Crítico incesante de la izquierda mexicana, Aguilar Camín
terminó por convertirse en blanco de numerosas críticas
y de apasionadas defensas. Sus detractores le adjudican una supuesta
cercanía al ex presidente Carlos Salinas de Gortari, la cual
se agudizó cuando fue encargado de coordinar la fallida edición
de libros de texto gratuitos de 1992.
Nacido en Chetumal, Quintana Roo, en 1946, Aguilar Camín estudió
Comunicación en la Universidad Iberoamericana y se doctoró
en Historia en El Colegio de México. Fue becario de la Fundación
Guggenheim e investigador en el Instituto Nacional de Antropología
e Historia, así como colaborador en los periódicos
La Jornada, Unomásuno y La Cultura en México.
Sin embargo, su principal atalaya ha sido la dirección de la
revista Nexos. También dirigió la editorial Cal y Arena
y ha publicado, entre otras, las novelas Morir en el golfo (1985),
La guerra de Galio (1990), El error de la luna (1995), El resplandor
de la madera (1999) y Las mujeres de Adriano (2002).
“Yo soy un socialdemócrata de marca libre. No estoy adscrito
a ningún partido, no creo en los partidos políticos.
Tengo una base anárquica que no ha terminado de desplazarse
en mí; aunque entiendo la necesidad del Estado y entiendo la
necesidad del poder y de la autoridad, en el fondo vivo en un permanente
rechazo de esas cosas. No creo en los partidos políticos, soy
incapaz de ceder mi libertad personal porque lo requiere la militancia
política o partidaria. Tampoco tengo ambiciones políticas,
ni se me ha cruzado por la cabeza, nunca, ocupar un puesto público.
Prefiero escribir”, dice.
En el marco del reconocimiento de la Universidad Veracruzana
a Nexos se dijo que esta revista constituye un esfuerzo por tratar
de entender el país que hemos sido en los últimos 30
años. Personalmente, ¿cómo le ha ido? ¿Ya
lo entendió?
El país no está fijo, cambia, y también tienen
que cambiar nuestras miradas. Ahora (en la mesa 30 años de
Nexos que formó parte del reconocimiento referido), José
Woldenberg recordaba que el eje bajo el cual se ordenaron las miradas
críticas del país, durante décadas y hasta el
año 2000, fue el Eje Autoritarismo-Democracia.
El tema del autoritarismo no se ha ido, pero ya no es el asunto central
que ordena la discusión, sino que estamos ahora en una discusión
mucho más compleja de, en todo caso, el autoritarismo dentro
de la democracia. Estamos en un terreno más matizado, de un
país que ha dado un evidente paso histórico hacia un
régimen democrático, en donde el autoritarismo ha sido
derrotado, no sólo en su eje central, que era finalmente el
control del acceso al poder, sino también en su valor cultural
y en su valor moral. Hay autoritarismo en México, en el México
democrático, de muchos tipos, pero ninguno de esos autoritarismos
tiene prestigio ni adherentes.
De manera que ese eje quedó rebasado. Tenemos que pensar ahora
el país de una manera más compleja. Y no es fácil
adecuar la mirada a una diversidad de situaciones mucho más
difíciles de diagnosticar, entender y anticipar en su desarrollo.
Porque también nosotros somos reos de nuestros antiguos hábitos
de mirar. Una buena parte del debate, de la reflexión pública
que se hace hoy, está atado a las fórmulas del pasado
que dicen cosas que fueron verdad pero que ya no lo son.
Por ejemplo, la expresión “mayoritear”. Es una
expresión que no tiene sentido. La tuvo cuando las mayorías
del PRI, mayorías hegemónicas, abrumadoras, se construían
de un modo ilegítimo, mediante la manipulación de las
elecciones. Las mayorías que llegaban así al Congreso
eran ilegítimas, construidas mediante procesos poco transparentes
o no transparentes en su realidad democrática. Había
derecho a caricaturizar esas mayorías con la palabra “mayoriteo”
y a reclamar una legitimidad política que no estaba expresada
en esas mayorías porque eran mayorías construidas mediante
la manipulación. Eso se terminó: las mayorías,
por lo menos en el nivel federal, que hoy llegan al Congreso son inobjetables
de ilegitimidad, son la expresión exacta de la voluntad ciudadana
expresada en las urnas. Por tanto, ya no hay mayorías que “mayoritean”;
hay mayorías legítimamente constituidas que toman decisiones
como se toman decisiones en la democracia: por mayoría.
