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Pero no es Borges el único escritor latinoamericano
que fue inspirado por Marcel Schwob: Luis Vicente
de Aguinaga (Guadalajara, 1971), al evocar lo
que llama la “muerte simbólica” y la “resurrección”
de Schwob en su tierra, enfatiza su éxito nunca desmentido
y la valoración decisiva que se ha hecho de su
obra a lo largo del siglo XX y principios del XXI. Cita
a Marcel Schwob como un maestro indiscutible para
escritores como Julio Torri, Martín Luis Guzmán,
Pablo Neruda, Juan José Arreola, Salvador Elizondo,
Eduardo Lizalde y José Emilio Pacheco en América
Latina o incluso Luis Alberto de Cuenca, Enrique Vila-Matas, Bernardo Atxaga, Javier Marías y José Manuel
Fajardo en España. Lejos de decaer, su influencia
se habría reforzado entre los hispanohablantes, hasta
conocer una renovación en España durante la transición
democrática.7 Como se ve, hay aquí mucha materia
para la investigación sobre el tema. En México,
Juan José Arreola citará a Schwob y Papini entre los
fundadores de su estilo.8 Gabriel Bernal Granados recuerda
cómo la lectura de La cruzada de los niños por
María Luisa Ross dejó en Arreola una huella perdurable.
Pero recalca que el verdadero encuentro literario
entre Schwob y Arreola ocurriría más tarde, cuando
a esta primera impresión decisiva se sumó, para confirmarla, “la lección de estilo y método narrativo” de Vidas imaginarias.9
Se notará por otra parte que Marcel Schwob es
un autor constantemente traducido en América Latina:
a Pablo Neruda le debemos, en 1923, una versión
de La ciudad dormida, mientras la celebración de su
centenario representó para los escritores mexicanos
de la joven generación una oportunidad para proponer
nuevas traducciones de su obra. En México, Una Pérez-Ruiz tradujo La estrella de madera, siguiendo las
huellas de Rafael Cabrera, que en 1917 y 1922 ya
había traducido respectivamente La cruzada de los niños
y Vidas imaginarias. José Emilio Pacheco advertía en su
presentación de la traducción de La estrella de madera
por Una Pérez-Ruiz que Marcel Schwob no se contentaba
con crear, sino que inventaba a partir de otros
textos, convirtiendo el palimpsesto en “palintexto”,
nueva escritura que no por ello es menos imaginativa
ni menos original. Pacheco rinde homenaje a Marcel
Schwob con estas palabras:
...Schwob no ha sido tocado por la mortalidad:
su obra atraviesa, cada vez más fascinante y siempre renovada, el mar de las tormentas que se extiende
de un fi n de siglo a otro. Al llegar al nuestro,
Schwob ha vuelto a ser leído en su patria. Durante
muchos años en Francia se habló poco o
nada de él […] Mientras tanto nunca dejó de tener
lectores ilustres en Hispanoamérica, una comunidad
que se transmitía los textos de Schwob
como en las catacumbas, un grupo indiferente a
las listas de popularidad y al surgimiento y caída
de los bestsellers. Pensemos, para hablar sólo del
caso mexicano, en Julio Torri y Rafael Cabrera
durante los años más violentos de la Revolución,
en Juan José Arreola y sus discípulos y en quienes
no dejaron de leerlo y aprender de él durante los
setenta y los ochenta […] La traducción de Una
Pérez-Ruiz culmina por ahora las lecturas mexicanas
de Marcel Schwob en el siglo XX y anticipa
las del siglo XXI.10
También pudimos comprobar el gran interés que
suscita la figura de Marcel Schwob durante un coloquio
en la Universidad de Monterrey en noviembre de
2004 dedicado a José Emilio Pacheco.11 Varias pláticas
con el escritor pero también con críticos literarios o
con estudiantes confi rmaron el lugar destacado que
seguía ocupando Schwob en la literatura latinoamericana.
Constantemente traducido en México, desde hace
algún tiempo Schwob ha empezado a despertar
interés en España como traductor con pleno derecho.
