El
sentimiento de inferioridad del hombre olmeca hacia su mujer lo llevó
a inventar con el jaguar a un poderoso tótem. La mujer olmeca,
practicante de la poliandria y procreadora como la madre tierra, era
respetada hasta que sus hombres la emanciparon entre remordimientos
y culpa. Mitos como el de la “vagina dentada” llevaron
al hombre olmeca a destruir las figuras que aquélla veneraba
robándoles su poder.
De esto y más habló Fernando Díaz Infante en
la presentación de su libro Las formas originales, editado
por EDAS y como parte de las actividades del Encuentro Internacional
de Olmequistas que se efectuó en el Museo de Antropología
de Xalapa (MAX). Partiendo desde un punto de vista humanista, el autor
no sólo describió al hombre y la mujer en esa época,
sino de las obras que realizaron.
Según el autor, cuando los olmecas llegaron a San Lorenzo encontraron
un sitio paradisíaco lleno de flores y rodeado de agua. Estaba
casi al nivel del mar, por lo que había una gran cantidad de
vapor por tanta evaporación, árboles llenos de frutas,
manglares con gran variedad de animales y crustáceos. Esos
aldeanos bien alimentados se multiplicaron por varias generaciones
con hombres muy fuertes, decididos, emprendedores y quizá agresivos
por su carácter impositivo.
Pero eran herederos de un conflicto añejo: “Los hombres
de aquella época le tenían mucha envidia a la mujer.
Desconocían el concepto de maternidad porque ellas practicaban
la poliandria, aceptada en el preclásico inferior y que empezó
30 mil años antes. El tener a varias parejas molestó
tanto a los hombres que despertó su hostilidad reprimida, inconsciente”.
En Las formas originales se explica que en la retina femenina hay
bastones para ver en la oscuridad, mientras que en la masculina existen
conos para ver de lejos, algo que los olmecas sabían no en
términos histológicos. Advertían, también,
que ella era más inteligente que el hombre: “Se ha probado
por exámenes neuropsiquiátricos que la mujer es más
perceptiva que el hombre al poder percibir de manera simultánea
varias cosas gracias a su percepción holística. La mujer
es más sentimental y por lo tanto tiene más capacidad
de amor; y además de enamorarse más profundamente, goza
más sexualmente. Tiene más terminaciones nerviosas y
contactos que el hombre… Ellos lo sabían por práctica”,
resaltó.
Otra tesis de Díaz Infante es que el arte desde la época
paleolítica de las cavernas fue creado por las mujeres. El
primer dios que hizo la humanidad fue mujer –dijo–, y
sustentó sus palabras con testimonios de las diosas del paleolítico:
“Las adoraron porque las relacionaban con la fecunda tierra.
De ahí su gran veneración”.
Los hombres olmecas, sintiéndose inferiores a sus mujeres,
las mantuvieron cautivas, monógamas y les robaron así
la gloria del embarazo, del parto, del cuidado de los niños:
“Les quitaron sobre todo el poder. Por cien figuras de mujer
que había en el preclásico, había una de hombre.
Y con los olmecas, por cien figuras de hombre hay una de mujer”.
Entre las conclusiones de Díaz Infante está el hecho
de que naciera entonces un reinado masculino lleno de remordimientos,
temores y actitudes persecutorias: “Por esa angustia inventaron
mitos como el que la mujer tenía vaginas dentadas que a la
hora de hacer el amor les cortaría el pene y tenían
que protegerse. O el tótem del jaguar, animal poderoso, fecundo,
salvaje, con el que se identificaron; desde entonces todo es jaguar
en los olmecas”, señaló. Orígenes
Luego de esta amena charla, Fernando Díaz Infante inauguró
su exposición Orígenes, pinturas al óleo, al
carbón y sanguínea de monumentos olmecas. Enromes
lienzos que evidencian su interés estético por esta
pujante cultura.
En la muestra pudimos apreciar, además de su afición
artística, la mirada intuitiva de este apasionado del mundo
olmeca. Los cuadros reflejan que en su génesis el autor se
preguntó el porqué, para qué y cómo
de cada figurilla o escultura. Pero no sólo eso, sino que
además profundiza en la psique de estos super hombres, expresado
en su lado creador. Es su obra pictórica un homenaje y redescubrimiento
de la grandeza de quienes nos antecedieron.
Fernando Díaz Infante es autor de textos como Quetzalcóatl,
La estela de los soles o calendario azteca, y La educación
de los aztecas, además de numerosos artículos en los
que ha expuesto bajo una perspectiva psicodinámica los mensajes
contenidos en la escultórica prehispánica. |