Goeritz ha vuelto con
el Manifiesto a la escisión entre la razón y sentimiento,
lógica y espíritu, Apolo y Dionisos. El designio espiritual
de Goeritz se inscribe en El eco tanto en su concepción
como en su proyecto a cumplir. El hombre debe
de reencontrarse con su espíritu mediante la irrupción
de las formas: el contraste entre el espacio concreto
y el increado. Esta relación, que es un desconcierto
para las actividades psíquicas comunes, puede equipararse
a la discordancia causada entre el sonido y
el silencio. El oratorio en el que Goeritz había estado
inmerso durante más de diez años encuentra su resolución
en retomar la Gesamtkunstwerk y realizarla en El
eco. El concepto romántico es revivido y coloca a la
mitad del siglo xx uno de sus ejemplos más acabados pese a que tuviera muy poco de vida.23 En el estudio
que hiciera Robert Rosenblum sobre la tradición romántica
en el arte moderno,24 califica la Capilla que
edificara Rothko en Houston en 1971 como el ejemplo
cumbre de la tradición espiritual romántica;25 sin
embargo, Goeritz con El eco ya había establecido una
conexión con dicha espiritualidad aunque de manera
menos explícita como la que estableció Rothko.
Rosenblum
escribe el citado texto a mitad de los años
setenta, pese a ello, la falta de estudio desde el punto
de vista espiritual que representa El eco se debe quizá
a la valía de su factura arquitectónica, la cual opaca
una lectura de carácter conceptual más allá de los
aspectos formales. Otra posibilidad sobre el discurso
ausente es el hecho de pensar en qué tanto importan
los proyectos artístico-espirituales en el siglo xx.
Los únicos ejemplos de los que se ha dado cuenta de
manera legítima han sido los expresionistas abstractos
Rothko y Newman. Éste último, con su serie de
pinturas Estaciones de la cruz (1955-1966), concibe una
plástica de la salvación atendiendo a su credo judío.
Newman, quien asimiló un concepto de culto de la
tragedia,26 abogó por “construir catedrales a partir de
nosotros mismos”,27 a diferencia de Goeritz que intentaba
construirlas en conjunto.
Después de la construcción de El eco, Goeritz
comienza a trabajar la escultura a partir de la geometrización
del espacio. Hay, aunado al trabajo escultórico,
un interés por intervenir en espacios religiosos
por medio de vitrales que recrean la luz proveniente
del firmamento. La integración plástica, realizada
ahora en lugares sacros, señala una búsqueda por
hacer tangibles las palabras expuestas en el oratorio.
El máximo ejemplo de concreción de esta persistente
imagen se ubica en el año de 1957 con la edificación
de las Torres de ciudad satélite.
Goeritz había realizado
una variante de torres en 1955 con el título Aquí y
allá; no obstante las Torres de ciudad satélite son lo que
Goeritz, siguiendo la metáfora de la ascensión, calificó
como una “oración plástica”.28 Las Torres, versiones
depuradas de la catedral gótica, son otro ejemplo
de Gesamtkunstwerk. Goeritz describió las Torres como
una construcción donde las partes formaban al todo: “Para mí son pintura, son escultura, son arquitectura
emocional. Y me hubiera gustado colocar pequeñas
flautas en sus esquinas para que el viajero que pasara
por la carretera oyera un extraño canto causado por
miles de sonidos en el viento”.29 Es factible constatar
que Goeritz entiende a dichos monolitos como catedrales
que en este caso están en constante diálogo con
el mundo profano. La ciudad, como corpus devorador
de imágenes, sumerge (cada vez más con el paso del
tiempo) las catedrales que se elevaban a lo alto y que
servían como punto de ubicación para quienes transitaban
dentro de ella. La catedral unificaría en espíritu
a los hombres por medio de su fuerza visual. En las
Torres se presenta, dada su contradicción entre lo profano
y lo sagrado, la dicotomía que persiste en la obra
de Mathias Goeritz. Según Rita Eder: “El drama de
Mathias Goeritz es que por un lado estaba muy con
su tiempo y al mismo tiempo estaba contra su tiempo
y por tanto nunca pudo ubicarse bien en el sentido de
la vanguardia de su entonces”.30 Lo que Eder califica
como el drama de Goeritz expone la problemática que
se ha venido trabajando a lo largo del presente texto:
la restitución espiritual. Si no se ha asimilado reciente
y anteriormente la obra de Goeritz a partir del proyecto
espiritual que implica es porque se encuentra en
un estado contradictorio con respecto al transcurso de
las tramas preconcebidas para la vanguardia, las cuales
no evocan los milenarismos de fe como los que pretendía
Goeritz. En cambio, la vanguardia se presenta “como un comienzo desde cero, como un nacimiento”.
31 Goeritz ha provocado una interrupción dentro
del arte moderno, cuya comprensibilidad tal vez sea
más factible vista desde tiempos posmodernos. Si bien
el drama es una anticipación del futuro por medio de
la evocación del pasado, la obra de Mathias Goeritz
coloca a la historia en el trayecto del vacío.
En 1959 Goeritz comienza una serie de tablas cubiertas
en oro que reciben el nombre de Mensajes metacromáticos.
Los dorados poseen nombres de salmos que
en su mayoría pertenecen al antiguo testamento, y los
pasajes aludidos refieren a visiones trágicas de la vida,
la condena a la que está supeditado el hombre luego
de su expulsión del paraíso. Goeritz, consciente del
castigo que aguarda a la existencia humana, apuesta
por salvarla.
*Cristóbal Andrés Jácome Moreno: Licenciado en
Historia del Arte. Actualmente alumno de la
maestría en Historia del Arte de la Universidad Nacional
Autónoma de México y coordinador del Centro de
Documentación del Museo de Arte Moderno..
23 El eco fue inaugurado en septiembre de 1953 y cerrado
en noviembre de ese mismo año debido a la falta de auspicio de
Daniel Mont, quien falleciera en octubre.
24 Robert Rosenblum, La pintura moderna y la tradición del romanticismo
nórdico. De Friedrich a Rothko, Alianza, Madrid, 1993.
25 Ibid., p. 244.
26 Charles Harrison, “Expresionismo abstracto”, Conceptos de
arte moderno, N. Stangos, comp., Alianza Forma, Madrid, 2002, p.
170.
27 Irving Sandler, El triunfo de la pintura norteamericana. Historia
del expresionismo abstracto, Alianza Forma, Madrid, 1996, p. 178.
28 Olivia Zúñiga, op. cit., p. 38.
29 Ibidem.
30 Rita Eder en entrevista personal, julio 2004.
31 Rosalind Krauss, La originalidad de la vanguardia y otros mitos
modernos, Alianza Forma, Madrid, 1996, p. 171. |