En
medio de esta nueva dificultad para entender al país, ¿existe
la posibilidad de saber la verdad sobre las cosas que pasan en México?
Siempre existe. Y depende del rigor y el trabajo con que una sociedad,
a través de sus medios de comunicación y de sus estructuras
de conocimientos (universidades, academias, revistas), se propone
ese conocimiento. Nosotros tenemos unos medios de comunicación
que han sido muy eficaces como conductores de la crítica
y como conductores de la pluralidad…
¿Se
refiere a los medios en general o a Nexos?
A los medios en general: la televisión, la radio, la prensa
y las revistas como Nexos, que están circulando y contribuyendo
a formar la opinión pública. Han sido eficaces conductores
de la pluralidad y de la crítica, pero no han sido eficaces
investigadores de la realidad. La reflejan, no la explican; la repiten,
no la ordenan y la hacen inteligible. No penetran en los secretos
y en los pliegues de los hechos. Ofrecen los hechos como una sucesión
de opiniones. Lo que hay es el reflejo de la pluralidad. Pero esa
pluralidad sin un piso básico de información compartida
acaba volviéndose la Torre de Babel. Los hechos son lo que
opina cada quien.
Por ejemplo, hay una señora a la que violan y matan unos
soldados en Zongolica, Veracruz, según una versión.
Y hay una investigación forense que niega absolutamente esos
hechos. Pero hoy queda una parte de la sociedad mexicana que cree
una cosa y otra que cree otra cosa. ¿De quién es responsabilidad
eso? De los medios de comunicación que no hacen la tarea
de definir la realidad. La realidad no se discute. La realidad es
la realidad, debería serlo, y sobre ese piso común
de conocimiento se establece la pluralidad de las opiniones. Pero
las opiniones no pueden negar la realidad, como pasa tanto en México.
Y, en ese sentido, yo creo que la democracia mexicana tiene un gran
déficit en la baja calidad de establecer los hechos de sus
instrumentos de comunicación y de creación de opinión
pública.
Esto no se ha hecho, ¿por incapacidad o por falta de voluntad?
No se ha hecho porque los medios periodísticos del país
nunca tuvieron realmente el compromiso de construcción profesional
de sus informaciones. Pasaron del sometimiento a la libertad sin
hacer el trabajo de profesionalizar sus instrumentos.
¿Ahora
son soldados del presidente o…
No, son más libres que nunca, pero no están usando
su libertad en la construcción de una base profesional para
informar a esta sociedad de lo que realmente sucede en ella.
Si
es cierto que los medios no representan más que sus propios
intereses, ¿estaremos en la antesala de un fracaso de éstos
como instituciones de nuestra organización social?
Lo que va a pasar es que va a aparecer un medio que haga ese trabajo.
Y ese medio se va a hacer de una parte fundamental del mercado y
será el líder de una nueva renovación de los
medios en México.
Cuando apareció el diario Reforma, los periódicos
en México llevaban una situación estable desde hacía,
qué se yo, 10, 15, 20 años. Tenían los mismos
tirajes, había los mismos lectores y se decía: “Reforma
no va a tener ningún espacio”. Pero Reforma vino con
una novedad absoluta en los periódicos mexicanos: la decisión
de apoderarse del mercado. Los otros periódicos estaban acomodados,
cada quien tenía su espacio y nadie quería más
parte del pastel. Reforma llegó, quiso más y ganó
la parte fundamental del pastel y ahora es el periódico líder
y al que otros periódicos tratan de imitar. Estableció
un nuevo paradigma periodístico, empresarial-periodístico,
y ha transformado la prensa escrita de una forma muy importante.
