Los santos laicos.
De allí que no se les pudiera criticar. Del altar católico
se pasó al altar de la patria; el catecismo católico fue
substituido por el “Catecismo de la historia de México”. Seguramente los mayorcitos recordarán que en los años setenta del siglo pasado, un comediante, El
Loco Valdés, con frecuencia era detenido o multado
por hacer chistes de los héroes.
¿Para qué sirvió la pedagogía del nacionalismo decimonónico mexicano? Como lo ha señalado Josefina
Zoraida Vázquez, para modelar la conciencia colectiva
de los mexicanos y, al mismo tiempo, para garantizar
la lealtad de sus habitantes hacia el Estado-nación. Este
ejercicio fue muy exitoso. Hasta hace poco, al nacionalismo mexicano no se le cuestionaba, y aún coexiste
con las identidades regionales y locales. Este fenómeno no se dio, por ejemplo, en España. Si bien entre
1808 y 1823 ambas sociedades vivieron y compartieron
una historia común, en la actualidad, en la península los habitantes de las provincias todavía se resisten a
asumirse como españoles y han insistido en reafirmar
sus respectivas identidades autonómicas como catalanes, valencianos, gallegos, andaluces y vascos, por citar algunas; en cambio, no tienen ningún problema en
formar parte de la Comunidad Europea.
En México ahora se vive un proceso de desacralización de los mitos fundadores del nacionalismo
decimonónico. Los héroes identifi cados, así como
los anónimos, ahora son de carne y hueso, humanos.
Parece inminente la destrucción del “patriotismo
criollo”, el que empezó a forjarse desde la conquista
española y con una visión de la historia en la que se
ignoraba a las clases populares, como atinadamente
ha sido explicado por el profesor David Brading. La
fuerza de este movimiento cultural continuó después
de la independencia de México. Recuérdese que en
la segunda mitad del siglo XIX, varios héroes o heroínas que no eran blancos fueron “criollizados”, siendo el más conocido Porfirio Díaz. Lo mismo ocurrió con las partidarias de la insurgencia Josefa Ortiz de
Domínguez y Gertrudis Bocanegra. Estudios recientes ha revelado que todos ellos no eran criollos sino
mestizos.
Lamentablemente, este ejercicio de deshacer y rehacer la historia mexicana, sumado a la libertad de
expresión, ganada con tanto esfuerzo en nuestro país,
ha conducido hoy a la banalización del llamado Bicentenario. Este término perdió su significado histórico
para convertirse en mercancía, y ahora forma parte de
la mercadotecnia publicitaria de empresas, gobiernos
y hasta de escritores. En el último año han aparecido
varias publicaciones “históricas” cuya finalidad es satisfacer el morbo de algunos lectores, y han tenido la
osadía de describir con detalle la supuesta vida íntima
de algunos personajes de la historia. Citaré dos ejemplos: la correspondencia amorosa entre el general Vicente Guerrero y el embajador de los Estados Unidos
Joel Poinsett, o los amoríos de la Corregidora con el
general Ignacio Allende. En los dos casos no existe
evidencia alguna. El extremo de la banalidad es la
forma en que las bisnietas de dos generales de la Revolución Mexicana, Venustiano Carranza y Plutarco
Elías Calles, van a celebrar el bicentenario: posando desnudas para Playboy.
En este contexto de la libertad de expresión también debemos ubicar uno de los temas de mayor discusión en los medios de comunicación: la excomunión
del Padre de la Patria, cura Miguel Hidalgo. Desde
hace tres años en diversos foros se ha abordado este
tema. De hecho, en 2007 el Congreso de la Unión solicitó al Vaticano levantar la excomunión a Hidalgo. En
mayo de 2009, el Episcopado mexicano encomendó a
un grupo de historiadores, todos católicos, analizar la
excomunión de Hidalgo y de Morelos. Ellos concluyeron que los próceres no habían muerto en pecado y solicitaban a la Secretaría de Educación Pública modificar el contenido de los libros de texto. Hubo historiadores que se opusieron a esta petición, lo cual es
normal en estos casos, no así las inserciones pagadas
en los medios impresos nacionales por la Iglesia de la
Luz del Mundo, en los que acusaba a la Católica de distorsionar el hecho histórico con el argumento de que,
quien había dictado la excomunión, Abad y Queipo,
no contaba con la correspondiente consagración episcopal. Los detractores sumaron a su argumentación
seis edictos más firmados por obispos consagrados y
con ello aseguraban que los caudillos de la revolución
sí habían muerto excomulgados.
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C.P. |
Lo que llama la atención de todo este alegato es
la preocupación de las jerarquías católicas por salvar
sólo las almas de dos de los principales próceres de la
Independencia, mientras ignoran al resto de los pobres insurgentes, que fueron también excomulgados,
y los dejan “retorciéndose en las llamas del infierno”,
sin hacer nada para liberarlos de tan espantoso sufrimiento. ¿Podrá la Iglesia católica modifi car los libros
de texto, apropiarse de la celebración del 15 y 16 de
septiembre y participar como actor de primer orden
en la celebración del Bicentenario, salvando así su descrédito histórico?.
Otro tema de discusión en los medios impresos,
no en los audiovisuales, es el derroche para la celebración del “Bicentenario de oropel”. Y es que, de
acuerdo con los reportajes publicados en el periódico
Reforma de 14 de marzo de 2010, alrededor de dos mil
millones de pesos costará la realización de dos eventos
para la celebración del 15 y 16 de septiembre: el recinto ferial de la Expo Bicentenario en Silao, el cual sólo
funcionará cuatro meses, y el espectáculo de luces con
una duración de 10 horas para la Ciudad de México.
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