Núm. 15 Tercera Época
 
   
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JOSÉ LUIS CUEVAS
BESTIARIO IMPURO
 
 
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La naturaleza altamente repetitiva y meditativa de las operaciones alquímicas, que inducían estados alterados de conciencia mediante una prolongada focalización de la atención, se vio multiplicada en cientos de técnicas artesanales medievales tales como el trabajo en vidrios coloreados, hilados, caligrafía, trabajo en metal y la iluminación de manuscritos (p. 73).
     
   

Leonardo Rodríguez: La estética

 

Dichos estados son maneras de vivir esa unidad con el mundo que solicita El reencantamiento y que toma forma en la pérdida de la noción del tiempo cronométrico, en una especie de “clarificación” de los pensamientos o “apaciguamiento” del flujo mental y en la sensación de tener la mente también afuera, más allá de la piel.

          Como lo hemos observado, la tradición alquímica valorada y apreciada por Berman en tanto ciencia premoderna, ya había encontrado desde la época medieval la unidad latente en la oposición. El “cómo” y el “por qué” entreveran sus esferas. Sócrates no tenía la intención de despreciar el camino de la inspiración como modo de conocimiento al poner en evidencia “la poca ciencia” de Ión; más bien pone en su lugar las razones que ostenta su amigo rapsoda para vanagloriarse: la conclusión del diálogo abre la posibilidad de considerar que el conocimiento de Ión es parte de otro conocimiento. Se dice que Platón desterró a los artistas y a los poetas de su Estado ideal; en contraste, hay pasajes que no son acordes con esa visión: en el discurso que Diotima prodigó a Sócrates, dice la extranjera:

Pero los que son fecundos con relación al espíritu… Aquí Diotima, interrumpiéndose, añadió: porque los hay que son más fecundos de espíritu que de cuerpo para las cosas que al espíritu toca producir. ¿Y qué es lo que toca al espíritu producir? La sabiduría y demás virtudes que han nacido de los poetas y de todos los artistas dotados del genio de invención (Diálogos, 376).

Se habrá notado que en el seno de la cultura medieval había al menos dos posturas: la clerical y la alquímica. A reserva de considerar también la inagotable sabiduría de la veta popular y cosmogónica que Mijaíl Bajtín nos hace recordar con justicia, lo que interesa valorar es la actitud participativa del alquimista, la conjunción científico-artesano, cuya presencia Morris Berman la encuentra en las artesanías, en el arte y poesía contemporáneas, especialmente desde el movimiento surrealista:

Era la ciencia de la materia, el intento de revelar los secretos de la naturaleza; una serie de procedimientos empleados en la minería, en los teñidos de telas, en la manufactura de vidrios y en la preparación de medicinas; y, simultáneamente, un tipo de yoga, una ciencia de la transformación psíquica [el arte como camino de autoconocimiento, una de sus tantas virtudes]. Debido a que la mateia poseía conciencia, la habilidad para transformar la primera automáticamente significaba que uno era hábil para trabajar con la última –una tradición que sólo perdura hasta el día de hoy en áreas tales como el arte, la poesía o la artesanía, en donde tendemos (correcta o incorrectamente) a considerar la habilidad para crear cosas de gran belleza como un reflejo de la personalidad del creador (p. 91).

La idea de la alquimia como ciencia de la naturaleza y ciencia autocognitiva cuenta entre sus recursos indagadores a la conciencia participativa religadora. Metafóricamente, quien se cuece en la marmita o se destila en los matraces, quien se transforma en oro o depura su sustancia mediante los procesos de combustión, fundición, filtros y evaporaciones es el propio sujeto practicante.

ALQUIMIA CONTEMPORÁNEA

Abrigamos la confianza de que el público en general se halla ahora adecuadamente informado acerca de la sencilla pero ardua proyección del artista, desde la cálida humedad de la gestación genealógica hasta el mareante punto de congelación del óleo sobre el lienzo en una morfología bien establecida que va desde las vicisitudes de innumerables combinaciones de gnodes de color zoológico hasta la orquestación ambivalente de psiclogramas extrañamente sincronizados y hábilmente entreverados con esparavanes comprimidos en tabletas de malignidad concentrada sólo para explotar aquí y allá con la perversidad silenciosa de sirns cero en un gesto incalculable de asombro en suspenso.

LEONORA CARRINGTON

Al identificar la situación de crisis terminal actual con el paradigma cuantitativo del progreso, Berman nos hace ver la oportunidad de rescatar nuestra cultura reencontrando el tesoro que se ha mantenido cobijado a pesar de la psicosis financiera, la incontinencia política y la depredación ecológica. Si hay algún lugar social en el cual todavía compartimos la experiencia de la conciencia participativa, esa relación directa, sentimiento oceánico de pertenencia, es en el arte. El artista de hoy y de siempre, igual que el alquimista medieval, se tiene a sí mismo como objeto y sujeto de conocimiento y el camino que ha decidido tomar es el de la libre expansión de su ser. Morris Berman en El reencantamiento del mundo, al igual que Basarab Nicolescu en el Manifiesto de la transdisciplinariedad, elogian las herramientas utilizadas por los artistas surrealistas así como las intenciones de sus procesos creativos. Mario De Micheli resalta la búsqueda doble de libertad individual y social en este grupo vanguardista. En el Primer manifiesto surrealista André Breton asienta lo siguiente:

 
 
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