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C.P. |
Con lo expresado hasta aquí quiero reiterar la responsabilidad histórica que como sociedad, es decir,
gobiernos, universidades, organismos no gubernamentales y sociedad civil en general, tenemos para con
los sectores sociales menos favorecidos y vulnerables.
La conmemoración de los centenarios bien podría ser
una oportunidad para pensar en una refundación de
la República en la que se garanticen los derechos humanos, civiles y políticos de todos los habitantes, se
diseñen efectivas formas de representación política y
una misma justicia para todos.
El nacionalismo mexicano no está a prueba por la
forma de conmemorar los centenarios. Sin embargo,
qué importante hubiera sido la conformación de una
agenda nacional incluyente y consensuada, en la que
participaran representantes de los tres niveles de gobierno, las universidades, los creadores, los medios de
comunicación y los organismos no gubernamentales,
por citar algunos. Una agenda en la que, además de
la celebración de las fiestas cívicas, se conmemoraran
los alzamientos del pueblo mexicano en contra de la
tiranía y la opresión. Este vacío ha sido cubierto por
las comisiones estatales, municipales, universitarias y
de las organizaciones no gubernamentales. La fiesta del
Bicentenario, y por desgracia no de la Revolución, se
la han apropiado la mayor parte de los mexicanos, y
por más voces que se escuchen y que rechacen las celebraciones, éstas se realizarán como cada año porque
forman parte de una tradición de 195 y de 75 años,
respectivamente. A pesar de la impunidad y del abuso
de poder, de la corrupción y de la guerra contra el narco, México existe, México está vivo. No por voluntad
de los gobiernos, sino por la fortaleza de su gente, de
las personas comunes y corrientes, normales, diría yo.
El nacionalismo mexicano de hoy es plural, es heterogéneo, es diverso y no debe espantarnos. Coexiste
con las identidades regionales sin conflicto con el interés nacional. De esto sí debemos sentirnos orgullosos
los mexicanos porque representa un problema menos
que discutir en la agenda política.
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