Para más Señas
Entrevista al doctor
Antonio Lazcano Araujo
Medalla al Mérito
Universidad Veracruzana
Germán Martínez Aceves
Sencillo, muy activo, pensando con gran rapidez, el doctor Antonio Lazcano Araujo (México, 1950) apenas llega de Roma en donde estuvo revisando la biblioteca del Vaticano y sus joyas de libros resguardados por siglos en los que se registran los conocimientos acumulados de botánica, arregla asuntos pendientes y se prepara para salir a un congreso a Australia. En un respiro se sienta para atender la entrevista en su estrecho cubículo de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Autónoma de México, escuela de la cual es egresado en todos sus niveles académicos.
El doctor en Ciencias da la confianza inmediata para entablar una plática. Con la naturalidad, simpatía y bonhomía que se puede leer en su libro Alexander I Oparin. La Chispa de la Vida, de esa manera responde las preguntas el científico mexicano más connotado que se la pasa buscando las huellas que nos expliquen el origen de la vida.

GMA: Nos da mucho gusto estar con usted, que recibirá la Medalla al Mérito Universidad Veracruzana en el marco de la Feria Internacional del Libro Universitario.
Es el año del bicentenario del natalicio de Charles Darwin y de los 150 años de la publicación de El origen de las especies. Por tal motivo, usted, como uno de los principales
evolucionistas en el país, recibirá dicha medalla. Claro que sé que es una pregunta obvia
pero ¿qué signifca para usted Darwin?
AL: Para mí Darwin signifca una fgura absolutamente tutelar en muchos sentidos. Supe de las ideas de la evolución y de Darwin desde que era un estudiante de
primaria en los Estados Unidos. Me tocó un momento espléndido en donde habían
volcado recursos en educación y ciencias en muchos niveles. Luego me vine a vivir
a México y aunque aquí hay una sociedad predominantemente católica, la gente no
tiene ningún problema con la teoría de la evolución. Entonces, Darwin para mí signi-
fca un espíritu tutelar, una especie de numen, como decían los romanos antiguos, al
lado del cual uno se desarrolla.
GMA: A pesar de que la obra de Darwin es muy importante para la difusión y el avance
del conocimiento, sólo se sabe de él en la escuela y no en la vida cotidiana...
AL: Es algo que a mí me preocupa mucho, porque la gente a veces tiene la impresión
de que el darwinismo tiene que ver con el hombre de las cavernas que nunca existió o
con el fn de los dinosaurios. Eso es parte del proceso evolutivo.
Ahora que acabamos de tener la pandemia del virus de la infuenza, que se hizo
muy visible aquí en México, lo que atestiguamos precisamente fue ese proceso de
evolución como parte de una serie de eventos de una circunstancia absolutamente
cotidiana. Hay algo que es importante hacer notar. Por ejemplo, aquí uno puede ir
a cualquier farmacia y sin necesidad de receta médica comprar antibióticos para una
infección estomacal, o de la piel o de los ojos; el farmacéutico, que no precisamente
es un profesional, le receta a uno algo; nunca cumple el protocolo para el consumo de
antibióticos. El resultado es que tenemos ahora un problema nacional e internacional
gravísimo de resistencia de bacterias y hongos a los antibióticos. Eso es el proceso de
evolución, precisamente.
GMA: Cuando nuestra vida se desarrolla, creemos en ideas o cosas extrañas y no pensamos
en nuestra evolución. En ese sentido, Darwin hizo un análisis muy importante para llegar
a otras conclusiones.
AL: Absolutamente. De hecho Darwin da un golpe brutal a la vanidad antropocéntrica de la cultura occidental que se manejó durante muchos siglos. Todos reconocemos
el papel de Copérnico, de Galileo, de Newton en una visión mecánica egocéntrica
cuantitativa del universo, pero la verdad, hay una revolución verdaderamente extraordinaria en la cual los biólogos no sólo podemos explicar y
describir la diversidad biológica sino que también podemos
ubicarnos nosotros dentro de ese proceso. Nos asomamos,
gracias a Darwin, a los procesos biológicos que defnen a la
naturaleza humana. Yo creo que es una revolución conceptual extraordinaria.
GMA: Es un proceso en la historia de la humanidad. Digamos
que de pronto surge un personaje y a alguien le toca hacer ese
papel. Darwin acepta ir en el Beagle, navega, empieza a descu-
brir, analiza, se pregunta el porqué de las cosas. No cualquiera
podía haberlo hecho. Entonces Darwin se convierte en un
personaje muy importante..
AL: Pero además hay una serie de componentes que es
necesario mencionar: Darwin era un pésimo estudiante.
Sabemos que le interesaba mucho la ciencia. Tenemos un recuento espléndido de su vida porque él era muy meticuloso.