Los nuevos diarios, los que tienen fuerza y vocación de futuro,
ganas de implantarse y competir en el nivel que ha puesto Reforma,
son los diarios interesantes en México: Milenio, El Universal
y el nuevo Excélsior. Los demás son periódicos
de viejo estilo que tienen su nicho o su negocio específico
o su auditorio cautivo, pero no pretenden ser los líderes,
ni podrían serlo mientras no salgan de su provincianismo
temático o ideológico.
Este
nuevo gran medio que vislumbra, ¿ya se ve en gestación?
No, no lo veo. Pero siento que hay una masa crítica que va
pidiendo y abriendo cada vez más un espacio para los medios
que se propongan esto. ¿Por qué? Porque la competencia
en el medio es muy grande ya. Realmente no hay mayor diferencia
entre uno y otro espacio de información. Se oyen las mismas
voces, las mismas opiniones, los mismos debates, las mismas polarizaciones
y no hay el momento clarificador que un público aturdido
por esa pluralidad en desorden y sin criterios de verdad está
necesitando ya.
Ese público aturdido por la pluralidad democrática
necesita alguien que lo ayude a pensar con rigor y claridad en qué
es lo significativo para su vida de todo eso que oye, la vida de
su familia, de su comunidad, sus posibilidades de desarrollo. Los
medios están demasiado centrados en hacernos oír lo
que dicen los políticos y en hacernos oír eso críticamente
y en criticar a los políticos, pero no están abriendo
el espacio de decirle a los ciudadanos lo que se necesita entender
para ordenar su vida y orientarse en este mundo mucho más
complejo de la vida democrática.
Si
uno necesita que alguien venga y le diga la verdad, ¿esto
no se parece mucho al fascismo de las ideas? ¿Cómo
evitarlo?
Bueno, la verdad también es una cuestión de grados.
Verdades establecidas y definitivas no existen ni en la ciencia
exacta, porque ahí también se van construyendo nuevas
versiones de la verdad. Todas son verdad, pero ninguna es absoluta
ni deja de estar sujeta a revisión.
Entonces, se trata de la diferencia entre una tanga y un traje de
baño de una sola pieza. Hay una diferencia enorme. En nuestros
medios de comunicación, lo que se usa es un traje de baño
de una pieza en el sentido de que deja ver mucho menos lo que hay
debajo. Los medios de comunicación no son transparentes en
el sentido de que no transparentan la realidad. Y esto empieza por
los datos básicos, porque dan espacio a lo que opina todo
mundo y lo que opina todo mundo no es más que un conjunto
de sospechas y de caprichos.
Veamos, por ejemplo, el tema del asesinato del cardenal Posadas.
Ha sido esclarecido una y otra vez, con lujo de detalles, en distintas
instancias, pero como todas ellas vienen de la autoridad y la autoridad
está siempre bajo sospecha
–consecuencia del Eje Autoritarismo-Democracia–, entonces
hay espacio para que con una irresponsabilidad absoluta, pero confiando
en la credibilidad del público, la prelatura de Guadalajara
venga a hacer una serie de acusaciones que a lo mejor podrían
estar sustanciadas y serían interesantes, pero que no son
más que fantasmagorías que, sin embargo, crean su
espacio y hacen este perversísimo efecto al que estamos acostumbrados:
“La verdad no importa, lo que importa es lo que tú
y yo creemos”, “No importa cuánto mides, sino
lo que yo creo que tú mides”.
Hay ciertos hechos de la realidad que no están sujetos a
discusión. Si vemos la primera plana de (los periódicos
norteamericanos) New York Times y Washington Post, coinciden en
cuatro de cinco titulares. Entre ellos son absoluta competencia,
pero el criterio de lo importante, en términos periodísticos
es igual, ¿por qué? Porque tienen un mismo criterio
implícito de lo que es y no es importante. Ahora, tomemos
los diarios de aquí y de la Ciudad de México y vas
a ver cómo cada periódico es un mundo. Eso no puede
ser, eso no indica más que una falta de seriedad profesional
en los medios que usan sus periódicos no para mostrar lo
que sucede, sino lo que a ellos les importa.
Y si ves la cantidad de noticias en los medios que son datos duros,
te vas a encontrar con lo que decía (el político panista)
Carlos Castillo Peraza: “Los únicos datos duros en
la prensa mexicana son los resultados deportivos”. 2-0, 3-1.