En un artículo dedicado al problema de la temporalidad
en la traducción, María José Hernández Guerrero,
de la Universidad de Málaga, declaraba en 1999
basarse para sus traducciones de Shakespeare (Hamlet, Macbeth) y Daniel Defoe (Moll Flanders) en el método
utilizado por “un escritor literario que al mismo tiempo
fue traductor, Marcel Schwob”. Advierte la profesora
Hernández Guerrero que si la figura de Marcel
Schwob es desgraciadamente poco conocida, su faceta
de traductor lo es todavía menos, aunque fue “un
auténtico vanguardista en literatura, que destacó por
la defensa de un método al que llamó: “Analogía de
las lenguas y de las literaturas en los mismos grados de
formación”. Con la aplicación de este procedimiento
intentaba superar el salto temporal que se producía
cuando la obra que se iba a traducir era anterior en el
tiempo al momento de la traducción”.12 Como se ve,
el interés por Marcel Schwob en el ámbito hispanohablante
no concierne sólo lo “puramente literario” sino
que es “textual” en sentido lato.
II. Destino de las Vidas imaginarias: de Alfonso
Reyes a Roberto Bolaño
Para valorar hasta qué punto la inspiración de Marcel
Schwob sigue viva en América Latina, basta con
referirse a las publicaciones y eventos literarios ocurridos
en 2006:13 el 26 de octubre, un centro cultural
de México, D. F. organizó una lectura dramatizada de “El tren 081” y el 28 de septiembre la editora gubernamental
de Veracruz presentó en estos términos una
publicación sobre las relaciones entre la historia y la
ficción en la narrativa latinoamericana:
En el prólogo a sus Vidas imaginarias, Marcel
Schwob escribió que los escritores y especialmente
los novelistas debían completar con imaginación
la tarea de los historiadores, inventando los datos
que no se habían podido encontrar, y es sabido
que años después Borges se divirtió tergiversando
las vidas de algunos delincuentes en su Historia universal de la infamia. Por su parte, Robert Graves
revolucionó la novela histórica al contar con desenfado
la vida del emperador Claudio, desde su
propio punto de vista. Posteriormente, Reinaldo
Arenas, Jorge Ibargüengoitia y Fernando del Paso,
entre otros novelistas, aprovecharían sus enseñanzas
pero a mayor escala, rescribiendo la historia
del continente en una serie de novelas irreverentes
y divertidas, donde se desacraliza a los héroes y
se los presenta como hombres de carne y hueso
y donde de pasada la verosimilitud pierde toda
importancia, lo mismo que la cronología.14
7 Luis Vicente de Aguinaga, “Marcel Schwob : memoria y
lectura ”, Luvina, revista literaria en línea: http://www.luvina.
com/luvina39/textoLIBRE/artic_20html
8 Juan José Arreola, Confabulario personal, Bruguera, Barcelona,
1980, p. 11.
9 Gabriel Ríos, “Vidas imaginarias desde el tablero: Juan José
Arreola, el ajedrez y Marcel Schwob” http://www.cnca.gob.mx/
cnca/nuevo/diarias/100998/bibliote.html
10 José Emilio Pacheco, “Prólogo” a La estrella de madera de
Marcel Schwob, trad. de Una Pérez-Ruiz, Verdehalago, México,
1998, pp. 5-9. || 11 En el VI Coloquio Literario de la Feria Internacional del
Libro celebrado en Monterrey en octubre de 2004.
12 María José Hernández Guerrero, “Marcel Schwob y el problema
de la temporalidad en traducción”, Quaderns, Revista de traducció,
núm. 3 (Universidad Autónoma de Barcelona 1999), p. 40. 13 Año en que se leyó esta conferencia en Nantes. 14 Presentación de Ficción e Historia, de Celia del Palacio, Karl
Kohut y José Barrientos, Editora de Gobierno del Estado de Veracruz,
Xalapa, disponible en la página Internet de Milenio Cultura,
domingo 29 de octubre de 2006: http://www.milenio.com/xalapa/
milenio/nota.asp
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