró que la investigación nunca ha formado parte de la práctica ética de la medicina: “Hay códigos de ética para regular la investigación cuando ésta se realiza en seres humanos, pero ninguna señala que la investigación forme parte de la ética de la medicina y mucho menos que no hacerlo sea una falta de ética médica”.

Aseguró que si bien parece haber una gran distancia entre la actividad creativa, realizada por superdotados, y la práctica científica como componente esencial de la profesión –puesto que la mayor parte de los médicos que brillan en la historia deben su fama a los descubrimientos que realizaron–, la distancia misma puede cubrirse sobremanera.

Y es que según señaló, en la mayor parte del mundo occidental los mejores hospitales son los que patrocinan y estimulan con mayor vigor a la investigación científica, y las escuelas de medicina reconocidas son aquellas en las que alumnos y profesores están dedicados a la doble labor de generar y difundir el conocimiento.
Reconoció, no obstante, que la existencia de médicos especializados en investigación –con nombramiento formal de investigadores– y financiamiento para sus proyectos tiene consecuencias éticas ambivalentes: “por un lado muy positivas, pues se reconoce y se apoya la importancia de la actividad para ejercicio cada vez mejor de la medicina, pero a la vez da pie para que médicos no investigadores se encojan de hombros”.

Esto deriva, dijo, de la ausencia de la investigación en la enseñanza de la medicina, no tanto como parte del currículum –porque cuando existe casi siempre forma parte de las ciencias básicas–, sino como atmósfera que penetra todo el pensamiento médico.

Ésta debe estar presente no sólo en laboratorios, sino también y de manera fundamental en las clínicas: “Para que los estudiantes se impregnen del espíritu inquisitivo y de la mentalidad cuestionante que caracteriza al investigador, debe exponerse a tales actividades en forma de vivencia cotidiana”, aseguró.

Pérez Tamayo, quien ha sido profesor en universidades norteamericanas como Yale y Harvard, aseguró que no basta que los maestros le digan a los alumnos que el espíritu científico debe contribuir a su formación como médico, sino que, para aprenderlo, tienen que verlo funcionando en las actividades diarias de sus profesores.

“Cuando esto no ocurre, cuando durante su formación sólo aprenden el oficio porque esto es lo único a lo que están expuestos, a lo que finalmente llegan es a ejercer la medicina como un conjunto de algoritmos o de soluciones preestablecidas para cada uno de los problemas que logran identificar y, desde luego, de sus errores o malos resultados no se benefician ni él ni sus pacientes”.