Todo lo demás son opiniones.
En
esta romería de opiniones, ¿usted ha tenido un interlocutor
claro?
Sí, pero sólo por excepción. Lo normal es tener
interlocutores que están en el otro lado diciendo: “Usted
está equivocado. Yo pienso distinto, pero usted está
equivocado porque está equivocado” o “Estoy absolutamente
de acuerdo con usted”, pero no hay un espacio intermedio en
donde alguien diga: “Creo que tienes razón, pero tus
datos no están bien y, por tanto, tu conclusión está
mal”. Eso no existe.
Ahora, yo he hecho una cosa que recomiendo: formar un elenco de
articulistas y de periodistas que no están en un solo periódico.
Eso es lo que yo leo. Una gama amplia de opinadores, porque es muy
difícil encontrar en la prensa mexicana información
verdaderamente sólida, bien construida, bien escrita y bien
fundamentada. Entonces, leo a un espectro de gente informada, inteligente,
con la que coincido, y que me da un espectro de lo que está
pensando la comunidad de acuerdo con sus mentes más brillantes,
más representativas. Y la verdad es que la calidad de esa
selección de autores es muy alta, muy superior a lo que hay
en los diarios de reportaje, crónica y simple reporte diario
de información.
Porque el otro asunto que pasa es que la mayor parte de las noticias
que se leen como hechos en los periódicos son declaraciones,
opiniones. De señores más o menos calificados, pero
son opiniones y eso no es la realidad, sino lo que alguien piensa.
Es la diferencia entre decir lo que yo pienso de la Universidad
Veracruzana y lo que ésta es.
¿En este diálogo imposible, “yo
no estoy de acuerdo porque no estoy de acuerdo”…
…y
también están los insultos.
… en este ejercicio de diálogo negado,
podrían explicarse los odios y la polarización de
la sociedad de la que se habla a partir de la elección de
2006?
Bueno, la polarización yo creo que no existe. No veo cómo
puede haber polarización en la sociedad cuando quienes están
inconformes con el 2006 son un 30 por ciento de los votantes; el
otro 70 no está inconforme. Llamarle polarización
a eso es demasiado. No creo que haya polarización. Creo que
hay una diferencia entre los que perdieron y los otros. El que ganó
y el otro que perdió. Y, en ese sentido, a lo que asistimos
es, como lo dijo en su momento la revista (inglesa) The Economist,
a la inconformidad política de un muy mal perdedor. Hemos
tenido evidencias reiteradas de que las acusaciones de fraude que
se han hecho, una tras otra, no han podido ser sustentadas. Es un
veredicto de capricho.
Pero
más allá de simpatías políticas o no,
¿no detecta una cierta animadversión de los mexicanos
por los mexicanos? ¿Como si la gente tuviera cada vez más
ganas de odiarse?
No. No siento eso. Siento que están crispados los nervios
de algunas franjas. Mucho más preocupante es el tema de la
violencia y del descontrol de la violencia. Me parece muy preocupante
que no haya en esto una claridad, de la sociedad, de la opinión
pública, de los medios, de que esto necesita una cohesión
en los objetivos.
Una crítica en los medios, pero una cuestión clara
y definida en los objetivos que deben ser: contener la violencia
y el crimen organizado y echarlo para atrás. Creo que hay
ahí un déficit de cohesión respecto de que
éste debe ser el objetivo número uno y que en esto
hay que apoyar a la autoridad a todo lo que dé. Otra cosa
es estar de acuerdo con los medios. Los medios se pueden criticar,
porque es imposible que no tengan equivocaciones, pero el objetivo
no debe quedar incluido en la crítica de los medios.
Esta
falta de claridad sobre la verdad y la mentira de lo que pasa en
México, ¿puede devenir en desesperanza, miedo?
No lo creo. En lo que puede devenir es en lo que deviene: una cierta
renuncia al interés en estos problemas y en el refugio en
la indiferencia como una manera de evitar el problema de tanto esfuerzo
de lectura y comprensión para llegar a una jungla poco penetrable
de opiniones encontradas. Puede tener un efecto de desmovilización
del interés de la gente en el ámbito de la vida política. |