La revolución en la conciencia humana se demuestra a partir de las ilusas vanidades de los criadores de conejos y el obvio error del pobre señor Van Mon con
respecto a los manzanos. El argumento es irrevocable,
no tiene escapatoria posible y se presenta de manera
astuta, inofensiva y llana. Darwin no utiliza los ejemplos empíricos de forma inductiva, para construir
pruebas, sino como una infección para debilitar la
resistencia.
La táctica de Darwin de comenzar su libro con perros y palomas fue demasiado exitosa; uno de los lectores empleados por su editorial, John Murray, sugirió
en su dictamen acerca de El origen de las especies que el
libro se vendería mucho mejor si sólo tratara acerca de
las palomas, sin la extraña materia especulativa que
viene después. No obstante, Darwin tomó la decisión
literaria junto con una decisión práctica, pues sabiendo que empezaría a escribir su libro, se embarcó en
un programa de crianza de palomas. La decisión fue
ética y retórica a la vez. Darwin buscó evidencias en lo
doméstico, lo poco apreciado y lo artesanal. Su humilde empresa de aprendizaje, al colocar al criador y al
naturalista en el mismo plano que el científico, fue un
deliberado esfuerzo por cambiar las fuentes de conocimiento y los modelos de pensamiento.
En un libro revelador publicado este año, Pilgrim
on the Great Bird Continent: The Importance of Everything
and Other Lessons from Darwin’s Lost Notebooks (Peregrino en el continente de las grandes aves: la importancia de todo y otras lecciones de las notas perdidas de
Darwin), Lyanda Lynn Haupt tiene un capítulo que
cambia nuestra manera de pensar acerca de la relación de Darwin con la afición a los pichones, es decir,
el grupo mayoritariamente proletario de entusiastas
criadores de palomas de Birmingham y Londres con
quienes estudió y aprendió mucho de lo que nosotros
leemos en la primera parte de El origen de las especies.
Haupt, ella misma aficionada a los pájaros –la buena
escritura darwiniana continúa produciéndose tanto desde los márgenes como desde el centro de este
campo de estudio–, señala la obsesiva y complicada
relación que mantenía Darwin con los criadores de
aves. “Él traspasó con alegría una frontera claramente
delimitada tanto en lo social como en lo científico”,
nos dice. Darwin asistía a los espectáculos de palomas,
buscaba a los especialistas que ganaban los premios y
luego se apoyaba en sus hijos para la crianza de sus
propias bandadas. “Soy uña y carne con toda clase de
aficionados, sean ladrones y malvivientes5
o cualquier
raro espécimen de la raza humana, que críe palomas”,
le escribió Darwin a un amigo. Formó una estrecha alianza con un criador autodidacta y editor de la revista naturalista Field llamado William Tegetmeier quien,
debido a esa cercanía, llegó a afirmar que tenía una
sociedad con Darwin. (Cosa que Darwin amablemente objetó.) Este entusiasmo de Darwin por lo que no
tenía mucha importancia no se limitaba a las palomas.
Como ha argumentado Gerald Weissmann en su notable ensayo Darwin’s Audubon (El Audubon de Darwin),
Darwin, contra todo lo que se pensaba en su tiempo,
decidió estudiar seriamente a Audubon, el pícaro artista norteamericano y coleccionista de pájaros, y no
sólo tomarlo como una fuente de información sino
como un modelo de búsqueda de la verdad. Con esta
actitud se dispuso a ampliar la lista de los que contaban y lo que estaba permitido incluir dentro del
ámbito de la ciencia, mientras, aparentemente, sólo
contaba cabezas y palomas.
Cuando expresamos admiración por la prosa de
un científico, generalmente tratamos de humanizarla
recurriendo a los patrones de metáfora que encontramos en ella: por ejemplo, decimos que Einstein fue
tan visionario como Keats. Empero, lo más destacable
acerca de Darwin en su faceta de escritor no es cuán
afortunadamente usa la metáfora sino cuán astutamente la evade. Él argumenta con el ejemplo, no con
la analogía; el tema con que abre El origen de las especies
no es que, entre las especies domesticadas y las que se
encuentran en estado natural, ocurra un proceso similar; el tema es que lo mismo sucede aunque no esté
planeado, y sucede también no sólo en lo inmediato,
sino en un periodo de tiempo mucho más grande.
Los cuadernos y las cartas, al igual que los primeros
borradores, muestran que estas analogías –siendo la
más importante la propia idea de “selección” donde se
concibe a la naturaleza como un criador más– fueron
valiosas herramientas para él, como para cualquier
otra persona; sin embargo, lo astuto de su exposición
consistió en usarlas muy esporádicamente.
Al leer la …Selección en relación al sexo, por ejemplo, el impulso por establecer analogías entre su estudio sobre la manera en que el plumaje y el canto de
los pájaros afectan su éxito reproductivo, y la manera en que los hombres se arreglan y lucen sus encantos para atraer a las mujeres es tan abrumador que
uno como lector prácticamente tiene que morderse
la lengua para evitarlo. Sin duda Darwin se mordió
la suya (otras generaciones no lo han hecho, con resultados bastante predecibles). Página tras página las
analogías con el cortejo, el amor o el coqueteo son
sobriamente evitadas. Cuando en el libro se cita a un
naturalista francés que usa un lenguaje jocoso referente a las situaciones enumeradas, Darwin mantiene
diligentemente las citas en francés, de la misma manera que Gibbon narró las aventuras sexuales de los
perdedores romanos en el latín original.
Esta actitud crea un efecto acumulativo, no lo
contrario. Después de 14 capítulos de abundantes detalles sobre las diversas maneras de acicalarse con el
pico que tiene el pichón ala de bronce de Australia
(“el cual mientras está parado frente a la hembra, baja
la cabeza casi hasta el piso, abre un poco las alas y
levanta perpendicularmente la cola”), o sobre la canción de la avutarda europea (que durante la estación de celo emite “un peculiar sonido parecido al “ok”),
se dirime el mismo argumento:
5
Literalmente “los tejedores de Spital -Field”, un barrio al este
de Londres que, en la época victoriana, llegó a ser conocido como
el equivalente de la depravación y el vicio urbano. [N. de la T.]