La naturaleza altamente repetitiva y meditativa de
las operaciones alquímicas, que inducían estados
alterados de conciencia mediante una prolongada focalización de la atención, se vio multiplicada
en cientos de técnicas artesanales medievales tales como el trabajo en vidrios coloreados, hilados,
caligrafía, trabajo en metal y la iluminación de
manuscritos (p. 73).
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Leonardo Rodríguez: La estética |
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Dichos estados son maneras de vivir esa unidad con
el mundo que solicita El reencantamiento y que toma
forma en la pérdida de la noción del tiempo cronométrico, en una especie de “clarificación” de los pensamientos o “apaciguamiento” del flujo mental y en la sensación de tener la mente también afuera, más
allá de la piel.
Como lo hemos observado, la tradición alquímica valorada y apreciada por Berman en tanto ciencia
premoderna, ya había encontrado desde la época medieval la unidad latente en la oposición. El “cómo” y
el “por qué” entreveran sus esferas. Sócrates no tenía
la intención de despreciar el camino de la inspiración
como modo de conocimiento al poner en evidencia “la
poca ciencia” de Ión; más bien pone en su lugar las
razones que ostenta su amigo rapsoda para vanagloriarse: la conclusión del diálogo abre la posibilidad de
considerar que el conocimiento de Ión es parte de otro
conocimiento. Se dice que Platón desterró a los artistas y a los poetas de su Estado ideal; en contraste, hay
pasajes que no son acordes con esa visión: en el discurso que Diotima prodigó a Sócrates, dice la extranjera:
Pero los que son fecundos con relación al espíritu… Aquí Diotima, interrumpiéndose, añadió:
porque los hay que son más fecundos de espíritu
que de cuerpo para las cosas que al espíritu toca
producir. ¿Y qué es lo que toca al espíritu producir? La sabiduría y demás virtudes que han nacido
de los poetas y de todos los artistas dotados del
genio de invención (Diálogos, 376).
Se habrá notado que en el seno de la cultura medieval había al menos dos posturas: la clerical y la alquímica. A reserva de considerar también la inagotable
sabiduría de la veta popular y cosmogónica que Mijaíl
Bajtín nos hace recordar con justicia, lo que interesa valorar es la actitud participativa del alquimista, la
conjunción científico-artesano, cuya presencia Morris
Berman la encuentra en las artesanías, en el arte y poesía contemporáneas, especialmente desde el movimiento surrealista:
Era la ciencia de la materia, el intento de revelar
los secretos de la naturaleza; una serie de procedimientos empleados en la minería, en los teñidos
de telas, en la manufactura de vidrios y en la preparación de medicinas; y, simultáneamente, un
tipo de yoga, una ciencia de la transformación psíquica [el arte como camino de autoconocimiento,
una de sus tantas virtudes]. Debido a que la mateia poseía conciencia, la habilidad para transformar la primera automáticamente significaba que
uno era hábil para trabajar con la última –una
tradición que sólo perdura hasta el día de hoy en
áreas tales como el arte, la poesía o la artesanía,
en donde tendemos (correcta o incorrectamente)
a considerar la habilidad para crear cosas de gran
belleza como un reflejo de la personalidad del
creador (p. 91).
La idea de la alquimia como ciencia de la naturaleza y ciencia autocognitiva cuenta entre sus recursos
indagadores a la conciencia participativa religadora.
Metafóricamente, quien se cuece en la marmita o se
destila en los matraces, quien se transforma en oro
o depura su sustancia mediante los procesos de combustión, fundición, filtros y evaporaciones es el propio
sujeto practicante.
ALQUIMIA CONTEMPORÁNEA
Abrigamos la confianza de que el público en general
se halla ahora adecuadamente informado acerca de
la sencilla pero ardua proyección del artista, desde
la cálida humedad de la gestación genealógica hasta el mareante punto de congelación del óleo sobre
el lienzo en una morfología bien establecida que va
desde las vicisitudes de innumerables combinaciones
de gnodes de color zoológico hasta la orquestación
ambivalente de psiclogramas extrañamente sincronizados y hábilmente entreverados con esparavanes
comprimidos en tabletas de malignidad concentrada sólo para explotar aquí y allá con la perversidad
silenciosa de sirns cero en un gesto incalculable de
asombro en suspenso.
LEONORA CARRINGTON
Al identificar la situación de crisis terminal actual con
el paradigma cuantitativo del progreso, Berman nos
hace ver la oportunidad de rescatar nuestra cultura
reencontrando el tesoro que se ha mantenido cobijado a pesar de la psicosis financiera, la incontinencia política y la depredación ecológica. Si hay algún lugar
social en el cual todavía compartimos la experiencia
de la conciencia participativa, esa relación directa,
sentimiento oceánico de pertenencia, es en el arte. El
artista de hoy y de siempre, igual que el alquimista
medieval, se tiene a sí mismo como objeto y sujeto de
conocimiento y el camino que ha decidido tomar es el
de la libre expansión de su ser. Morris Berman en El
reencantamiento del mundo, al igual que Basarab Nicolescu en el Manifiesto de la transdisciplinariedad, elogian las
herramientas utilizadas por los artistas surrealistas así
como las intenciones de sus procesos creativos. Mario
De Micheli resalta la búsqueda doble de libertad individual y social en este grupo vanguardista. En el Primer
manifiesto surrealista André Breton asienta lo siguiente:
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