Rafael Velasco Fernández
No cabe
duda: la Revista Médica de la Universidad Veracruzana
está cumpliendo con los objetivos que los responsables
de su publicación se plantearon desde que fue
concebida. Difunde bien los conocimientos médicos
y contribuye al intercambio de experiencias sobre la
salud y la enfermedad. Por lo tanto, no deja de ser
una deferencia, que mucho agradezco, el que sus editores
me hayan invitado a escribir este Editorial. Manifestaré
en estas breves líneas un deseo y una expectativa;
y no dejaré de felicitarlos por haber destinado
un espacio para hablar periódicamente de la historia
de la medicina.
Empiezo por el deseo arriba anunciado. Quisiera que
este órgano de difusión contribuyera aún
más a enfatizar la unidad de la medicina. No
es difícil observar que actualmente hay una tendencia
a separar y, por desgracia a veces, a confrontar la
practica médica “de hospital” y “de
consultorio” con las actividades del campo de
la salud pública y del sanitarismo en general.
Pero, desde Hipócrates, sabemos que la medicina,
en su acepción tradicionalmente aceptada, es
la ciencia que previene, diagnostica y cura las enfermedades
y además, promueve la salud. Tan importante es
la labor del médico de primer nivel que enfrenta
las enfermedades aun antes de que se presenten, o diagnostica
y canaliza a los pacientes que no pueden ser eficazmente
atendidos por él, como la del médico familiar
o del segundo y tercer nivel, quienes aplican más
la medicina curativa que la preventiva.
Yo deseo, como seguramente lo quieren muchos médicos,
que nos veamos unos a otros como hombres de ciencia
dedicados a una de las tareas más importantes
para la humanidad: preservar la salud y ayudar a recuperarla
cuando se ha perdido.
Como, condición la ciencia médica debe
conservar los atributos que la han identificado desde
sus orígenes, los cuales ahora se ven ampliados
por otras disciplinas que sin duda la han enriquecido:
la sociología, la psicología, la antropología,
etcétera.
Mi expectativa es la de que, aceptando que hay un problema
real en la visión de unos y otros sobre el valor
de su quehacer, nuestra revista apoye con sus artículos,
ensayos y ponencias, la aceptación por todos
de una medicina integral que sea preventiva, curativa
y promotora de la salud. Esta contribución se
logra mejor si los temas a tratar son balanceados, si
se incluyen artículos que atañen tanto
a la salud pública como a otras especialidades.
Y dentro de éstas, quizás sea aconsejable
dar cabida proporcionalmente adecuada a temas de salud
mental. Recordemos que la psiquiatría es una
rama de la medicina inmersa en un porcentaje muy alto
de los problemas de salud de la población.
Finalizo reconociendo como un gran acierto la inclusión
de artículos y ensayos sobre temas de la historia
de la medicina. Apenas si es necesario justificarlo:
el conocimiento de la génesis y el desarrollo
de nuestra ciencia nos proporciona no sólo un
motivo de respeto hacia los grandes maestros, sino una
mejor comprensión de cada entidad clínica
y de los conceptos básicos que orientan nuestro
ejercicio profesional. La historia, además, nos
acerca a la filosofía como la fuente original
de todas las ciencias. Y ante los grandes avances de
la medicina moderna, aún podemos recordar con
deferencia la frase que pronunció Paracelso hace
ya casi 500 años: “Es burda cosa llamarse
médico y hablarse vacío de filosofía
y no saber de ella.”