Durante
la ceremonia en que la Universidad Veracruzana otorgó el
Doctorado Honoris Causa a Carlos Monsiváis, el imprescindible
cronista del país aseguró que las universidades públicas
de América Latina son “instituciones acosadas, difamadas
y, que pese a todo, mantienen su vitalidad y su potencia”
(UniVerso 292).
Como hemos consignado en nuestras páginas, la opinión
del escritor y periodista –a la que hemos acudido con frecuencia
por su precisión y claridad– es compartida por prácticamente
todos los sectores sociales: empresarios, industriales, gobiernos,
organizaciones civiles, pares académicos, padres de familia
y ciudadanos de a pie. Los resultados del Índice Mexicano
de Reputación Empresarial (IMRE) y del Ranking Nacional de
Confianza en las Instituciones así lo han demostrado, han
sido apenas dos expresiones de lo anterior.
No obstante, las desestimaciones a la universidad pública
han sido constantes pero las universidades, en conjunto, han sabido
responder e incluso remontar las adversidades, como durante la intentona
de reducción del presupuesto por parte del gobierno federal.
Sin embargo, la lucha referida no se libra únicamente en
las altas cúpulas de decisión. En nuestras aulas,
talleres, laboratorios y oficinas, los universitarios, todos, debemos
asumir que la única defensa posible que nuestras casas de
estudio pueden hacer por su causa es la de mostrarse inobjetablemente
vigentes e imprescindibles para un verdadero proyecto de Nación.
Por ello es necesario anteponer el compromiso y la crítica,
la honestidad y el alto nivel frente a la autocomplacencia y la
simulación.
Por consideraciones como las anteriores, el III Congreso Nacional
de Sindicatos Universitarios, al que se darán cita gobernadores,
rectores, legisladores, autoridades educativas y sindicalistas,
será a todas luces una nueva expresión de la fortaleza
que los universitarios de todos los niveles y de todo el país
ejercen en defensa de la universidad pública. |