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En el diseño, por tanto, deben considerarse el agua
y las montañas como la riqueza de Veracruz, el complemento para la arquitectura de este clima que él
considera casi didáctico y de un dinamismo extraordinario. La arquitectura local no puede sustraerse a
estas condiciones, y cita como ejemplo el dominio de
la vista en el paisaje, como sucede en el Cerro del Macuiltépetl, donde se tuvo un panorama de 360 grados
hacia la ciudad y su región pero que ha sido mutilado
por la falta del dominio de la vegetación, dejando de
ser un sitio excepcional. Aquí se puede agregar que
el paisaje poseía un carácter didáctico. Otro ejemplo
son las posibilidades que pueden ofrecer para el diseño los desniveles del terreno y accidentes topográficos, como sucede en el caso del Estadio Xalapeño,
punto de encuentro pero también lugar desde donde
se puede contemplar la ciudad. “La Zona Universitaria tiene, en este sentido, grandes aciertos en cuanto a
su ubicación: la nobleza del terreno y la topografía se
transforman así en materiales esenciales para la arquitectura”. Desde la idea de una ciudad jardín que fuera propuesta para Xalapa por Modesto Roland hacia
1925, hasta proyectos contemporáneos para integrar
el conjunto de espacios y edificios de la Universidad
Veracruzana a través de un sistema ecológico de monorriel del propio Murillo, las cualidades climáticas y
geográficas, así como las condiciones locales, son definitivas para las decisiones del proyecto. En esta contigüidad de apreciaciones puede hallarse, sin duda,
uno de los méritos sobresalientes e insustituibles de la
arquitectura de Enrique Murillo.
Murillo se considera a sí mismo un arquitecto hecho en provincia. En la práctica de la construcción en provincia se recurre, más que al catálogo o al acceso
a la alta tecnología, a los saberes de una arquitectura
artesanal, “cocinada tras un largo y cuidadoso proceso que relaciona íntimamente el partido con el sitio”.
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En una ocasión en que fue invitado a dictar una
conferencia (“Espacios artesanales”) en una escuela
de arquitectura de Los Ángeles, California, Murillo
comentó con entusiasmo que los suyos son espacios de
creación; en ellos resalta un gusto muy marcado por
los materiales disponibles en la región, la práctica artesanal de la albañilería local, su particular incorporación de elementos de otras disciplinas y su intenso
trabajo de colaboración con otros artistas y artesanos,
lo que en conjunto convierte su arquitectura en una
expresión singular, no repetitiva ni basada en prototipos, aunque reconoce que ha participado también
con tecnologías accesibles y aceptables para el caso de proyectos asociados a procesos de licitación con grandes restricciones y estrictas normativas que cumplir.
Una práctica híbrida que a lo largo de una vida de
experimentación formal ha acudido constantemente
al rescate de la arquitectura tradicional desde una visión moderna e innovadora, lo que la hace única en su
solución de las particularidades que se presentan con
cada proyecto. La sabiduría de la arquitectura de Enrique Murillo refleja un profundo entendimiento de
los valores regionales. Esta actitud permite el aprecio
de la innovación en sus diversas escalas, y el resultado formal nos habla, en consecuencia, de una íntima
relación entre el interior y el exterior, el umbral y la
puerta, la armonización del paisaje y los espacios que
se abren a él.
A esta serie de intenciones se suma un afán escultórico por las cosas, una visión de proyecto en contra
de la de otros arquitectos que durante mucho tiempo
se ha limitado a considerar una planta y después elevar
los muros como producto de una racionalización más
simplista en el diseño. Es preferible, apunta Murillo,
concebir la casa como una entidad abierta al paisaje o
cerrada como un mundo en sí mismo; concebir los es
pacios con una escala adecuada, una escala que remita al tamaño con el que, de una imagen global, se concibe un edificio, buscando conciliar aquello de cómo
nos gustaría que fueran las cosas y lo que deben ser.
Concebir, en consecuencia, el edificio como un todo
y en su forma final, aunque sea un edificio industrial
o una fábrica, en donde se dé respuesta a necesidades espaciales que están más allá de la funcionalidad
o la lógica constructiva. Tal es el caso de la Casa de
Acapulco (1989), donde se trató de armonizar estas
ideas con las expectativas y el buen gusto del cliente,
además de solucionar con la ingeniería adecuada los
retos que planteaba la forma proyectada.
Para Murillo, la importancia de la luz en sus proyectos es definitiva. Recordemos el precepto de Le
Corbusier, uno de los arquitectos esenciales del siglo
XX: “La arquitectura es el juego sabio de los volúmenes bajo la luz.” El lenguaje moderno de la iluminación y ventilación naturales se enriquece con los referentes contemporáneos de la sustentabilidad: en la
arquitectura, puntualiza Murillo, pueden aplicarse las
dobles alturas, la entrada de la luz cenital, el conocimiento de las orientaciones para favorecer determinados aspectos del programa de un edificio, así como las
nuevas tecnologías y los avances de la industria de la
construcción encaminados a un uso eficiente y racional del espacio. La arquitectura es un arte expresivo
pero utilitario, nos dice. Es un arte que corresponde
a un momento, a una circunstancia, a un sitio, a un
lugar; en ocasiones, es tratar de lograr una expresión de alta tecnología con los medios a la mano; o,
parafraseando el decir de otro destacado arquitecto
mexicano contemporáneo, Agustín Hernández: “es el
high-tech con el herrero de la esquina…”
Variaciones sobre un plano: la relación de la plástica con la arquitectura
La riqueza plástica de la obra de Enrique Murillo ha
ido más allá de las fronteras de la arquitectura, explorando otras disciplinas y promoviendo de manera en
tusiasta exposiciones de pintura, grabado y dibujo en
galerías privadas y espacios culturales públicos. De esta última disciplina destacan los sobresalientes dibujos,
acuarelas, óleos y perspectivas. Recuerda con orgullo
la práctica del dibujo con modelos, la experiencia y la
libertad para conceptuar en el lenguaje de las formas
gráficas, el estudio de los tratados de composición y de
las lecciones clásicas de dibujo hasta formarse como
un dibujante al que hoy se reconoce por su gran capacidad, como un acuarelista extraordinario. Explica
que las plantas arquitectónicas constituyen la expresión proyectual de los programas en los que se detallan las necesidades espaciales para determinados usos
o géneros de edificios, a veces exigidos por la topografía. Pero además de ser referente de un
2 En este sentido, el arquitecto Murillo recuerda las lecciones de Teoría de uno de sus profesores en la UNAM, Vladimir Kaspé (1912, 22 y 23) quien apuntaba que: "Tan familiar es el término para los arquitectos que a veces olvidan su sentido; más aún, su existencia. Y, sin embargo, es el pivote del diseño arquitectónico lo esencial de su gestión. ¿Cuál es el origen de la noción de partido? A cada instante tomamos decisiones, tanto al actuar como al expresar nuestro pensamiento. Por lo tanto, tomamos partido por una u otra posibilidad, es decir, manifestamos nuestra voluntad". Para Kaspé las características del partido son franqueza, claridad y sencillez: "le encuentro feliz entre el arquitecto y las circunstancias".
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