151 y 154, y expresiones como las pronunciadas por el comandante
maya Miguel HuChin, quien ante la pregunta de qué
hace, lanzada por el cura Turrisa, responde con un
displicente “Aquí, en la guerra...” (p. 156).
Todo ello no hace desmerecer el logro de esta se-
gunda novela de Hernán Lara Zavala, un sólido cuentista que demuestra en muchos pasajes/capítulos su
oficio, que toma partido por aquellos indios a quienes,
según ha oído la señorita Bell, “hay que darles pan...
pero más palos que pan” (pp. 203-204), y consigue
traer al presente (para bien de todos, de la historia
y de la literatura) un no muy lejano pasado de injusticias, humillaciones y supersticiones impulsoras de
una guerra que terminó en apariencia hace 100 años,
aunque sus causas originarias aún estén ahí y quienes
las padecen estén a la espera de nuevas señales en esa
tierra de nadie que es la historia.
Raúl Arístides
Convoca a Gregorio, en la página 188 de Nómadas del sur, para que este personaje diga que: “La gente de
Corozal se está yendo a vivir a Payo Obispo. A muchos
los he visto cargar hasta con sus propias casas y no
volver a pisar suelo inglés”, y con ello sintetizar el sino
del conjunto de hombres y mujeres que transcurrirán
a lo largo de 300 folios de una novela que, en su esencia, entiende el proceso histórico no como destino
inexcusable definido por míticos seres, sino como el
devenir mediado por el azar y las circunstancias terrenas que conducen a los seres humanos a trashumar, a
partir, a ser integrantes de diásporas intranacionales
o, para el caso que nos ocupa, internacionales. Tales movimientos se realizan no por decisión propia
y sí porque así lo obligan las condiciones reales de
existencia, repelentes y agresivas de suyo si se quiere,
pero también preñadas de opciones inéditas entre la cerrada maleza de los contextos inmediatos y/o mediatos de esta región. En ella las savias culturales que
fluyen entre el sur de la península de Yucatán y Belice son prueba de la idea de una frontera porosa y
respondona frente a la idea que la concibe como algo
inmutable y no como lo que realmente es y son todas
ellas: espacios compartidos de separación y contacto,
construidos por los seres humanos y paradójicamente
hechos trizas por el actuar y la producción cultural
circulante entre éstos. En el caso de Nómadas del sur,
esos entes que viajan con su cultura a cuestas son los
mexicanos que huyen de Bacalar con destino a Belice
no porque quieran, sino porque la insurrección de los
mayas no les deja otra salida para mantenerse vivos.
De este modo van a engrosar la población beliceña
sin proponérselo y sirven de pretexto al novelista inventor de una saga familiar moldeada por los vientos
hiperbólicos y el yodo del Caribe. Une así a México y a
la antigua Honduras Británicas como el escenario de
su primera apuesta narrativa, autobiográfica no por
haberla vivido sino por, según deducimos de su propia “nota preliminar", haberle tocado de cerca como
antecedente biológico y haberle definido el futuro
cultural y la nacionalidad.
Con los pies bien asentados en el mundo académi-
co, el autor ha publicado tres libros en el campo de los
estudios lingüísticos: El triángulo invertido. Análisis de la
obra narrativa de Emilio Carballido (1999), Estudios de lin-
güística y literatura (2001) y El habla de Chetumal (2002),
ciudad ésta en la que nació y reside. Ahora, a sus 50
años, da a conocer esta opera prima, con la que obtuvo
mención honorífica en el Premio Latinoamericano de
Primera Novela Sergio Galindo 2007, convocado por
la Universidad Veracruzana.
Nómadas del sur se emparienta con la obra, comentada líneas atrás, de Hernán Lara Zavala por tener
como detonante común la Guerra de Castas, hecho
transformador en la segunda mitad del siglo XIX desde la parte norte de la península yucateca hasta la
frontera con Belice. Aún más: la pacificación de los
mayas rebeldes tuvo como resultado inevitable la subdivisión de las tierras yucatecas, el nacimiento del territorio de Quintana Roo y el impulso a la creación de
un destacamento defensivo en 1898: Payo Obispo, hoy
Chetumal. De este modo se corrió la frontera originaria hacia el país vecino, se pobló el territorio y el gobierno mexicano ejerció el control del espacio en aras
de la defensa de la soberanía frente al exterior y hacia
el interior para mantener a raya posibles nuevas insurrecciones indígenas. Sin todo ello, los personajes,
sus historias y circunstancias narradas por Arístides
no hubieran sido posibles.
Nómadas del sur coquetea, sí, con la novela histórica y, Kundera dixit en La insoportable levedad del ser,
tal promesa de coito sin garantía con el género podría haberla constreñido, pero por fortuna, para bien
del autor, de los lectores y de la literatura, el contexto
obligatorio no consigue ponerle la camisa de fuerza,
porque los amores, desamores y traiciones, salpicados de viñetas sexuales, echan el cable a tierra para
quitarles el posible acartonamiento a estos héroes de
todos los días y de todos los caminos de ida y vuelta por tierra y por agua, especialmente por ésta. Así,
los acontecimientos como eslabones que conforman
la guerra inciden en la vida de Francisco/TránsitoFernanda y de Eulogio-Isabel/Plácida, pero conforme
avanza el tiempo y la vida en Belice se “normaliza” tales acontecimientos irán convirtiéndose en ecos de lo
dejado en pos de salvar la vida y de un futuro retorno
que se mantiene como posibilidad: la patria/matria
quedó no atrás, sino en el allá que se aprecia desde el
acá beliceño al que se arriba. Allí transcurrirán variopintas peripecias donde los personajes irán de viaje a
Nueva Orleáns (capítulo VI), se casarán (capítulos VII
y VIII), fornicarán por puro gusto y para tener hijos,
harán fortunas y las perderán, dejarán cadáveres en
su andar y traicionarán, como Carlos-Adelfa, por los
motivos elementalmente humanos que son el dinero,
el amor, el deseo sexual, el rencor, los celos... A fin
de cuentas, o mejor todavía al principio de ellas, por
las puras pasiones que los hombres y mujeres normales manifestamos en la vida cotidiana. Pasiones por
las que
|