Sabemos por ejemplo que de niño le encantaba estar afuera,
en el campo; le gustaba hacer experimentos de química,
pero era un pésimo estudiante. Tenía el peso nada trivial de
haber perdido a su madre cuando era un muchachito; su
padre era muy impositivo y le costaba trabajo expresar el
amor tan grande que tenía para sus hijos. Darwin venía de
una familia, tanto materna como paterna, extraordinariamente preocupada por la cultura con una visión burguesa
de la sociedad en donde había una crítica implícita a los
valores de la vieja aristocracia inglesa. Sabemos que él crece
con la idea de la igualdad entre los seres humanos, que era
una idea completamente revolucionaria.
Lo mandan a estudiar Medicina a la Universidad de Edimburgo y resulta un fracaso absoluto como estudiante. Pero
estuvo en una universidad —y eso es importante señalarlo— en donde había una circulación libre de ideas muy
radicales para la época. El mejor Museo de Historia Natural
de la época estaba en la Universidad de Edimburgo. Así es
que Darwin salió de esa universidad con un bagaje intelectual maravilloso.
Luego lo invitan a la travesía en el Beagle y un tío convence
al padre de Darwin de que lo deje ir. El viaje es extraordinario. La primera noche no puede estar en el barco, siente
que la nave apesta, se marea, quiere vomitar, se encierra en el
camarote en donde estaba y resulta que el buque… ¡aún no
soltaba amarras, estaba atado al muelle de Plymouth! Tenía
todos los elementos para fracasar pero era, como dice un
amigo mío, un revolucionario renuente.
GMA: Su contexto es precisamente de revolución. Hay una crisis
del pensamiento católico-cristiano; Inglaterra tenía su horizonte
hacia los Estados Unidos; había una revolución industrial muy
importante. ¿Todo eso ayuda al pensamiento de Darwin?
AL: Sí, además hay algo muy importante en que insisten los
historiadores de la ciencia. Uno piensa que Darwin se presenta en el origen del pensamiento evolutivo, pero, en rigor,
los primeros que hablan de evolución son los astrónomos y
los flósofos: Kant y Laplace proponen un modelo donde el
sistema solar se origina a partir de una nube de gas que se
condensa; luego tenemos a Lamark, que en 1809 publica un
libro maravilloso, La flosofía zoológica, que es como el acta
de bautismo de Darwin porque nace en ese año; tenemos a
los físicos que hablan de la evolución de un sistema que está
termodinámicamente aislado; tenemos a Spencer que habla
de la evolución de las lenguas; a Marx y Engels que hablan
de la evolución de los medios de producción; a Malthus
que habla de la evolución de las poblaciones. Entonces, si
algo caracteriza al pensamiento decimonónico es precisamente esta idea heredada de la Ilustración de que todo está
cambiando, y Darwin, en ese sentido, no es el que origina la
visión evolutiva de la naturaleza, sino el que la culmina.
GMA: De hecho ya había otros estudios más, como el de Wallace, y Darwin tiene que adelantarse para publicar algo que no
quería dar a conocer todavía.
AL: Eso es fascinante porque refeja cómo atrás de cada
científco hay ese componente personal que tiene que tener
en cuenta. Darwin escribe en sus notas que confesar que las
especies cambian es como confesar un crimen horrendo. Él
tenía miedo de ofender a su mujer, a la que lo unió un amor
extraordinario, porque ella era extremadamente creyente, tan es así que hay una carta conmovedora que ella le escribe
donde le dice que teme que, si sus ideas son ciertas, no
estarán juntos en la eternidad. Darwin dobló esa carta y la
trajo consigo en su chaleco por muchos años. Es obvio que
la vio, la guardó y la desdobló muchas veces; al fnal escribió
una nota que es muy conmovedora, donde dice: “algún día
sabrás, querida Emma, cuántas veces he leído esta carta y
cuántas veces he llorado sobre ella”. Ese es otro Darwin que
también es muy interesante conocer.
GMA: Era muy difícil en ese momento hacer a un lado la
ideología religiosa del origen del hombre, pero creo que Darwin
no quería destruir las ideas de la religión cristiana, sino dar a
conocer su descubrimiento.
AL: Absolutamente. Darwin era probablemente creyente
anglicano; todo indica que sí. Sabemos que llevaba una
Biblia y la leía con frecuencia cuando estaba en el Beagle.
Estuvo en una universidad donde un profesor tenía que estar
ordenado para dar clases. Es algo que a la gente se le escapa;
estamos hablando de la Inglaterra del siglo xix. Darwin se va
haciendo paulatinamente agnóstico; hay cartas donde dice
claramente: yo no puedo creer en un Dios que es capaz de
conducir al inferno a gente tan buena como mi hermano o
mi padre. Cuando muere una de sus hijas por enfermedad
tiene un dolor tan aterrador que reconoce que es el golpe
más fuerte que se ha llevado en sus creencias. Pero al mismo
tiempo encuentro conmovedor el respeto que tuvo para
guardar para sí ese escepticismo que luego convierte en un
agnosticismo para no ofender a su mujer y a su familia. Uno
tiene el derecho a asumir las creencias religiosas que quiera,
y si cree en un Dios creador y al mismo tiempo ve que está
la selección natural, tiene derecho a tener sus confictos
internos.
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