Año 6 • No. 245 • Noviembre 6 de 2006 Xalapa • Veracruz • México
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  Las mujeres eran poliándricas, aseguró el experto Fernando Díaz Infante
Olmecas consolaron su inferioridad simbolizando su virilidad en el jaguar
Gina Sotelo
Los hombres de aquella época le tenían mucha envidia a la mujer porque practicaban la poliandria

Orígenes:
mirada intuitiva de este apasionado del mundo olmeca.

El sentimiento de inferioridad del hombre olmeca hacia su mujer lo llevó a inventar con el jaguar a un poderoso tótem. La mujer olmeca, practicante de la poliandria y procreadora como la madre tierra, era respetada hasta que sus hombres la emanciparon entre remordimientos y culpa. Mitos como el de la “vagina dentada” llevaron al hombre olmeca a destruir las figuras que aquélla veneraba robándoles su poder.

De esto y más habló Fernando Díaz Infante en la presentación de su libro Las formas originales, editado por EDAS y como parte de las actividades del Encuentro Internacional de Olmequistas que se efectuó en el Museo de Antropología de Xalapa (MAX). Partiendo desde un punto de vista humanista, el autor no sólo describió al hombre y la mujer en esa época, sino de las obras que realizaron.

Según el autor, cuando los olmecas llegaron a San Lorenzo encontraron un sitio paradisíaco lleno de flores y rodeado de agua. Estaba casi al nivel del mar, por lo que había una gran cantidad de vapor por tanta evaporación, árboles llenos de frutas, manglares con gran variedad de animales y crustáceos. Esos aldeanos bien alimentados se multiplicaron por varias generaciones con hombres muy fuertes, decididos, emprendedores y quizá agresivos por su carácter impositivo.

Pero eran herederos de un conflicto añejo: “Los hombres de aquella época le tenían mucha envidia a la mujer. Desconocían el concepto de maternidad porque ellas practicaban la poliandria, aceptada en el preclásico inferior y que empezó 30 mil años antes. El tener a varias parejas molestó tanto a los hombres que despertó su hostilidad reprimida, inconsciente”.

En Las formas originales se explica que en la retina femenina hay bastones para ver en la oscuridad, mientras que en la masculina existen conos para ver de lejos, algo que los olmecas sabían no en términos histológicos. Advertían, también, que ella era más inteligente que el hombre: “Se ha probado por exámenes neuropsiquiátricos que la mujer es más perceptiva que el hombre al poder percibir de manera simultánea varias cosas gracias a su percepción holística. La mujer es más sentimental y por lo tanto tiene más capacidad de amor; y además de enamorarse más profundamente, goza más sexualmente. Tiene más terminaciones nerviosas y contactos que el hombre… Ellos lo sabían por práctica”, resaltó.

Otra tesis de Díaz Infante es que el arte desde la época paleolítica de las cavernas fue creado por las mujeres. El primer dios que hizo la humanidad fue mujer –dijo–, y sustentó sus palabras con testimonios de las diosas del paleolítico: “Las adoraron porque las relacionaban con la fecunda tierra. De ahí su gran veneración”.

Los hombres olmecas, sintiéndose inferiores a sus mujeres, las mantuvieron cautivas, monógamas y les robaron así la gloria del embarazo, del parto, del cuidado de los niños: “Les quitaron sobre todo el poder. Por cien figuras de mujer que había en el preclásico, había una de hombre. Y con los olmecas, por cien figuras de hombre hay una de mujer”.

Entre las conclusiones de Díaz Infante está el hecho de que naciera entonces un reinado masculino lleno de remordimientos, temores y actitudes persecutorias: “Por esa angustia inventaron mitos como el que la mujer tenía vaginas dentadas que a la hora de hacer el amor les cortaría el pene y tenían que protegerse. O el tótem del jaguar, animal poderoso, fecundo, salvaje, con el que se identificaron; desde entonces todo es jaguar en los olmecas”, señaló.

Orígenes
Luego de esta amena charla, Fernando Díaz Infante inauguró su exposición Orígenes, pinturas al óleo, al carbón y sanguínea de monumentos olmecas. Enromes lienzos que evidencian su interés estético por esta pujante cultura.

En la muestra pudimos apreciar, además de su afición artística, la mirada intuitiva de este apasionado del mundo olmeca. Los cuadros reflejan que en su génesis el autor se preguntó el porqué, para qué y cómo de cada figurilla o escultura. Pero no sólo eso, sino que además profundiza en la psique de estos super hombres, expresado en su lado creador. Es su obra pictórica un homenaje y redescubrimiento de la grandeza de quienes nos antecedieron.

Fernando Díaz Infante es autor de textos como Quetzalcóatl, La estela de los soles o calendario azteca, y La educación de los aztecas, además de numerosos artículos en los que ha expuesto bajo una perspectiva psicodinámica los mensajes contenidos en la escultórica prehispánica.