Esta refl exión confirma el papel precursor que pudo
desempeñar Marcel Schwob en el debate sobre la ficción
y la historia en la escritura de la nueva novela
histórica, incluso antes de que se tratara o teorizara
esta cuestión en América Latina. Esto nos permite recalcar
tres aspectos a nuestro parecer fundamentales
de la influencia de Schwob en la narrrativa latinoamericana
durante los siglos XX y XXI: la existencia de
una filiación de Vidas imaginarias; la emergencia de una
nueva problemática de las relaciones entre ficción e
historia; la aparición de procedimientos innovadores
en la escritura de la narración breve.
Sobre el primer punto, recordaremos que Vidas imaginarias
tuvo eco en estos dos “gigantes” de la literatura
del siglo XX que son Borges para Argentina y Alfonso
Reyes para México. Un punto común entre Reyes y
Marcel Schwob es sin duda su afi ción por la obra de
Robert Louis Stevenson, a quien dedica en 1912 uno
de sus primeros ensayos. La infl uencia de Schwob en
Alfonso Reyes se hará sentir muy pronto gracias a la
publicación en 1920 de Retratos reales e imaginarios,15 que
la crítica no tardará en presentar como una reminiscencia
de Vidas imaginarias. Se puede considerar esta
obra como una primera gran infl uencia de Schwob en
América Latina, aun antes de la publicación de la Historia
universal de la infamia por Borges en 1935.
Pero sólo se trata aquí al parecer del primer eslabón
de una concatenación de influencias cuya huella
más reciente hay que buscar en la obra de uno de los escritores más prometedores de las nuevas generaciones
y por desgraciada fallecido demasiado pronto: el
chileno Roberto Bolaño (1953-2003).
La obra que lo
daría a conocer sigue las huellas de las de Alfonso Reyes
y Jorge Luis Borges, inspirados en Vidas imaginarias:
se trata de La literatura nazi en América Latina (1996). Al
estilo de Schwob, el texto de Bolaño no presenta las
biografías reales y de personajes conocidos, sino las vidas
inventadas de unos “escritores” o más bien “escribidores”
de los siglos XX y XXI, todos venidos a menos
en diversos grados después de conocer su momento
de gloria; su punto común es la nostalgia del tercer
Reich, del fascismo italiano o español y su propensión
al negacionismo.
El texto se abre con una galería de retratos de
personalidades totalmente desconocidas del lector
por inventadas, clasifi cadas bajo diversas secciones tales
como: “Precursores y antiilustrados”, “Los poetas
malditos”, “Letradas y viajeras”, “Dos alemanes en el
fin del mundo”, “La Hermandad Aria” o “Ramírez
Hoffman el infame”, por alusión intertextual a Borges.
Bolaño se dedica a describir las vidas sin duda
no tan baladíes de los personajes más heteróclitos y
estrafalarios del continente latinoamericano: el lector
se enterará así de la biografía de Willy Schürholz “(Colonia Renacer, Chile, 1956-Kampala, Uganda
2029)”, autor de una obra que no tardará en convertirse
en “la sensación del verano cultural chileno”:
…Apoyado en un equipo de excavadoras rotura
sobre el desierto de Atacama el plano del campo
de concentración ideal: una imbricada red que
seguida a ras de desierto semeja una ominosa sucesión
de líneas rectas y que observadas a vuelo
de helicóptero o aeroplano se convierte en un
juego grácil de líneas curvas. La parte literaria
queda consignada con las cinco vocales grabadas
a golpe de azada y azadón por el poeta en persona
y esparcidas sobre la costrosa superfi cie del
terreno.16
Otra biografía imaginaria es la de un tal Gustavo Borda “(Guatemala, 1954-Los Angeles, 2016)”, escritor
guatemalteco afi- cionado a la ciencia-ficción, antisemita
y lúbrico, quien,
…preguntado sobre por qué sus historias tenían
ese componente germánico tan extraño en un
autor centroamericano, contestó: Me han hecho
tantas perrerías, me han escupido tanto, me han engañado
tantas veces que la única manera de seguir viviendo y
seguir escribiendo era trasladarme en espíritu a un sitio
ideal... A mi manera soy como una mujer en un cuerpo
de hombre...17
La literatura nazi en América Latina se cierra con un “Epílogo
para monstruos”, que recoge con el mismo tono
las biografías sintéticas de los personajes evocados, las
editoriales o las revistas donde cada uno publicó sus
propias obras.
La ironía de Bolaño transgrede las convenciones
literarias y cronológicas, ofreciendo un retrato mordaz
de la mentalidad fascista bajo varios enfoques, a
la vez grotescos y trágicos, sin dejar de ser fiel al principio
enunciado por Schwob según el cual “El artedel biógrafo consistiría en apreciar tanto la vida de un
pobre actor como la vida de Shakespeare”.18
La inspiración de Schwob no debe extrañar por
parte de un escritor que, al imitar el famoso Decálogo
del perfecto cuentista publicado en 1927 por uno de los
maestros del cuento, el escritor uruguayo Horacio
Quiroga (1879-1937), aconsejaba a los futuros escritores
de relatos breves: “Lean a Petrus Borel, vístanse
como Petrus Borel, pero lean también a Jules
Renard y a Marcel Schwob, sobre todo lean a Marcel
Schwob y de éste pasen a Alfonso Reyes y de ahí
a Borges”.19
15 Alfonso Reyes, Retratos reales e imaginarios, Lectura Selecta,
México, 1920, en Alfonso Reyes, Obras completas, Fondo de Cultura
Económica, México, 1956.
16 Roberto Bolaño, La literatura nazi en América Latina, Seix Barral,
Barcelona, 1996, p. 106.
17 Ibidem, p.120.|| 18 Marcel Schwob, OEuvres, edición presentada por Sylvain
Goudemare, Phébus, París, 2002, p. 515. La traducción es nuestra.
19 Roberto Bolaño, “El arte de escribir cuentos”, Diario El
País de Uruguay, noviembre del 2001.
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