Creo que vería con admiración las grandes empresas
mexicanas, incluyendo las monopólicas. Caería desmayado
de optimista incredulidad ante los frutos del
Tratado de Libre Comercio con América del Norte.
Creo también, que luego de unos días de refl exión,
admitida la enorme zona del país ganada efectivamente
a los hábitos viejos, antiproductivos y antiliberales
del México que él conoció, Mora haría un corte
de caja radical y diría: “Hemos avanzado mucho,
pero nos falta lo fundamental”. Emprendería entonces
una ofensiva intelectual, no contra los adversarios
superados de su tiempo, la Iglesia, el Ejército y el Monarca,
sino contra las corporaciones vivas y actuantes
de hoy: contra los poderes fácticos que sustituyen
a los fueros decimonónicos en su tarea de frenar el
desarrollo de las libertades políticas y económicas de
México. Y se sentiría, quizá, muy mal representado
por este orador, un liberal tibio que dice tibiamente lo
que un liberal puro con voces más altas y más intransigentes
diría con fuerza. Para ese momento, creo,
quizá Mora hubiera añadido a su pensamiento la reflexión poco liberal de que en un país como México
el Estado liberal debe ser fuerte en lo económico y
en lo social, es decir, debe tener políticas públicas de
alto impacto para redistribuir el ingreso e igualar las
oportunidades, asunto que desborda las fronteras del
liberalismo puro, el cual descree de las intervenciones
redistributivas, sociales o económicas del Estado.
Acaso, pienso, ese Mora renacido en los inicios del
siglo XXI, no vería con malos ojos la defi nición de Manuel
Azaña, reputándose como un hombre “socialista
a fuer de liberal”; es decir, como alguien que cree que
para que todos sean capaces de disfrutar las libertades
básicas del hombre, hay que mejorar las oportunidades
de algunos, igualar en algo a los desiguales. Quien
quiera defender a fondo las libertades del liberalismo,
tendrá que llegar a la conclusión de que hay que poner
primero un piso mínimo de las igualdades que pregona
el socialismo. Eso es al menos lo que digo yo. Es lo
mismo, creo, matices más o matices menos, que quería
decir Jesús Reyes Heroles cuando resumió los desvelos
igualitarios del liberalismo mexicano con la expresión,
en realidad un programa, del liberalismo social.
Termino, con esta invitación, a conspirar.
Creo que si Mora hubiera dado esta conferencia
aquí, y en el público hubiera estado Jesús Reyes Heroles,
al terminar se habrían dado los dos un abrazo
de cómplices y se habrían ido a comer con unos vinos
europeos para planear cómo hacer que el gobierno
de turno acabe de plantar, de una vez por todas, la
exótica mata del liberalismo en México.
|